13 may 2014

El bochornoso editorial de El Mundo sobre el asesinato de Isabel Carrasco + Vídeo (5:08)

Anoche nos fuimos a dormir con la triste noticia del asesinato de Isabel Carrasco, Presidenta del PP de León, tiroteada, según todos los indicios, por una madre y una hija, también militantes del PP, en lo que parece una venganza personal relacionada con el despido de la hija de la Diputación del PP de León, de la que la víctima era Presidenta. Esta mañana, El Mundo publica este editorial sobre el crimen:


Este editorial está hecho, como se ve, cuando El Mundo ya conocía que el asesinato -aún por investigar- no tiene nada que ver con la tensión de los ciudadanos frente a los políticos que no hacen bien su trabajo. Por tanto, parece claro que el diario opta por hacer un favor al poder en vez de hacer periodismo. Y aunque la realidad de la noticia lo desmienta, el periódico de Casimiro García-Abadillo culpa a los ciudadanos que critican a los políticos de haber creado un “caldo de cultivo que contribuye a erosionar la relación con unos políticos a los que se ve ahora como enemigos”. ¿Cabe mayor desprecio a la verdad y al rigor periodístico?
Hagamos nosotros también periodismo-ficción, por un momento: imaginemos que el asesinato hubiera sido una locura cometida al calor de ese clima anti-políticos que El Mundo denuncia. También en ese caso -repito, que no ha sido así- El Mundo tendría la obligación periodística de contextualizar bien. ¿Los ciudadanos son los únicos culpables del malestar latente contra algunos políticos? ¿Y los políticos no tienen nada que ver en dicho malestar? ¿No llevamos años sufriendo cientos de casos de corrupción de políticos que rara vez pagan por ello?


Otros periodistas, como Isabel San Sebastián, Alfonso Ussía o Hermann Tertsch, metieron también ayer la pata con sus comentarios. Y deberían pedir perdón. Pero al menos fueron fallos al calor de la noticia, cuando aún no se tenía constancia de que el asesinato no tenía nada tenía que ver con el acoso a los políticos.


de La Sexta (subido por Álvaro Gutiérrez)

Me da mucha pena que El Mundo también se haya dejado caer por la pendiente de complacer a los poderosos y huir de la objetividad y del periodismo. En ese tipo de enfoques cuidan a quienes aún les pagan campañas de publicidad institucionales y descuidan su credibilidad. Venden el mañana en unos plazos que les pagan hoy. Son muchas las causas del descenso de influencia y difusión de los grandes diarios (económicas, tecnológicas…), pero esta es nítida y clara. La pérdida de confianza del lector no tiene vuelta atrás. Cuando un lector deja de comprar tu producto porque no encuentra en él ni consuelo ni reflejo fiel de la realidad, ya no volverá. Si la gente compraba un diario para reafirmarse en sus posturas, ahora sólo encuentran en la mayoría de las grandes cabeceras la versión de la oficialidad. En lugar de consuelo en una época histórica, en la época que más falta nos hace el periodismo, los lectores encontramos bochorno, como en ese editorial.

de Los Derechos Sociales

Me dicen amigos que trabajan en grandes diarios que no seamos tan críticos con su falta de apego a la realidad. Que así les empujamos más hacia la crisis. Y me acuerdo de cuando los periodistas despedidos de Telemadrid o Canal Nou, desde el paro, contaban cómo llevaban años siendo obligados a manipular noticias. ¿Qué sentido tiene que se caigan del caballo cuando ya no tienen trabajo? No les juzgo: entiendo que es dificilísimo oponerte a tus jefes; puedes ir a la calle. Pero en su drama personal arrastran al periodismo. Y cuando ya no queden personas que compren su producto, tampoco habrá marcas que quieran pagar porque esas personas las vean; ni tampoco periodistas que hagan el producto.
Tendremos que volver a recordar el poema -mal atribuido a Bertolt Brecht- de Niemöller:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”

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