30 ago 2015

TTIP: ¿desigualdad disfrazada de libre comercio?

La Unión Europea y Estados Unidos negocian desde hace dos años un Tratado que se enmascara bajo el concepto de “Libre Comercio”. El TTIP, como le llaman por sus siglas en inglés, es una apuesta económica que aparentemente “armonizará normas, controles y exigencias administrativas, coordinará las leyes que vayan a tener impacto comercial o facilitará las inversiones”. Pero también plantea una serie de ingredientes para hacer de la desigualdad una característica irreversible, el pan nuestro de cada día.
La desigualdad se ha infiltrado con tanto descaro en el modelo económico, social y político que denunciarla se ha convertido en rutina. Así que más que esforzarse en desmontar el TTIP, habría que plantear de forma explícita hacia dónde nos ha llevado el modelo que perpetua. ¿El planteamiento de los nuevos tratados de libre comercio tiene una conexión directa con el incremento potencial de la desigualdad?
El año 1975 es famoso por la llegada al poder de la dama de hierro, Margaret Tacher. En la Gran Bretaña de la posguerra, los partidarios del mercado libre se habían encontrado a si mismo y a su ideología completamente solos. Por ello, junto con el apoyo de su compañero de políticas, el estadounidense Ronald Reagan, sentó las base de lo que hoy en día entendemos por desigualdad. Entre sus causas destaca el recorte salvaje de los impuestos a los ricos y a las más grandes empresas (como señala Oxfam, las familias españolas aportan casi 50 veces más a las arcas públicas que las grandes empresas) y las privatización de los recursos públicos ( el modelo de hospitales públicos de gestión privada multiplica por siete los gastos finales).
Lo que es seguro, como alertaba un informe de la OCDE, es que el coeficiente Gini que mide la desigualdad no ha dejado de crecer desde 1980, siendo en la actualidad del 31% en la UE y del 38% en EEUU. Datos mas recientes de 2014 también retratan el efecto de las políticas emprendidas: la desigualad ha crecido en la mayoría de países involucrados en el TTIP. Respectivamente, gracias a las reformas para fortalecer la competición en los mercados, se han debilitado las protecciones laborales y han caído los salarios mínimos.
De hecho, la propia Comisión Europea, que impulsa las negociaciones del TTIP, se retrató en 2014 cuando ligó el aumento de la desigualdad con mecanismos de comercio para potenciar la economía muy similares a los planteados en su tratado estrella.
Otro aspecto que pasa desapercibido es que la Unión Europea pretende armonizar regulaciones con Estados Unidos, el país rico más pobre y desigual del planeta. La mayor parte de la riqueza ha sido amasada por el 1% de los estadounidenses, con ingresos medios de 27 millones de dólares anuales por familia, mientras que ese mismo índice se ha quedado clavado en unos 31.000 dólares para el 90% de los hogares estadounidenses, según datos de la Universidad de California Berkeley.
Tampoco se puede obviar en este sentido lo que autores como Seymour Martin Lipset definen como el “ excepcionalismo americano”. Se trata del creciente pensamiento por el cual la desigualdad es un fallo malvado del sistema para lograr una sociedad más innovadora y próspera. También está la evidencia de que los americanos redistribuyen menos; y la existencia de un choque ideológico entre la UE, donde la percepción en relación a cómo atajar la desigualdad se basa en la estabilidad y la solidaridad, y EEUU, que apuesta por la toma de riesgos.
Amasar riqueza y fomentar el comercio como herramienta del lucro empresarial es una estrategia excelente para justificar la discriminación de la redistribución de la riqueza. También lo revela inocentemente el informe de la OCDE: “Mientras que la desigualdad de ingresos de mercado ha aumentado, la redistribución a través de impuestos/transferencias se ha hecho menos eficaz en muchos países”. Además, “los ingresos de mercado se distribuyen de forma mucho más desigual que los ingresos netos”.
El lenguaje es una herramienta crucial para marginar la realidad y enmarcarla como un problema que no nos afecta, por ello le llaman TTIP de forma abstracta, y usan el concepto del “libre comercio” para justificar la desigualdad. Llamémoslo, capitalismo, vergüenza, reducción de la libertad vestida de “asociación transatlántica para la inversión”.

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