5 mar 2021

Los 'amigos' polacos de Vox se enfrentan a su fin tras ser declarados un "partido fascista"

Para los 'soldados malditos' polacos, la guerra no terminó en 1945. Tras combatir contra los nazis en la resistencia, estos grupos de partisanos —al estilo de los maquis españoles— continuaron luchando contra el régimen impuesto por la Unión Soviética durante casi una década. El 1 de marzo de 1951, un grupo de 'malditos' fue ejecutado en una cárcel de Varsovia y Polonia honra su memoria cada año. Pero aún hoy, a pesar del tiempo transcurrido y del infame recuerdo que los totalitarismos han dejado en la memoria reciente de este país, el fascismo sigue presente en la vida política polaca.

Pero el concepto 'fascismo' ha caído en un terreno difuso, un término usado y abusado para definir todo tipo de agrupaciones, actitudes, personajes y agendas.

La agrupación ONR (Campo Nacional Radical) es uno de los ejemplos más claros de cómo, a pesar de la estética paramilitar, los uniformes fuera de lugar y época y las banderas con logos que evocan claramente una esvástica, algunos grupos juegan con una ambigüedad que les permite esquivar acusaciones directas. Hasta ahora.Una sentencia del Tribunal Supremo polaco ha concluido que el ONR puede ser llamado fascista. En su fallo, el juez afirma que "así se vestían las milicias nazis y fascistas antes y durante la Segunda Guerra Mundial", y que abogar por una Polonia "étnicamente homogénea es un elemento importante de la ideología fascista". ONR es uno de los grupos detrás de las consignas racistas y eslóganes ultra que escandalizaron a Europa hace año y pico en la marcha por el Día de la Independencia en Varsovia. Es también el grupo que alabó la diputada española de Vox Rocío de Meer en una serie de polémicos tuits, y es, además, un grupo cercano a los círculos franquistas españoles, a quienes han visitado en alguna ocasión (en su cuenta de Twitter, han reproducido a veces citas del dictador y recordatorios de su muerte).

La llave hacia la ilegalización

El fallo judicial es el resultado de los esfuerzos iniciados en 2017 por el militante de un partido de izquierdas de la ciudad de Elblag, Robert Kolinski. En declaraciones a la prensa polaca, Kolinski recuerda cómo, cuando declaraba en el juicio, vio que los miembros de ONR allí presentes “no tenían ni idea de los hechos históricos que presenté” con el apoyo de historiadores. “Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando incluso hablé del colaboracionismo del ONR con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial”. Más allá de dirimir un eufemismo, la sentencia puede, espera Kolinski, ser la llave para ilegalizar el ONR, pues según la legislación polaca están prohibidas las formaciones políticas que defiendan ideologías totalitarias. Ya en 2008, tres miembros de esta formación fueron condenados por hacer el saludo fascista en público. Sin embargo, mientras que por un lado la ley castiga estas manifestaciones, por otro lado, el Gobierno polaco les presta cobijo, con una actitud que va del consentimiento implícito al apoyo más abierto.El Instituto Nacional de la Memoria polaco (IPN), que tiene entre otras funciones la de difundir la historia polaca, ha sido acusado a veces de promover una visión más nacionalista que patriota del pasado y presente del país. Hace poco, se nombró a Tomasz Greniuch director de la IPN en Wroclaw. En seguida, se hicieron públicas fotos de Greniuch tomadas unos años antes, cuando fundó la delegación regional del ONR y frecuentaba manifestaciones en las que, a veces vistiendo uniformes y brazaletes casi idénticos a los alemanes de la Segunda Guerra Mundial, saludaba brazo en alto con banderas al hombro. Junto a otros miembros del ONR y grupos afines, Greniuch participó en conmemoraciones de pogromos y se enfadaba con la prensa local cuando le reprochaban hacer el saludo fascista: “¿Por qué voy a ser yo responsable de que se lo apropiase Hitler? Ya los antiguos romanos saludaban así”, dijo. El escándalo ha tenido repercusiones internacionales y, a pesar de sus disculpas con la boca pequeña —ha llamado a esa época “pecados de juventud”, pero afirma que sus ideas no han cambiado—, ha tenido que dimitir.

Fascistas a cargo de la memoria histórica

El caso de Greniuch, que fue condecorado en 2018 por el presidente, Andrzej Duda, ha alcanzado notoriedad por tratarse de la delegación del IPN en Breslavia, la cuarta mayor ciudad polaca, pero antes de este nombramiento ya había dirigido delegaciones menores del IPN. Este instituto es un organismo estatal que funciona con fondos públicos, aunque sus puestos de responsabilidad son adjudicados con criterios políticos. Al igual que ha hecho ahora con el nombramiento de Greniuch, el IPN justificó en 2017 el nombramiento como subdirector de su editorial al negacionista convicto David Irving.El implícito apoyo que grupos como el ONR reciben por parte del Gobierno se personifica en el caso del actual ministro de Educación, Przemysław Czarnek, que ha participado en manifestaciones y mítines de la agrupación en más de una ocasión en Lublin, su ciudad natal. La delegación del IPN de Lublin publicó en sus redes sociales citas del programa del ONR que hablaban de “luchar contra el judaísmo, un parásito que vive en los organismos internacionales”. Otra prominente figura del Gobierno, Adam Andruszkiewicz, es el jefe de la cancillería del primer ministro. A sus 30 años de edad, Andruszkiewicz no puede alegar que su militancia en la agrupación ultranacionalista Młodzież Wszechpolska (Juventud de Todos los Polacos) sea un lejano pecado de juventud. A pesar de que el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial considera el ONR un grupo fascista y ha pedido a Polonia que lo ilegalice, este y otros grupos similares han sido autorizados a organizar y tener un destacado protagonismo en celebraciones nacionales como las del Día de la Independencia, encabezadas por el presidente Duda.El ONR, que se fundó en 1934, promulga el antisemitismo, la “pureza de la raza blanca” y la supremacía del catolicismo. Su ideología está inspirada, en parte, por la de la Falange española, y fue producto de la radicalización de los movimientos nacionalistas que se extendieron por Europa en las décadas de los veinte y treinta. En el homenaje a los 'soldados malditos' de 2020, el primer ministro, Mateusz Morawiecki, pidió a los polacos que estuvieran dispuestos a morir por su país, “como los soldados malditos hicieron”. Durante su discurso, Morawiecki citó a Roman Dmowski, cofundador del partido Democracia Nacional e importante figura en la historia polaca de comienzos del siglo XX, que ha pasado a la historia con claroscuros debido a su obsesión antisemita. Y es que, aparte de las incontestables figuras heroicas que fueron mártires 'malditos', la celebración de otros nombres, como el de Romuald Rajs, sigue provocando protestas cada año. Rajs, cuya unidad asesinó a 79 civiles indefensos como represalia por colaborar supuestamente con los comunistas, es considerado un héroe por algunos y un criminal de guerra por otros. El homenaje en febrero del año pasado en el lugar donde tuvieron lugar los hechos estaba patrocinado oficialmente por el presidente Duda, que retiró su apoyo a la celebración cuando se desató la polémica. Varios miembros de ONR acudieron allí para desfilar en homenaje a Rajs.

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