El gobierno chino acaba de cancelar 104 proyectos de nuevas plantas de carbón. Para que nos hagamos una idea, la capacidad total de producción de ese centenar de proyectos hubiera rondado los 120 gigavatios (equivalente a un tercio de la producción de carbón de Estados Unidos).
Está claro que es un movimiento muy potente contra el cambio climático. Y es una jugada a largo plazo. Porque China está apostando muy fuerte por liderar la transición energética y conseguir que escenas como las de Pekín asaltado por la bruma no se vuelvan a repetir.
Un cambio de tendencia espectacular
En 2013, China estaba quemando tanto carbón como todo el resto del mundo junto y todo parecía indicar que era una tendencia en alza. De hecho, si han podido cancelar más de un centenar de proyectos es porque, en fin, tenían más de un centenar de proyectos en marcha.
Pero desde 2013, y teniendo en cuenta la calidad de las estadísticas del gigante asiático, el carbón ha caído en China. Esta caída se debe en parte a la desaceleración de la economía, pero también a la modernización de las industrias pesadas y a la tercerización de la economía.
Si ya había expertos que creían que la tendencia parecía un cambio duradero, la cancelación de los proyectos ha supuesto un espaldarazo increíble no solo al fin del carbón, sino también al Acuerdo de Paris.
El gobierno chino se había comprometido a que tener un 20% de energía limpia en el año 2030 y los proyectos eólicos y solares que van a desarrollarse en los próximos 3 años producirán una cantidad de energía equivalente a toda la energía renovable francesa.
Un respiro (pequeño) para el clima
Durante estos meses, la llegada de Trump y sus promesas de sacar a EEUU de los protocolos contra el cambio climático ha hecho que muchos especialistas temieran que el resto de potencias le siguieran. Esta decisión del gobierno chino da a entender que haga lo que haga Trump, China permanecerá firme en sus planes.
No obstante, y aun siendo una buena noticia, esto no es suficiente. La situación climática es muy seria y no basta con que las emisiones dejen de crecer, sino que tienen que comenzar a bajar. Y eso,como sigue recordándonos el hielo polar, aún está lejos.
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