La dimisión de Guillermo Zapata como concejal del área de Cultura, o mejor dicho, el cese en forma de dimisión simulada, no es más que el culmen de una catarata de errores de comunicación que han conllevado un error político. Un escándalo que se hubiera podido mitigar, y en consecuencia una dimisión que se hubiera podido evitar, si se hubiera respondido con celeridad y eficacia a la crisis abierta la tarde del domingo.
El error político que ha sido la dimisión de Zapata, como más adelante se explicará, deriva de un grave error inicial de comunicación, o mejor dicho, de uno tras otro. En un primer momento, ante el repentino revuelo levantado, Zapata intentó dar explicaciones por Twitter y pedir perdón. Ahí está el primer fallo. Unas disculpas del todo inadecuadas, insistiendo en su gusto por el humor negro y cruel, y explicaciones vía Twitter cuando esta red sirve para levantar polémicas pero no para mitigarlas, más aún cuando éstas saltan a los grandes medios.
El segundo error de comunicación se produciría inmediatamente después y vendría a incidir y perseverar en el anterior. Zapata hizo más extensas sus explicaciones en un post en su blog, cuando, volvemos a repetir, tampoco esa es una forma eficaz de frenar una polémica que ya ha saltado a los grandes medios. Es ahí, en ellos, donde hay que dar las explicaciones.
El tercer error vendría seguido, Zapata decidió cerrar su cuenta de Twitter, un acto que venía a dar la razón a los que le habían acusado y que al mismo mostraba miedo y la incertidumbre de si no habría cosas aún peores en su TL.
Tras haber intentado dar explicaciones primeramente en su primigenia cuenta de Twitter y después en su blog, concedió una entrevista a un medio digital ese mismo domingo por la noche, lo que se podría ver como el último fallo de comunicación en pocas horas. Es cierto que eldiario.es es uno de los medios digitales más fuertes y serios, y que incluso tiene cierta proyección mediática en la figura de su director Nacho Escolar, pero es igualmente evidente que ningún medio digital puede competir aún con las grandes portadas de los periódicos (en las que la polémica saldría la mañana siguiente) ni mucho menos con la televisión, donde el escándalo ya había saltado. Volvemos a repetir, es en esos grandes medios donde tendría que haber dado las explicaciones.
Como decíamos al principio, si se hubiera actuado con rapidez y eficacia se podría haber mitigado el escándalo y evitado la dimisión. La solución era bastante sencilla. En vez de de ir cometiendo un error comunicativo tras otro, en vez de intentar dar explicaciones en internet, Zapata debería haber convocado una rueda de prensa esa misma tarde para explicar el contexto de sus tuits y responder a todas las preguntas de los periodistas Ahí es donde debería haber dado las explicaciones que intentó dar en Twitter y en su blog. Sería ingenuo pensar que respondiendo en rueda de prensa la polémica se hubiera sofocado totalmente, pero probablemente si lo hubiera hecho de forma parcial y le hubiera otorgado la credibilidad y legitimidad que da dar la cara en el lugar en que se debe dar, al menos la suficiente para no tener que cometer el error político de apartarle del área de Cultura.
Es un grave error político por varios motivos entrelazados. En primer lugar, una dimisión el primer día de mandato, cuando realmente aún no se ha empezado a gobernar, y por algo que ni siquiera escribió cuando era un cargo público, pone el listón de las dimisiones demasiado bajo en el gobierno de Manuela Carmena. Eso es un enorme peligro, puesto que queda toda la legislatura completa y como salga algo en los próximos cuatro años al menos del mismo nivel a Carmena no le va a quedar otra que cesarle si quiere ser coherente con sus decisiones.
En segundo lugar, la dimisión de Zapata el primer día y al primer ataque mediático es una muestra de debilidad muy importante. El Régimen ya sabe que puede hacer tambalear su gobierno, que una polémica del estilo servirá para hacer hincar la rondilla al ejecutivo madrileño. La dimisión de Zapata abre la veda para que la sigan otras campañas para hacer caer a otros concejales, como ya hoy mismo está sucediendo. Como ya han dicho en otro lugar, se ha claudicado ante el primer y efectivo intento de realizar un Tamayazo a cuentagotas.
En tercer lugar, la dimisión, como se ha explicado, era un grave error, pero en política una vez tomada la decisión hay que ejecutarla hasta las últimas consecuencias. No se puede decidir a medias, dimitir de un cargo pero seguir de concejal. Eso lo único que va a provocar es que la polémica no se apague, que siga más candente aún, y que esta espiral comience a girar tan rápido que se lleve a alguien más por delante.
Y en cuarto lugar, enlazando con lo primero, esta decisión supone una importante hipoteca para la credibilidad del gobierno de Manuela Carmena. Si a partir de ahora no es coherente con la vara de medir que ha puesto va a ser muy difícil explicar a la opinión pública porque en unos casos sí se cesa a alguien y en otros parecidos no, algo que ya está pasando con los tuits de otros concejales como Pablo Soto.
Una cadena de sucesivos errores de comunicación, que ha provocado una sucesión de errores políticos por falta de contundencia a la hora de aplicar la (errónea) decisión tomada, lo que ha imposibilitado que al menos se pueda sacar algún rédito político, mostrar a la opinión pública que los partidos del cambio son diferentes, puesto que dimitir de un cargo pero seguir en otro es una práctica habitual de los partidos del Régimen (dentro de las nada habituales dimisiones).
Sorprende ver cómo los partidos del cambio actúan con tanta ingenuidad, parafraseando a Nacho Escolar, intentan bailar ballet mientras el resto juega a rugby. Era muy ingenuo pensar por parte de Manuela Carmena que apartando a Zapata de la concejalía de Cultura se acabaría el problema y daría un ejemplo. También sorprende ver cómo han sido pillados en un medio como Twitter, en el que se suponía que era incuestionable su dominio. No hay más que ver los nuevos fallos que todo esto ha provocado, con muchos integrantes de los partidos del cambio borrando sus tuits antiguos y siendo tan poco cuidadosos de dejar el rastro de ese borrado, como le ha pasado a Ramón Espinar. Pero lo que más sorprende de todo es cómo estos partidos del cambio, a los que tanto se había elogiado su dominio de los medios, estén continuamente repitiendo los mismos fallos de comunicación, desde los “casos” de Monedero o Tania Sánchez, que no hayan aprendido de ellos, que sigan sin saber enfrentarse a este tipo de crisis, y que no tengan a nadie que sepa pensar con sosiego cómo enfrentarse y salir de ellas, cuando la solución en este caso era tan sencilla como dar explicaciones cómo y dónde deben darse, por televisión, el medio hegemónico en la formación de la opinión pública.
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