El impacto que los avances tecnológicos innovadores tendrán en el funcionamiento de nuestras economías y mercados laborales, como por ejemplo el impacto de la inteligencia artificial, ha sido un tema candente desde hace mucho tiempo. Pero, el libro recientemente publicado de Jerry Kaplan “Humans Need Not Apply: A Guide to Wealth and Work in the Age of Artificial Intelligence” ha hecho que realmente me dé cuenta de la verdadera magnitud de los aspectos socioeconómicos que están en juego.
Un ejemplo relativamente bien conocido del impacto que la revolución digital tiene sobre el funcionamiento de los mercados es la capacidad de obtener enormes ganancias en negociaciones de alta frecuencia, al situarse un microsegundo “por delante” de todos los demás. Otro ejemplo es la capacidad de discriminación de precios gracias a los creadores de nuevos mercados electrónicos como Uber, que mediante estos mercados asignan cada centavo del antiguo “excedente del consumidor” de la teoría microeconómica. Pronto un nuevo tipo de Uber mejorado podría surgir, integrando servicios de viajes en vehículos, buses, barcos y aviones, así como habitaciones de hotel, en una “súper-app”. De hecho, en la actualidad algunos fabricantes de automóviles están trabajando exactamente en eso.
Una pregunta clave que se debe formular es por qué las formas de competencia tradicional no recortan rápidamente estas ganancias. La respuesta se encuentra a menudo en el modelo de negocios. Las empresas piden prestado mucho para poner en marcha sus actividades, acumulan grandes costos fijos y ofrecen precios tan bajos al principio que pierden dinero. Esto les permite expandir sus negocios en una manera que es prácticamente libre de competencia, hasta establecer lo que es, esencialmente, un monopolio. En ese momento, pueden subir sus precios y participar en la discriminación de precios con relativa libertad.
Como Kaplan señala, eso es precisamente lo que Amazon ha hecho. Primero logró una escala masiva, la que le permite almacenar productos aún no pedidos en lugares difusamente distribuidos y con eso puede reducir sus costos de transporte. Por esto Amazon puede ofrecer entrega rápida y gratuita, condiciones que las empresas más pequeñas no pueden superar. Añada a esta situación algoritmos complejos que fijan precios de una manera que se maximiza las ganancias, y el predominio de la empresa parece estar relativamente asegurado.
Como este abordaje facilita el surgimiento de grandes empresas a nivel mundial, se crean graves problemas en los mercados laborales y las sociedades, debido a que se destruyen empleos de nivel medio basados en habilidades tradicionales con mayor rapidez de la que se crean empleos similares basados en nuevas habilidades. Es igualmente grave el hecho de que esto contribuye a niveles alarmantes de desigualdad de ingresos, donde unos pocos hogares no sólo disfrutan de riqueza masiva, sino que también ejercen una considerable influencia política. Si el ingreso se concentra demasiado, a un ritmo demasiado rápido, la inversión deseada tenderá a caer por debajo de los ahorros disponibles, creando un desequilibrio macroeconómico keynesiano. Contrariamente a la creencia popular, lo que importa no es la cantidad real de ingresos que fluye hacia quienes tienen los ingresos más altos, sino los cambios en esos ingresos.
Como están las cosas, el impacto de estos remesones tecnológicos continúa siendo relativamente pequeño en los países avanzados. Sin embargo, podría afectar a un 20% del PIB y a un 40% de los empleos hasta el año 2030. Ese es un gran cambio, que ocurre a una velocidad sin precedentes.
A pesar de que ya nos estamos acostumbrando a romper récords – por ejemplo en el año 2013, más del 90% de todos los datos que se acumularon en toda la historia de la humanidad fueron en los dos años anteriores – la realidad es que la velocidad y la magnitud de esta transformación plantean importantes desafíos. Si no somos capaces de enfrentar dicha transformación en una manera adecuada, es poco probable que el resultado sea una sociedad más segura y más próspera; al contrario, el resultado más probable sería una sociedad en la que la frustración y la desesperanza aumenten, lo que probablemente conduciría a comportamientos extremos.
Una propuesta planteada por Kaplan es la creación de una “hipoteca de empleos”. Las empresas con una necesidad futura de determinadas habilidades se convertirían en una especie de patrocinador, involucrándose debido a sus posibles ofertas de empleo en el futuro, de una persona dispuesta a adquirir dichas habilidades. El trabajador podría obtener un préstamo usando como garantía sus ingresos futuros proyectados con el propósito de financiar sus estudios. Los préstamos se reembolsarían una vez que la persona comience a trabajar. Si el empleo no se materializa, la persona se haría responsable de pagar sólo una fracción del préstamo, y la empresa absorbería el saldo, misma que, por lo tanto, compartiría una parte del riesgo. También habría un límite máximo al monto de pagos, calculado en la forma de un porcentaje de los ingresos del empleado.
Otras propuestas se centran en las reformas de los marcos legales con el propósito de reflejar con mayor precisión las nuevas formas de trabajo. Por ejemplo, quienes trabajan parcialmente por cuenta propia, es decir, como empleados autónomos, o quienes están parcialmente empleados por terceros estarían mejor incorporados en las políticas sociales.
Tales cambios, sin lugar a dudas, serían útiles. Sin embargo, ninguna de estas propuestas refleja la magnitud de la transformación que estamos enfrentando. Fundamentalmente, lo que realmente necesitamos es transformar la forma como funcionan nuestras sociedades – y necesitamos hacer esto rápidamente.
France Stratégie, que es asesora del gobierno francés, y el empresario estadounidense Nick Hanauer han propuesto reformas de política social que comparten una base conceptual similar. Las personas ganan “reclamaciones” a lo largo de sus períodos de vida, primero por ser residentes legales, y luego por la obtención de títulos académicos, el logro de certificados profesionales, la realización de servicios a la comunidad (incluyendo el servicio militar), y por ganar dinero. Estas reclamaciones pueden ser canjeadas por diversos beneficios, como licencias por motivos familiares, formación laboral o ingresos de jubilación complementarios. El sistema incluiría a todos los residentes y sería totalmente portátil, con una gran cantidad de espacio para que las personas puedan elegir cómo y cuándo irían a utilizar sus reclamaciones. Acuerdos complementarios – por ejemplo con los posibles empleadores quienes ofrecen créditos adicionales para la formación laboral – se podrían también implementar.
De manera paralela, los gobiernos deben mejorar su política de competencia para protegerse frente al surgimiento de monopolios mundiales. En este punto, los nuevos acuerdos comerciales mega-regionales, como ser el Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión y el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica, debería resultar ser muy valiosos, siempre y cuando no se permita que los actores poderosos de hoy en día impongan condiciones que promuevan únicamente sus propios intereses. También se debe fortalecer a la cooperación internacional para evitar que las multinacionales evadan impuestos al trasladar ganancias entre jurisdicciones. Tal evasión fiscal ha llegado a cientos de miles de millones de dólares.
Hacer algún que otro cambio para remendar los sistemas existentes no será suficiente para prepararnos para la transformación impulsada por la tecnología que estamos enfrentando. Necesitamos una estrategia integral destinada a hacer que los mercados – y las políticas – sean realmente competitivas, y para garantizar que las políticas públicas trabajen para el beneficio de todos.
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