Una de las claves para reciclar un producto de consumo es que los materiales con los que está fabricado puedan separarse. El tetrabrik, que se inventó en 1963, representa todo lo contrario. Su complejo diseño, con seis capas de tres materiales distintos, sigue siendo un problema como residuo. Aunque, curiosamente, hubo una planta en España que sí logró reciclarlo al 100%, hoy no existe en el país la tecnología necesaria para evitar que una parte vaya al vertedero.
Un tetrabrik está fabricado en un 75% con cartón, un 20% con plástico polietileno y el 5% restante con aluminio. La mezcla de los tres materiales es lo que garantiza que la bebida pueda conservarse en buenas condiciones a lo largo del tiempo. Cuando el envase se desecha, el cartón es fácilmente separable del resto, en máquinas que, a base de agua, van desmigando las fibras del cartón. ¿Pero qué pasa con el 25% restante de polietileno y aluminio? Termina en un vertedero de residuos industriales de Zaragoza, pues hoy no existe la tecnología en España que permita separarlos.
La situación actual es un paso atrás, pues sí hubo un momento en el que un tetrabrik fue realmente 100% reciclable en España. En 2011, la empresa Stora Enso recibió el premio 'Best of the best' de la Comisión Europea por un hito: la fábrica de esta compañía en Barcelona había conseguido, por primera vez, separar el polietileno del aluminio. Mediante pirólisis, las finísimas láminas de polietileno y aluminio se trataban a una temperatura de 500 grados sin oxígeno, hasta que se separaban. El polietileno se convertía en gas y después en vapor que servía a la fábrica; el aluminio volvía a ser de nuevo aluminio, aunque no se logró que resultara de buena calidad.
Pero el hito tecnológico, que necesitó ocho millones de euros de inversión, no resultó rentable y la planta terminó cerrando. Hoy, es al grupo papelero y de gestión de residuos de Zaragoza Saica, especializado en el reciclaje de papel, el punto al que se envían los tetrabriks. De las 50.000 toneladas de estos envases que la compañía trata al año, alrededor de un 30% termina en el vertedero, según sus cifras. Básicamente es esta masa de polietileno y aluminio con la que no se puede hacer nada. "No estamos en absoluto contentos con esto, va contra nuestra filosofía de residuo cero, pero hoy es la única solución que existe", explica Guillermo Vallés, director de materiales de la empresa.
En realidad, la tecnología sí existe, como comentan en Saica, pero no se realiza en España, sino en otros países, como China, donde se usa un reactivo químico con una dilución baja que separa el polietileno del aluminio. Dejando a un lado el análisis de hasta qué punto tiene sentido que un producto fabricado en un lugar se envíe a miles de kilómetros para completar su reciclaje, la cuestión es que por el momento es inviable mandar el 25% del resto de un tetrabrik al país asiático. China vetó en 2018 la entrada de residuos procedentes de otros países, dejó de comprar la basura de otros. "La puerta de China se cerró, pero nosotros vamos a una solución de cercanía, aquí, con estándares de Europa", concluye Vallés.
Un tetrabrik está fabricado en un 75% con cartón, un 20% con plástico polietileno y el 5% restante con aluminio. La mezcla de los tres materiales es lo que garantiza que la bebida pueda conservarse en buenas condiciones a lo largo del tiempo. Cuando el envase se desecha, el cartón es fácilmente separable del resto, en máquinas que, a base de agua, van desmigando las fibras del cartón. ¿Pero qué pasa con el 25% restante de polietileno y aluminio? Termina en un vertedero de residuos industriales de Zaragoza, pues hoy no existe la tecnología en España que permita separarlos.
La situación actual es un paso atrás, pues sí hubo un momento en el que un tetrabrik fue realmente 100% reciclable en España. En 2011, la empresa Stora Enso recibió el premio 'Best of the best' de la Comisión Europea por un hito: la fábrica de esta compañía en Barcelona había conseguido, por primera vez, separar el polietileno del aluminio. Mediante pirólisis, las finísimas láminas de polietileno y aluminio se trataban a una temperatura de 500 grados sin oxígeno, hasta que se separaban. El polietileno se convertía en gas y después en vapor que servía a la fábrica; el aluminio volvía a ser de nuevo aluminio, aunque no se logró que resultara de buena calidad.
Pero el hito tecnológico, que necesitó ocho millones de euros de inversión, no resultó rentable y la planta terminó cerrando. Hoy, es al grupo papelero y de gestión de residuos de Zaragoza Saica, especializado en el reciclaje de papel, el punto al que se envían los tetrabriks. De las 50.000 toneladas de estos envases que la compañía trata al año, alrededor de un 30% termina en el vertedero, según sus cifras. Básicamente es esta masa de polietileno y aluminio con la que no se puede hacer nada. "No estamos en absoluto contentos con esto, va contra nuestra filosofía de residuo cero, pero hoy es la única solución que existe", explica Guillermo Vallés, director de materiales de la empresa.
En realidad, la tecnología sí existe, como comentan en Saica, pero no se realiza en España, sino en otros países, como China, donde se usa un reactivo químico con una dilución baja que separa el polietileno del aluminio. Dejando a un lado el análisis de hasta qué punto tiene sentido que un producto fabricado en un lugar se envíe a miles de kilómetros para completar su reciclaje, la cuestión es que por el momento es inviable mandar el 25% del resto de un tetrabrik al país asiático. China vetó en 2018 la entrada de residuos procedentes de otros países, dejó de comprar la basura de otros. "La puerta de China se cerró, pero nosotros vamos a una solución de cercanía, aquí, con estándares de Europa", concluye Vallés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario