Son las 10 de la mañana en el número 19 de la calle González Feito, en un barrio al sur de Madrid. Un coche se para y de la ventanilla del conductor asoma la cabeza de un señor con cara de mucha sorpresa, que lanza: “¿Esto qué es?” Al arquitecto Iñaki Alonso, que está encaramado a una escalera mientras sube al segundo piso del esqueleto de un bloque de viviendas en construcción, la pregunta no le pilla desprevenido: “Esto nos pasa todos los días, un edificio de madera en plena ciudad es una total novedad en Madrid”.
Estamos dentro de la obra de un bloque de casas nada habitual ni en el país ni aquí: es de madera y no de hormigón, y además resulta que rompe el cliché de que las viviendas ecológicas y menor consumo energético son solo para unos pocos privilegiados. Las 17 familias que entrarán aquí pagarán una cuota mensual de unos 750 euros de media al mes por vivir en casas con los mejores estándares para reducir al mínimo su factura de la luz y el ruido, incluso tener mejor calidad del aire.
En general, se nos ha acostumbrado a pagar mucho por la compra de una casa y después también mucho por el consumo de energía. Pero en este bloque de viviendas se ha puesto en marcha un modelo innovador en España, aunque es de lo más habitual en Dinamarca: una tercera vía entre la propiedad y el alquiler en la que los residentes pagan por usar su vivienda, no la poseen ni pueden venderla, lo cual limita el precio y frena la especulación. Y, por otro lado, se ha diseñado de tal forma que apenas necesita energía, y la que se consume será con paneles solares y el resto se contratará con una comercializadora cooperativa 100% renovable. En esta misma concepción, las casas son estancas y se espera que más de la mitad de ellas no necesiten nada de calefacción en invierno, pues todas están orientadas al sur.
El arquitecto Alonso, uno de los promotores de esta iniciativa a través del estudio sAtt, señala el gráfico que como un tesoro cuelga de una de las paredes de la obra. Son curvas que comparan el coste de construir y usar un bloque de viviendas convencional (siguiendo el Código Técnico de Edificación) con el de casas que añaden estándares de consumo de energía casi nulo, como es el caso de la cooperativa Entrepatios. “En la primera, el coste inicial es dos millones de euros, y al cabo de 30 años, cinco millones de euros; en la segunda, el coste inicial es tres millones de euros, y al cabo de 30 años, se ha mantenido prácticamente igual, la curva es plana”.
Aquí se ha diseñado con el estándar Passivhaus, que son casas donde la demanda máxima es de 15 kilovatios hora el metro cuadrado. Todo es eléctrico y se alimenta con 30 kilovatios en paneles solares que están colocados sobre el tejado. Se ha calculado que cada una de estas 17 casas no pagará más de entre 25 y 30 euros al mes de luz, calefacción y refrigeración. Ahora, además, se ha regulado el autoconsumo compartido en bloques de edificios, lo que permitirá verter a la red la energía no consumida y recibir una compensación económica por ello en la factura. “Nosotros ya habíamos previsto no gastar casi nada en electricidad, pero ahora será mejor, cada mañana nos iremos a trabajar y el edificio estará vertiendo electricidad a la red, por la que después se nos pagará”.
En Entrepatios hay 78 cooperativistas, de los cuales 33 van a vivir en las 17 viviendas de este edificio. Los demás se irán repartiendo entre otras tres promociones en construcción. “Y ya hay lista de espera”. Han pagado 40.000 euros de media cada uno para comprar el suelo, y cuando entren a vivir abonarán una cuota cada mes de unos 750 euros de media. “Esto es por debajo del mercado en este barrio”.
En el interior de este esqueleto se agudiza el sentido del olfato, envuelto por el olor a madera (certificada FSC). Se eligió este material porque pesa una tercera parte del hormigón, reduciendo las emisiones de CO2 y el coste de la construcción. Y así también han conseguido acelerar la obra. “Se ha levantado en seis semanas, y eso son más ahorros”. La semana en la que visitamos el edificio estaba prevista una comida para celebrar que se ha cubierto aguas, es decir, que la estructura está terminada.
Alonso, que se inspiró hace 15 años en el modelo Andel danés de cooperativas de cesión de uso, incide en que es importante que la arquitectura tenga un impacto más positivo en la ciudad, donde los desorbitados precios, el ruido y la mala calidad del aire parecen algo a lo que simplemente hay que resignarse. Aquí han tenido que lucharlo todo, desde la compra del suelo a convencer a Triodos Bank y a Fiare de firmales un crédito solidario y con garantía colectiva, es decir que, si alguno de sus residentes no puede pagar, el banco no puede ejecutar la hipoteca de una vivienda, pues el edificio es de todos. “Esto solo lo hace la banca ética, a las entidades financieras convencionales no les interesa”, remacha Alonso. Ahora la batalla será con la distribuidora de electricidad para que les dejen poner un solo contador en vez de 17 y así ahorrarse una buena proporción de la parte fija. “Hemos ido abriendo brecha en todos los sentidos, lo común puede generar otras opciones que ahora mismo no están en el imaginario de las personas ni en la sociedad”.
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