22 sept 2022

"Con las redes sociales los tontos proliferan"

El aspense Fernando Botella siente fascinación por las personas y por todo lo que guarda relación con la vida y el cerebro. Por eso estudió Biología y se especializó en Fisiología Animal y Sistema Nervioso Central. Se dedica a la transformación de las personas y es experto en motivación, liderazgo, formación y desarrollo de ejecutivos y directivos.

En el año 2007 fundó Think&Action, de la que es CEO, y compagina sus conferencias y publicaciones de libros con la enseñanza como profesor colaborador en universidades y escuelas de negocio como la Universidad Central de Florida, la Universidad de Harvard, ESADE e ICADE. Ha regresado a Aspe, su pueblo natal, para hablar de su último libro: "La Fuerza de la Ilusión", una invitación a adentrarse en el mundo de la ilusión y del ilusionismo empresarial para alcanzar el éxito y la excelencia, tanto profesional como organizacional.

¿Cuáles son esos diez principios mágicos que plasma en "La Fuerza de la Ilusión" para alcanzar el éxito y la excelencia profesional y organizacional?

En el libro “La Fuerza de la Ilusión” identificamos diez principios empleados por los magos, pero que en realidad funcionan en cualquier contexto. Desde el “nunca reveles tu secreto”, para mantener vivo el misterio, hasta “practica hasta alcanzar la excelencia”, y es que la práctica y el entrenamiento hacen al maestro. Otros principios mágicos son “reinvéntate” para no repetirte; “cuida a tu público” –la atención al cliente es hoy más que nunca un factor decisivo de competitividad empresarial–; “busca efectos extraordinarios” –el famoso efecto ‘wow’ que tanto persiguen las empresas, o “cree en tu magia”, porque si tú no crees en tu producto, ¿quién lo va a hacer? 

¿Y si después de aplicar esos principios no se consigue el objetivo...?

Puede suceder, claro, pero lo normal es que si se siguen estas recomendaciones lleguen los resultados. En este punto es fundamental el manejo de las expectativas. Porque si los objetivos que nos marcamos quedan claramente fuera de nuestras capacidades, hay muchas posibilidades de que nos estrellemos, con o sin principios mágicos. En cambio, si nos fijamos metas que sean ilusionantes y retadoras pero también realistas nuestras opciones aumentarán considerablemente.

¿Cómo pueden las empresas dejar huella en la mente del consumidor?

Hay diferentes maneras de conseguir colarse en la mente y en el corazón del consumidor. Están las estrategias de posicionamiento, el branding, una gran atención al cliente… Yo diría que la mejor estrategia es la que reúne una combinación de todos esos elementos. Y, sobre todo, la que logra ese efecto ‘wow’ del que hablaba antes, que va más allá de la calidad de un servicio y trasciende una serie de funcionalidades y atributos de un producto. La estrategia que toma una relación que en principio era meramente comercial y la convierte en una experiencia memorable y centrada en las personas.  

¿Las empresas tradicionales están dispuestas a adentrarse en el mundo de la ilusión o prefieren seguir ancladas en el pragmatismo?

Hay un poco de todo. Lo que está claro es que aquellas empresas que no partan de la ilusión – que no del “ilusionismo”, importante matiz –, que no generen energía positiva entre sus equipos y que no contagien a sus colaboradores y clientes la defensa de los valores de la marca lo pasarán mal. Y esto aplica tanto para las empresas tradicionales como para las nuevas. 

Si los objetivos que nos marcamos quedan fuera de nuestras capacidades hay muchas posibilidades de que nos estrellemos

¿Hay empresarios que sin saberlo aplican la fórmula mágica para triunfar?

Claro que sí. El mundo de la ilusión no va tanto de saber como de hacer, y hay empresas y empresarios que son unos auténticos crack en eso de generar ilusión y de sorprender permanentemente a sus clientes. Incluso cuando no son conscientes de que lo están haciendo, lo hacen. 

¿El líder nace o se hace?

Sin ninguna duda, se hace. El líder se forma a través de cientos de horas de entrenamiento y de miles de horas de práctica, creciendo, mejorando y desarrollándose continuamente. Eso no quiere decir que no haya personas que ya traigan de serie unas excelentes capacidades para el liderazgo. Pero también esas habilidades innatas o potenciales hay trabajarlas y pulirlas con mucho entrenamiento para hacerlas brillar. 

Según su libro la fuerza viene de la ilusión...pero si no se tiene ilusión ¿cómo se puede conseguir la fuerza?

Hay un poco de pescadilla que se muerde la cola en esta ecuación. La ilusión lo es todo, sin ella no hay aventura posible. Se suele decir que cuando alguien pierde la fe en el futuro pierde la fuerza en el presente. Cambia “fe” por “ilusión” y el resultado es idéntico. Nuestro futuro comienza construirse en el presente. Por eso limitarse a esperar a ver si la tormenta escampa y las cosas mejoran no es una buena opción. Las cosas empezarán a mejorar en el futuro si empujamos ese cambio en el presente. ¿Cómo se consigue? Hay que tener expectativas, planes, sueños… Un objetivo que nos ponga en movimiento. 

Hay empresarios que son unos auténticos crack en generar ilusión y sorprender a sus clientes y lo hacen, incluso, sin ser conscientes

¿Triunfar lo es todo en la vida?

Se me ocurren dos posibles respuestas a esa pregunta. Si el triunfo consiste en estar en la cima todo el tiempo y a toda costa, la respuesta es ¡por supuesto que no!. Ahora bien, si por triunfo entendemos la capacidad de conocernos a nosotros mismos y de relacionarnos de un modo sano con los demás y la habilidad para utilizar de la mejor forma posible el tiempo que se nos concede en la vida, entonces la respuesta es: ¡me apunto a eso de triunfar!.

En la sociedad actual existe un enfermizo deseo de ser el primero: ¿Puede ser contraproducente?

Totalmente. Antes en cada pueblo había un “tonto”. Ahora, con las redes sociales, los tontos proliferan, se unen y llegan a la conclusión de que, como son muchos, tal vez los tontos sean los demás después de todo. El postureo de redes sociales, el deseo enfermizo de figurar, de mostrar a los demás lo “guay” que somos, se ha convertido en una auténtica enfermedad. ¿Contraproducente? Más bien dramático.

En cualquier proyecto vital o profesional ¿qué porcentaje le da a la suerte y qué porcentaje al esfuerzo?

El factor suerte existe, es algo que no se puede negar ni controlar. Y la suerte a veces sopla de cara y a veces en contra. Es algo que está ahí y hay poco que podamos hacer al respecto. Pero lo que sí podemos hacer es tratar de intervenir en todo ese amplio espacio que queda por fuera de los márgenes del puro azar. Es decir, prepararte muy bien, trabajar, estar atento a las oportunidades y listo para aprovecharlas cuando se presenten. De este modo podemos reducir el peso que la suerte va a tener en nuestra vida. Y lo que es más importante, estaremos en mejor posición para tratar de compensar esos momentos en los que la suerte nos sea esquiva. 

En tiempos de escasez es cuando, más que nunca, tenemos que hacer el esfuerzo de tratar de ver el vaso medio lleno y no medio vacío

¿Cómo se puede ilusionar a la gente en estos tiempos de guerra, crisis energética, inflación, incertidumbre...?

Con lo que yo llamo una mente de abundancia. Y es que en tiempos de escasez es cuando, más que nunca, tenemos que hacer el esfuerzo de tratar de ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Hay que desterrar los pensamientos negativos y sustituirlos por ilusión, por avances, por nuevos proyectos. Hay problemas, sí, pero no los hagamos todavía más grandes lamentándonos por ellos. Una mente de abundancia implica trabajar mucho, entrenarse, ilusionarse y seguir llamando a puertas incluso cuando nos la acaben de cerrar en las narices. Y requiere hablarnos a nosotros mismos con generosidad. Hay que ser autoexigentes, pero también debemos aprender a tratarnos bien en ese dialogo interior que todos mantenemos con nosotros mismos.  

El líder no nace, se hace a través de cientos de horas de entrenamiento y de miles de horas de práctica, creciendo, mejorando y desarrollándose continuamente

¿Qué aconsejaría a los pesimistas, a los derrotistas, a los agoreros y a los incrédulos?

Que abandonen esas posiciones porque no conducen a ningún sitio. Como alternativa, yo les aconsejaría que se hicieran optimalistas. Y ojo que no he dicho “optimistas”, sino “optimalistas”. La diferencia entre estos conceptos está en que mientras que el optimista cree, obcecadamente, que las cosas mejorarán, que los astros de confabularán para que le salgan mejores cartas en la próxima mano, y no contempla otra opción, el optimaslista se adapta a la mano que le ha tocado jugar y sabe sacar el máximo provecho de ella. Es decir, analiza la situación con realismo, pero en lugar de lamentarse por aquello que no puede controlar, se preocupa por mejorar aquello en lo que sí está en su mano intervenir. 

La ilusión lo es todo, sin ella no hay aventura posible porque cuando alguien pierde la fe en el futuro pierde la fuerza en el presente

¿Ha dudado usted alguna vez de sus propios principios?

¡Todos los días! La duda es necesaria para crecer. Necesitas cuestionártelo todo continuamente, cuestionarte el statu quo y cuestionarte a ti mismo. Solo así se puede avanzar. 

El postureo de redes sociales, el deseo enfermizo de figurar y mostrar a los demás lo “guay” que somos, se ha convertido en una auténtica enfermedad

Usted forma a ejecutivos y directivos de grandes compañías. ¿Impera en ellos el único deseo-objetivo de incrementar la cuenta de beneficios o son conscientes del día a día de millones de familias que luchan por llegar a final de mes?

Me he encontrado de todo. Directivos que solo piensan en los beneficios y directivos que prefieren poner el foco en las personas, en los empleados y sus familias, en los clientes. Hay que encontrar un cierto equilibrio. Una empresa no puede sobrevivir sin beneficios, igual que una persona necesita oxígeno para mantenerse con vida. Sin embargo, que necesitemos oxígeno no hace que estemos permanentemente con toda nuestra atención puesta en el acto de respirar. Creo que obtener beneficios no es para nada incompatible con pensar en el bienestar de las personas. De hecho, las empresas realmente buenas obtienen beneficios porque piensan mucho en las personas.

Hay directivos que solo piensan en los beneficios y directivos que prefieren poner el foco en las personas, en los empleados, en sus familias y en los clientes

¿Cómo fue su infancia y juventud en Aspe?

Muy feliz y muy entrañable. Una época llena de recuerdos maravillosos, de aprendizajes y de descubrimientos. Una época de familia, de abuelos, de música, de primeros amores, de amigos y de empezar a conformar y vislumbrar el adulto que más tarde fui y soy. Si hablamos de ilusión, en Aspe me llené de ella en grandes dosis durante aquellos primeros años.

Las cosas empezarán a mejorar en el futuro si empujamos ese cambio en el presente y para eso hay que tener expectativas, planes, sueños… Un objetivo que nos ponga en movimiento

¿Cuáles son sus próximos retos?

Tengo muchos porque ya sabemos que un futuro ilusionante necesita retos para empezar a cobrar forma en el presente. ¿Los míos? Hay un nuevo libro en ciernes que se publicará durante 2023. También continuaremos con el proceso de actualización de mi empresa, Think&Action, para adaptarla a los nuevos desafíos digitales que surgen constantemente. En ese sentido, seguiremos incorporando nuevas competencias y habilidades al equipo y desarrollando nuevas metodologías más adaptadas a los nuevos ecosistemas. Y a nivel más personal, como curioso incorregible y aprendiz continuo que soy, seguir desarrollándome y reinventándome. Y, por supuesto, como todo un buen mago, pretendo seguir sorprendiendo. A mí mismo y a los demás.  

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