El Ayuntamiento de Barcelona ha retrocedido en su plan de derribo del centro okupado de Can Vies. El 26 de mayo llevaba a cabo el desalojo y empezaba la demolición, el 30, el ayuntamiento convergente de Trias ordenaba paralizarla, y el 31, una cadena humana de vecinos iniciaba la retirada de escombros y se ponía en marcha un plan para la reconstrucción. Es un triunfo, aunque vaya vestido de aplazamiento de 2 años y medio y aún deba cerrarse el acuerdo. Pero ¿qué lo ha producido? La espectacularidad de las noches marcadas por las quemas de contenedores, o de la misma excavadora que efectuaba el derribo, lleva a muchos a considerar que es ésta la clave de la victoria: y así lo identifican quienes dicen que «hay que hacer como Can Vies». Creemos que se equivocan: si ese fuera el acierto, la policía no se esmeraría en atizar la provocación y menos en infiltrar agentes a la cabeza de las quemas y las pedradas como hemos visto filmado reiteradas veces.
¿¡Estarían ayudándonos a ganar!?. No, si es casi de manual para la policía, es porque cuando consiguen que sectores del movimiento caigan en la provocación, su respuesta les aísla del grueso de la movilización y facilita centrar la represión en los «violentos » de siempre, tratando de debilitar y descabezar la lucha.
Eso es así, y no es nada nuevo, es la triste historia del movimiento guerrillero. Y se equivocan quienes centran sus acciones en ello, pues sin pretenderlo le hacen el juego a los intereses de la represión. Sólo que en Sants eso no fue así. Para situar la respuesta solidaria de los miles que llenaron las calles del barrio el mismo 26 bajo una lluvia torrencial y las decenas de miles que lo hicieron en el centro de Barcelona el sábado 31, hay que recordar primero los 17 años de centro okupado que se ha sabido insertar en la vida del barrio, y después, la apuesta del ayuntamiento de liquidarlo de forma brutal a base de cargas policiales. El despliegue y las cargas fueron tales –con destrozos en locales como el de la Directa, o la Ciutat Invisible-, el dispositivo de sitio del barrio de tales dimensiones, que consiguieron el efecto contrario: a pesar de las acciones que alejaron a sectores de población que lo veían por televisión, tanto los vecinos del barrio como los de la ciudad a los que llegaban las cargas o la represión respondían con una solidaridad que se multiplicaba no sólo en las calles, sino en cada balcón con caceroladas masivas, cuando los Mossos d’Esquadra cargaban o rodeaban a grupos de manifestantes.
Porque a lo que ya no se le ha dado tanto bombo ha sido las caceloradas de los vecinos en cada esquina de Sants, que acosaban a la policía hasta las 2 y las 3 de la mañana, se abrían portales o garajes para cobijar a grupos de manifestantes… incluso en pleno centro, cuando fue rodeado un grupo de 200 personas en Gran Vía/Rocafort a las tantas de la noche, los vecinos de esa zona salieron a apoyar con las cacerolas.
Obviamente, si hubo solidaridad fue porque había lucha, y en eso Can Vies fue ejemplo de resistencia, de convocatorias permanentes que durante toda la semana impedían que se hicieran los trabajos de derribo porque lo central para el ayuntamiento era la represión de un movimiento que no paraba y se extendía en movilizaciones solidarias de barrio en barrio y de pueblo en pueblo. Sí, «hay que hacer como Can Vies», responder a las agresiones con movilización, resistir y extenderla y superar el aislamiento reuniendo a miles para que el problema social y político creado se cierre a favor de la lucha.
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