Hace poco conocíamos la campaña #DesnudaLaFruta que denuncia la invasión que vivimos de frutas y verduras envasadas con plásticos. Es una protesta directa contra distribuidores y comerciantes, pero también una llamada de atención a nosotros como consumidores, que somos los que en teoría tenemos la última palabra. ¿Por qué deberíamos rechazar tantos envases de plástico y cuáles son las alternativas a nuestro alcance?
El plástico domina nuestro día a día. Es un material que nació para revolucionar la vida y ha terminado por invadirlo todo. Sus virtudes son muchas y por eso se utiliza, pero las consecuencias de su uso y abuso están siendo nefastas para el medio ambiente. Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta Europa, y el mundo, es el exceso de basura, con los plásticos plásticos a la cabeza. ¿No es hora ya de ponerles freno?
Plástico y medio ambiente: la gran amenaza mundial
Mucho se está hablando de los problemas medioambientales del aceite de palma o de la industria cárnica, pero hay otra problemática quizá mucho más urgente que está amenazando la protección del planeta: la acumulación de residuos plásticos altamente contaminantes. Y ahora Europa se enfrenta a un capítulo más en este asunto, pues China ya no va a importar nuestros residuos para reciclarlos.
Expertos y organismos de todo el mundo no dejan de alertar de la gravedad de la situación y de la necesidad de tomar cartas en el asunto con medidas reales y efectivas. Tanto es así, que la ONU ha dedicado el Día Mundial del Medio Ambiente de 2018 a vencer la contaminación por plásticos.
¿Es el plástico el demonio? Está claro que hay otros materiales que también contaminan en su producción y que también pueden acabar en la basura -y lo hacen-, pero el plástico ha terminado invadiendo toda nuestra vida fomentando la actitud de “usar y tirar”. Cada vez abusamos más de objetos y, sobre todo, embalajes de plástico que terminan rápidamente en la basura.
Las cifras que detalla el World Economic Forum en colaboración con la Fundación Ellen Macarthur en su documento The New Plastics Economy no engañan; con los datos actuales, si en 2014 se produjeron 311 millones de toneladas de plásticos, se estima que llegaremos a unos 1,124 millones de toneladas en 2050. Esto quiere decir que habrá más plástico que peces en los océanos.
Apenas se recoge un 14% del plástico mundial para su reciclaje, y finalmente solo termina reciclándose un 5% -si es que realmente se recicla-. Mientras tanto, seguimos produciendo, consumiendo y tirando toneladas de envases que permanecen durante siglos en el medio ambiente. Además, es una industria que consume petróleo, pudiendo llegar en 2050 a destinarse el 20% de la producción mundial de petróleo solo para fabricar envases de plástico.
¿Qué hacen los países para combatir la contaminación del plástico?
Lo que propone la New Plastics Economy es rediseñar todo el sistema industrial para aunar esfuerzos e innovaciones unificando la legislación y los modos de actuar. Es imposible acabar totalmente con el plástico, pero sí podemos cambiar nuestra relación con él: la mejor solución parece estar en los principios de una economía circular. Es decir, evitar el desperdicio creando una cadena de reciclaje y reutilización del propio material.
Pero para lograr ese “residuo cero” ideal también hay que reducir el abuso de los plásticos de usar y tirar en nuestra vida. Por eso son muchos los países que están aplicando legislaciones al respecto, España incluida. La medida más conocida y con la que estamos más familiarizados es la prohibición de regalar bolsas de plástico de un solo uso en los comercios, pero hay otras.
Francia, por ejemplo, prohibirá los platos, vasos, tazas y cubiertos de plástico y Baleares plantea algo parecido, mientras que en Reino Unido se han prohibido los microplásticosy quieren acabar con el uso de vasos y tazas desechables que no sean de materiales reciclados. Además se está reduciendo el uso de pajitas y en Estados Unidos ya hay lugares donde han prohibido las botellas de plástico.
La Comisión Europea aprobó el pasado mes de enero una estrategia europea sobre los plásticos para facilitar la transición a esa economía circular. Se pretende hacer más rentable el reciclaje para las empresas, frenar los residuos plásticos y sobre todo combatir la basura de los mares. Así, todos los envases de plástico de los países miembros deberán ser reciclables o reutilizables para el año 2030. Es difícil, pero sería preferible acelerar todas estas medidas para actuar ya.
¿Por qué esa invasión de frutas y verduras envasadas?
Por el momento no parece que estas políticas estén teniendo un efecto real en los comercios. Como señala #DesnudaLaFruta, supermercados, hipermercados e incluso tiendas de barrio están llenas de embalajes y envases de plástico que rozan el absurdo. ¿Por qué esa invasión?
Se podría argumentar que el filmado, las bolsas perforadas y las bandejas de poliespan protegen los productos vegetales, pero en realidad es una cuestión más de comodidad y ahorro por parte de los distribuidores y comerciantes. De hecho, hay frutas y verduras que se estropearán más rápidamente dentro del plástico, y por eso conviene liberarlas siempre al llegar a casa.
¿Quién envasa los productos? Depende del productor y de sus clientes. Por ejemplo, yo misma visité un campo de brócoli en Murcia propiedad de un amigo de la familia cuya cosecha se subasta a la baja -al estilo de las lonjas de pescado-, sin más preparación. Pero las grandes empresas que manejan volúmenes mucho más grandes de cultivo pueden ofrecer otras soluciones a los clientes, que pueden demandarlo ya envasado.
El proceso se puede hacer directamente a pie de campo o en las instalaciones de las propia productoras que disponen de maquinaria especial, normalmente con envases diseñados por otras compañías que trabajan específicamente para ofrecer este tipo de soluciones. El agricultor tiene que vender su producto, y para eso no le queda más remedio que amoldarse a los deseos de los clientes, sea a granel o sea envasado.
¿Y por qué hay tantos distribuidores y comerciantes que prefieren comprar vegetales envasados? El motivo último está claro -y es bien lógico-: también quieren vender, y quieren sacar el máximo beneficio posible. Las frutas y verduras perfectamente presentadas en envases de plástico son más cómodas y más atractivas a los clientes.
Sí, los consumidores tenemos gran parte de la culpa. Nos hemos vuelto demasiado comodones; con la excusa de que la vida no nos deja tiempo ni energías para nada, intentamos ahorrar el máximo esfuerzo a la hora de alimentarnos. Esto lleva a abusar de los ultraprocesados, y también de los embalajes de plástico.
Lo confirma el último informe de la Consultura Nielsen: la comodidad es una tendencia en alza a la hora de llenar la cesta de la compra. Platos preparados o listos para cocinar que ahorren trabajo en casa, ganando cada vez más peso los formatos de tamaño reducido para hogares con familias de pocos miembros.
Eso se une a un creciente interés por “comer más sano”, lo que ha llevado a las empresas a lanzar pequeños envases de plástico con fruta pelada lista para comer, bolsas de patatas para cocinar directamente en el microondas o bandejas filmadas de floretes de brócoli ya cortados. Más saludable que una comida precocinada pero, ¿más sostenible?
Y el consumidor también quiere ver productos que luzcan bonitos. La venta granel no tiene por qué estropear las frutas y verduras, pero sí requiere una manipulación más cuidadosa. Una empresa distribuidora o el supermercado que compra directamente al productor necesitará más mano de obra para presentar los vegetales correctamente si no están envasados.
Es mucho más fácil cargar y descargar un camión, llevar el producto al almacén y luego reponer los lineales si viene en una bandeja rígida envuelta en plástico. El empleado puede ir mucho más rápido, sin tanto cuidado, y podrá hacer el mismo trabajo que dos personas reponiendo un estante de verduras a granel.
Desde el punto de vista del puro marketing también interesa el envase, ya que permite añadir logotipos, mensajes, promociones, códigos QR, etc. Además, los envases evitan las colas y esperas obligadas por tener que pesar el producto -ya sea el cliente o en caja-. Al final es una cuestión de comodidad logística, ahorro y ponérselo fácil al consumidor.
Frutas y verduras envasadas más sostenibles: alternativas al plástico
Las grandes empresas no son ajenas al cambio de tendencias de consumo y son conscientes de que hay una mayor demanda de alimentos sanos y sostenibles que tengan, además, cierto valor añadido. El crecimiento del mercado ecológico así lo demuestra, y por eso son cada vez más las que apuestan por presentar los vegetales en envases que no dañen el medio ambiente.
La madera transmite mejor esa sensación de producto natural y “del campo”, y el cartón es una alternativa más barata que también puede conservar bien el género. No todo vale, ahora se usan cada vez más materiales reciclados y reciclables, pero con patentes de diseño y tecnologías que ofrecen una solución viable al cliente para transportar y manipular los productos sin que se estropeen.
Por ejemplo, la empresa almeriense Ejido Cartón tiene un amplio catálogo de embalajes de diferentes formatos de cartón resistente a la humedad y también una línea de envases de mínimo residuo elaborados con papel kraft, con certificados FSC y PEFC. Una de las firmas líderes del sector, Smurfit Kappa, destaca que el embalaje de cartón ondulado está impulsando las ventas, y se observa una mayor demanda de envases más sostenibles y 100% biodegradables.
Parece que la demanda de alternativas más sostenibles en el envasado de productos hortofrutícolas es un hecho y va a marcar el futuro próximo. También la asociación Cluster Innovación Envase y Embalaje está valorando crear un grupo de trabajo para desarrollar envases plásticos procedentes de materiales reciclados, y José Navarro, director general de la consultoría de packaging PackCo, afirma que “El consumidor busca la naturalización del packaging, que sean respetuosos con el medio ambiente y tan ecológicos como parecen”.
Madera y derivados de la madera, cartón y papel reciclado, plástico biodegradable procedente de materiales reciclados, mallas y otros tejidos de fibras vegetales, envases de vidrio reciclado... hay mucho terreno para la innovación en este campo, y parece que las empresas por fin están invirtiendo en I+D para ofrecer alternativas que satisfagan a productores, distribuidores, comerciantes y consumidores.
Así están respondiendo los supermercados y otras empresas
En los últimos años la población cada vez se preocupa más por su salud y también por el medio ambiente; esto puede explicar el crecimiento del mercado ecológico y el rechazo a productos como el aceite de palma, cuyo consumo tiene peores consecuencias en la naturaleza que en el propio consumo humano.
Estas preocupaciones no son ajenas tampoco a los grandes comercios, fundamentalmente cadenas de supermercados e hipermercados. Un gran porcentaje de los alimentos y otros productos que compramos provienen de estos centros, y por tanto juegan un papel clave en esta cadena.
Las grandes empresas llevan tiempo apostando por un modelo de trabajo más sostenible, afirmando su compromiso con el medio ambiente con distintas acciones. Tenemos el ejemplo de Mercadona y la transformación de sus tiendas a modelos eficientes, pero no son los únicos. Aldi, Lidl, Carrefour o Alcampo declaran tomar medidas como la optimización de sus recursos, la reducción de residuos y del desperdicio alimentario; sin embargo, sigue habiendo un exceso de embalajes plásticos en todos los comercios.
Las cadenas alemanas parecen llevar la delantera en el tema de los plásticos, pues es un tema que lleva preocupando mucho más tiempo en países del centro y norte de Europa. Aldi, por ejemplo, afirma que su embalaje se hace mayoritariamente con materiales reciclables y que utilizan productos de papel y madera con certificado de sostenibilidad; por su parte Lidl recientemente ha anunciado que reducirá el uso de plásticos.
La sociedad está cada vez más concienciada y están llegando ejemplos a seguir desde tiendas más pequeñas, como los supermercados de todo a granel o el caso más reciente del pasillo “sin plástico” en la cadena Ekoplaza de Holanda. Mientras tanto, grandes compañías como Unilever, Coca-Cola, PepsiCo, Mars o Danone se han comprometido a trabajar para que en el año 2025 se utilicen solo materiales 100% reciclados o reciclables.
¿Qué alternativas tenemos los consumidores?
No nos engañemos: las grandes y pequeñas compañías siguen utilizando embalajes plásticos porque les sale a cuenta. Y eso quiere decir que los consumidores seguimos comprándolos en masa. Desde el punto de vista logístico y económico simplifica y abarata la cadena de producción, pero es que además el público no los rechaza. Al menos, de momento.
¿Falta de interés, desinformación, inconsciencia, falta de responsabilidad? Quizá la desconexión del ciudadano medio con los problemas ambientales sea una mezcla de muchos factores, pero algo está cambiando. A las asociaciones ecologistas se están sumando voces que, gracias a la viralidad de las redes, están haciendo ruido para despertar nuestra conciencia.
La repercusión de la campaña #DesnudaLaFruta es un claro síntoma de que nos preocupa también nuestro papel en la protección del planeta. Si no queremos frutas y verduras envasadas de forma absurda, la solución en realidad es fácil: no comprar estos productos y demandar alternativas. ¿Realmente es tan sencillo, si parece que vivimos invadidos por el plástico?
Detrás del movimiento están Isabel, autora de La Hipótesis Gaiga y Patricia y Fernando, responsables de Vivir sin Plástico, que hace tiempo decidieron cambiar radicalmente su forma de consumo. Ellos demuestran que se puede vivir sin plástico y comparten muchos recursos e ideas para animar a los demás a unirse en su lucha.
Eliminar por completo el plástico de nuestra vida de la noche a la mañana puede ser complicado, pero sí hay alternativas para, al menos, evitarlo en la compra de alimentos. Podemos empezar por el supermercado, donde casi siempre hay opciones a granel. No hace falta meter un mango dentro de una de esas bolsitas desechables: podemos pegar la etiqueta del peso directamente en cada unidad o dejar que lo pesen sin más.
Además hay cada vez más comercios que están camibiando las bolsas de plástico por otras de papel reciclado, algo que ya hacen también en muchos mercados y mercadillos. Claro que en estos casos, es mejor aún acercarnos a comprar con nuestras propias bolsas de materiales reciclados, o podemos recuperar la tradicional cesta.
Las tiendas a granel, como Mirru en Madrid, son la mejor alternativa para hacer la compra sin residuos. Parece que se han puesto de moda y hay algunas en ciertos barrios que son demasiado bonitas y con precios disparados, pero no son las únicas. Los mismos Patricia y Fernando pusieron en marcha la web Tiendas a Granel con un mapa interactivo que reúne este tipo de comercios en España y otros lugares del mundo.
¿Sale más caro comprar a granel? La respuesta no es tan simple y depende de muchos factores. Obviando las tiendas más premium, la diferencia de precio puede estar en la calidad y en la cara social de los costes de producción. Una multinacional puede permitirse abaratar los precios, pero un pequeño productor tendrá que ajustar más. Depende de cada uno elegir dónde va a parar su dinero y si le merece la pena la diferencia.
Ana Melm, autora del blog Migas en la Mesa, también lleva mucho tiempo declarándole la guerra al plástico y apostando por la producción local. En su opinión, que la compra a granel se esté poniendo de moda es una buena noticia aunque no tiene nada de nuevo; cualquier frutería de barrio de toda la vida o los comercios árabes se basan en este sistema de venta, incluyendo legumbres e incluso cereales. Ella distingue dos categorías:
Están las que de verdad creen en un mundo más sostenible y son honestas como Granelmadrid, que tiene unos precios justos (...); y las que se han subido al carro del pijerío hipster y te venden las harinas a precio de raspadura de cuerno de unicornio. Yo me asomo, si los precios de la harina o la legumbre están expresados por cien gramos, lo más probable es que sea de las segundas; ¡aunque no hay que tomarlo a rajatabla, claro!
Además nos recuerda que hay muchas cosas que podemos hacer en casa para comprar menos, como bebidas vegetales, yogur o pan de molde, e incluso productos de limpieza. Por ejemplo, invirtiendo en una buena cantidad de almendras a granel podremos elaborar muchas botellas de leche de almendras, y además nos aseguramos de que no llevará azúcares añadidos.
Ana también tiene experiencia con los grupos de consumo, otra buena opción si de verdad nos preocupa el medio ambiente. En lugar de comprar una piña “ecológica” que viene de América envasada en plástico, podemos comprar directamente a productores locales, según lo que la tierra ofrezca en cada momento. Tenemos menos opción de elegir, pero es una buena forma de reencontrarnos con los ciclos naturales de la tierra.
En los últimos años también han aparecido proyectos que permiten comprar online verduras, frutas, legumbres, cereales e incluso huevos o lácteos, con la comodidad de recibirlo en casa. Los mercados de productores también están en alza, y por supuesto seguimos teniendo los mercados -o “plazas”, como se siguen llamando en algunas regiones- urbanos y los mercadillos callejeros semanales.
Hemos hablado en otras ocasiones de la compra a granel como solución para deshacernos de embalajes innecesarios, y el número de tiendas que apuestan por este modelo va en aumento, no solo limitándose a frutas, verduras y legumbres. Ya vimos cómo en Alemania o Dinamarca aparecen locales en los que incluso los líquidos o el jabón se suministran a granel, facilitando envases reciclados y reciclables a los clientes.
Falta que los supermercados e hipermercados se sumen a este movimiento con iniciativas reales y efectivas. Es el objetivo de la asociación A Plastic Planet: reducir drásticamente nuestro consumo de plástico, especialmente en el mercado de los alimentos. Creen que reciclar es inútil y la única solución es cortar de raíz con nuestra dependencia de los envases de plástico.
El ya mencionado supermercado holandés con un pasillo libre de plásticos es el primer gran ejemplo de cómo las cadenas pueden transformar su sistema de venta. En Gran Bretaña parecen comprometidos con la causa, pero asociaciones ecologistas como Greenpeace exigen medidas radicales y urgentes; no pueden ser planes difusos a largo plazo.
Los consumidores podemos contribuir a marcar la diferencia. El problema del abuso del plástico nos afecta a todos, y todos somos responsables en mayor o menor medida. No todos tenemos la facilidad de desterrar al plástico por completo, pero cualquier gesto cuenta. Podemos empezar comprando el brócoli entero a granel y olvidarnos para siempre de las bandejas con la verdura cortada.
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