Existe una tesis muy extendida de que el Estado de bienestar en los países europeos no es sostenible, tal y como se expuso recientemente en el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa, en el marco de los debates La sociedad catalana en el siglo XXI, coorganizados con el Institut d’Estudis Catalans y la Associació Catalana de Sociologia. En Catalunya, esta tesis se ha convertido casi en un dogma. Los enormes recortes que se han ido imponiendo se han estado justificando con el argumento de que el Estado de bienestar público no se puede pagar. El que no podamos pagarlo ahora parece asumir que somos más pobres ahora que antes. Pero los datos no lo muestran.
El PIB per cápita es mayor ahora de lo que era hace quince años. Si somos más ricos, ¿por qué no lo podemos pagar? El problema no es que no tengamos recursos, es que están muy mal distribuidos. Si miramos la distribución de las rentas en Catalunya y en España, veremos que las rentas del trabajo han ido bajando en los últimos años, mientras que las del capital han ido subiendo. Puesto que la mayor parte de los ingresos del Estado proceden de las rentas del trabajo y estas han ido bajando, los ingresos al Estado, también.
Y ahí está parte del problema. Si redistribuyéramos las rentas gravando las rentas del capital al mismo nivel que las del trabajo, y aplicáramos políticas públicas encaminadas a aumentar los salarios y el porcentaje de la población que trabaja, conseguiríamos más ingresos para el Estado para no sólo sostener, sino también expandir el Estado de bienestar.
Otro argumento que intenta promover la tesis de la inviabilidad del Estado de bienestar es que la transición demográfica, con cada vez más ancianos y menos jóvenes, crea un enorme problema para el pago de las pensiones, pues las pensiones de los ancianos son pagadas por los jóvenes. Pero ni en Catalunya ni en España hay escasez de jóvenes. En realidad, los estamos exportando. Y ni en Catalunya ni en España hay escasez de gente que quiera trabajar. Tenemos una de las tasas de paro más altas de la UE-15. Si tuviéramos las tasas de ocupación de los países nórdicos y sus niveles salariales, tendríamos ingresos públicos más que suficientes para, no sólo mantener, sino también expandir el Estado de bienestar, incluyendo las pensiones.
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