Fairtrade es la primera y principal certificación voluntaria para productos del mundo, que además tiene sus orígenes en el europeo de Movimiento de Comercio Justo que comienza a mediados de los sesenta y se consolida como tal en los años ochenta. En 1997, numerosas organizaciones europeas dedicadas a fomentar y garantizar el comercio justo, deciden unirse en Holanda bajo una sola cúpula llamada Fairtrade International.
En la actualidad Fairtrade International tiene su sede en Bonn y es una asociación de 24 organizaciones nacionales, que trabajan para asegurar mejores condiciones a los productores del sur mediante la auditoría y certificación de sus productos para conceder el sello Fairtrade. Una de ellas es Fairtrade Ibérica, que dirige el economista madrileño Álvaro Goicoechea. Con motivo de la celebración este sábado del Día Mundial del Comercio Justo, ConsumoClaro le ha entrevistado para explicar el estado actual de este movimiento.
¿Cómo ve e movimiento actualmente en España?
Lo veo con bastante retraso respecto a Europa, tanto por la actitud de las empresas en la adopción de prácticas de comercio justo como en la del consumidor, que es el que al final quien con su demanda tira del carro. Pero poniendo el asunto en perspectiva y por la experiencia de que todo acaba llegando, creo que el futuo es alagüeño, porque en otros países del norte y centro de Europa, el comercio justo ya es una de las normas, junto a los productos bío, en su cesta de la compra.
Dentro de 20 años, igual que demandamos cada vez más ecológico, de proximidad, integral, libre de ciertos aditivos, etc., demandaremos el sello del comercio justo. No necesariamente Fairtrade, ya que hay otros, pero sí uno que nos garantice que tras ese producto ha habido unas condiciones determinadas.
Hablando de los sellos, ¿no está perdiendo el comercio justo la batalla con lo bio, lo gluten free y otros?
Un poco sí, pero es que realmente hay una invasión de sellos en muchos productos, unos justificados y otros que tienen más de marketing. Da la sensación que cualquier producto cuantos más sellos tenga mejor, y el 99% de los consumidores no saben que hay detrás de un sello o se confunden. Le hemos otorgado al cliente la obligación de saber qué hay detrás de un sello, pero no lo sabe.
En una tienda puede preguntar, pero en la gran distribución se pierde y al final el efecto del sello termina por pasar desapercibido. Hemos llegado a un punto en el que es complicado entender un sello al comprar un café, cuando no sucede lo mismo cuando vas a comprar una lavadora y con cuatro signos de etiquetado te explican si ahorra, si lava en seco, etc.
Yo creo que debemos luchar para explicarnos mejor, sobre todo en España, donde la gente sigue creyendo que los sellos de comercio justo somos ONG en el sentido clásico -que al final lo somos- y que lo que hacemos es recolectar limosnas y ayudar a comer a gente de sitios lejanos. No ven que detrás nuestro hay un complejo sistema de certificación que da unas garantías.
¿ Qué garantiza un sello de comercio justo?
Básicamente ofrece garantías en tres vertientes: la económica, la social y la medioambiental. En la económica garantiza que le producto tienen el precio mínimo comprable, es decir el que cubre los gastos de producción y que además permite que haya un porcentaje del mismo que se reinvierta en la comunidad y la cooperativa, ya sea en desarrollo social, de salud o de mejores herramientas, etc. Es la cooperativa la que decide.
En la vertiente social, aseguramos que no hay mano de obra infantil explotada, que las mujeres que trabajan tienen un sueldo igualitario y tampoco son explotadas, que en la economía del producto intervienen tanto cooperativas como sindicatos y otros agentes sociales. En cuanto a la vertiente medioambiental, se intenta en medida de posible que los productores pasen la mayor parte de su producción a ecológica.
¿No es totalmente ecológica?
Estamos en ello, pero hay que ser realistas. Poco más del 50% de los productos que se venden están en la clasificación ecológica, si bien van creciendo a base de concienciación y educación. Hay que pensar que muchas veces lo que se exige es una actualización de las prácticas a las circunstancias ecológicas actuales.
Por ejemplo, que optimicen el uso del agua o que reciclen los residuos; esto exige inversión y modernización, no se hace de un día para el otro, porque a muchos productores hasta hace bien poco las multinacionales les pedían unos requisitos de producción salvajes que solo se podían conseguir con prácticas muy intensivas y poco ecológicas. Al final se trata de que progresivamente vayan pasando el grueso de su producción a nuestros requisitos, pero con libertad para vender a otros actores.
¿Cómo vive el comercio justo codo a codo con los monstruos del capitalismo?
Pues ganando parcelas en la distribución. En España de momento no lo verás, pero ya hemos comentado que en Escandinavia, Reino Unido, Países Bajos, Austria o Alemania el comercio justo es la norma en muchas cestas de la compra, y esto supone una gran presión sobre los conglomerados de la distribución.
Son ellos mismos los que nos vienen a pedir la certificación para sus fábricas y sus productos, porque la demanda en supermercados de comercio justo no para de crecer. Y no solo en los canales comerciales, también se reclama el compromiso de las instituciones, como sucede en Dinamarca, donde la ropa de muchos funcionarios como barrenderos, jardineros, policías, bomberos, etc., salvo en casos de tejidos especiales, se hace con tejidos de comercio justo.
A tenor de esto se me ocurre preguntar si podríamos en un futuro solucionar el tema de la ropa low cost mediante el comercio justo.
Sería muy bueno, pero no será fácil. Por lo pronto hemos creado los Foros de la Moda Sostenible donde luchamos porque asistan los grandes, que quieren evolucionar pero no pueden hacerlo de un día para el otro. Pero tampoco debemos ser hipócritas: si una tienda que todos conocemos vende camisetas de marca a dos euros en la Gran Vía de Madrid, las colas que se forman son de cientos de metros. Debemos concienciarnos y saber que eso casa muy difícilmente con sostenibilidad y comercio justo.
Pero es que la gente tiene cada vez menor poder adquisitivo. ¿No será el precariado un enemigo del comercio justo?
No lo creo, porque en países donde los productos de comercio justo son más caros que aquí y donde también hay una precariedad creciente, el sello para mucha gente es una prerrogativa en su elección; lo buscan en el producto. Es un tema de concienciación y de valores, no de bolsillo, ya que realmente el comercio justo, más que una certificación, es una filosofía sobre la que asentar una sociedad de consumo en el futuro.
Para terminar: ¿dónde va el dinero que Fairtrade cobra para permitir que se use su sello?
Todo el mundo paga por el sello en función de sus ventas, no hay cuotas fijas. De lo recaudado hay un 25% que reinvertimos en la cooperativa de productores; un 50% destinado a cubrir gastos de estructura, entre los cuales los sueldos del personal de Fairtrade, así como a acciones de promoción; finalmente, un 25% va a parar a los cuarteles generales, para soportar toda la estructura. Ya ves que no tenemos afán de lucro, sino de de sostenibilidad.
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