Las pérdidas millonarias que arrasan el sector agrícola norteamericano llevaron a que el año pasado aumentara un 20% el número de bancarrotas;
a esto se les añaden factores como la caída constante de los precios y
los cambios en el patrón de lluvias debido a los efectos del cambio
climático, hasta el punto de que una porción cada vez mayor del sector
apenas se sostiene sino con la inyección constante de abultados fondos
públicos, una respiración asistida que está evitando de momento que se
expida el certificado de defunción definitivo. Es un cóctel que acaba pasando de la tierra a la persona: los casos de estrés, depresión y suicidios de granjeros se han disparado en la última década.
En los últimos meses,
el suicidio de campesinos ha empezado a tomar una enorme relevancia
pública y política. Uno de esos episodios más impactantes fue el de Chris Dykshorn, granjero de Platte, un pequeño pueblo agrícola de 1.200 habitantes en Dakota del Sur.
Según contó entonces el Washington Post, Dykshorn se quitó la vida en noviembre tras acumular una deuda de más de 275.000 euros.
El granjero no había podido vender su cosecha por la situación de
bloqueo desatada por la guerra comercial de Trump con China. Además, las
lluvias intensísimas habían anegado sus tierras, lo que había reducido
la cosecha siguiente. Se pegó un tiro con una pistola. Dejó mujer e
hijos.
Aunque no hay datos
recientes oficiales sobre el incremento de los suicidios entre
granjeros, un reciente estudio de la Universidad de Iowa ha encontrado
que entre 1992 y 2010, la tasa de suicidios de los granjeros y
agricultores es, al menos, tres veces más alta que para el resto de la población.
Según ese estudio, durante esos 18 años un granjero se suicidó cada mes (230 en total).
Y las asociaciones del sector aseguran que esta cifra se está
incrementando en los últimos cinco años debido al desplome del sector.
Según ese estudio, durante esos 18 años un granjero se suicidó cada mes, o lo que es lo mismo, 230
El
Sindicato Nacional de Granjeros (NFU, en inglés), el tercero en tamaño
del país al aglutinar a más de 200.000 agricultores (fundamentalmente
familias y pequeños propietarios), lanzó en la primavera de 2017 junto a
otros colectivos agrícolas, una página web para asistencia en casos de
estrés y depresión. En apenas tres años ha recibido 17.000 visitas.
"La situación económica en el mundo rural es muy difícil,
con enormes pérdidas y problemas de rentabilidad, y en esas zonas las
personas están muy aisladas, es un entorno muy hostil si las cosas van
mal”, asegura Mike Stranz, director de políticas del NFU.
Una sucinta
radiografía del campo americano arroja las siguientes cifras: el pasado
año el sector cerró el ejercicio con unos ingresos netos de 85.000 millones de euros (según
la previsión del Departamento de Agricultura), un el 10,2 por ciento
más respecto al año anterior pero un 32,3 por ciento menos que "el pico
de 136.600 millones de 2013 [unos 126.000 millones de euros]". Esto
significa una sangría de casi 6.800 millones de euros cada año. Es
decir, unos 19 millones de euros en pérdidas diarias para un sector de
dos millones de personas.
La última racha de números rojos comenzó en 2013
La última racha de
números rojos comenzó en 2013 y más de la mitad de los granjeros ha
tenido pérdidas desde entonces. El futuro no envía señales de mejora. Al
cierre de 2019 la deuda del sector se situó en más de 382.000 millones de euros, la más alta jamás registrada.
Stranz señala dos
elementos clave para explicar este derrumbe. Uno es de carácter más
puntual; el otro, sin embargo, es mucho más estructural y de calado. El
primero es la guerra comercial de Trump con China en particular y con
medio mundo en general (UE, América Latina, etc.). El segundo, advierte
Stranz, "el cambio en los últimos años de los patrones climáticos a los
que estábamos habituados en Estados Unidos".
Eso incluye
períodos de sequías con inundaciones severas, como la que el año pasado
retrasó la siempre de maíz y de soja; la misma que arruinó la cosecha de
Chris Dykshorn. El maíz y la soja son los dos cultivos clave en Estados
Unidos. Según el Departamento de Agricultura, en 2018 el valor anual de
la cosecha de maíz ascendió a unos 47.000 millones de euros. En segundo
lugar se situó la soja, con 35.850 millones. El siguiente cultivo fue
el heno, con 15.600 millones.
El pasado mes de
agosto, el Departamento de Agricultura (el equivalente al ministerio)
informó de que los granjeros habían tenido que dejar sin sembrar casi
ocho millones de hectáreas (una extensión similar a toda Andalucía). Es
la cifra más elevada desde que el Departamento empezara a realizar estas
mediciones, en 2007.
Según la
Administración Nacional Atmosférica y Oceánica, los doce meses
transcurridos entre junio de 2018 y mayo de 2019, ambos inclusive,
fueron los más lluviosos y húmedos jamás registrados en la historia del Medio Oeste del país, los doce Estados del centro norte, entre ellos Illinois, Iowa, Minnesota, Wisconsin o Kansas.
Muchos granjeros del Medio Oeste tienen riesgo de suicidio
En estos Estados
es, precisamente, donde el estudio de la Universidad de Iowa halló una
de las tasas mayores de suicidios entre granjeros: uno de cada tres
había ocurrido en esa zona del país.
"Muchos de los granjeros del Medio Oeste reúnen el perfil para tener un elevado riesgo de suicidio:
edad media, blanco, varón, un entorno laboral completamente volátil y
una vida en aislamiento, a lo que se añade el fácil acceso a un arma.
Muchos de esos suicidios han sido causados por un arma de fuego",
explica Brandi Janssen, una de las autoras del estudio.
Esto es debido, fundamentalmente, a
que en Estados Unidos no existe ni el derecho intrínseco a la salud ni
un modelo sanitario público como se entiende en Europa
La
coautora de esta investigación, Corinne Peek-Asa, añade a este cuadro
"la carencia de recursos dedicados a la salud mental en esas zonas
rurales. Esto ha llevado incluso a que este año los senadores Grassley
(republicano de Iowa) y Tester (demócrata de Montana) hayan promovido en
el Senado una normativa sobre salud mental en el mundo rural. Sin
embargo, la financiación de la infraestructura que conllevaría la medida
está encontrando problemas". Esto es debido, fundamentalmente, a que en
Estados Unidos no existe ni el derecho intrínseco a la salud ni un modelo sanitario público como se entiende en Europa.
En cuanto a la guerra comercial con China, Stranz señala que las importaciones de productos agrícolas realizadas por ese país han caído un 20%. "El reciente acuerdo con China anunciado tiene buena música pero desconfiamos de cuanto se ha dicho porque otras veces hubo bonitas
palabras que no se cumplieron. Cuando veamos mejorar nuestra situación,
nos lo creeremos", asegura el director de políticas del NFU,
organización que ha sido muy dura con la administración Trump.
La NFU, de hecho,
ha emitido recurrentes comunicados a favor de la inmigración y su
regularización, de políticas sobre cambio climático y de la promoción de
energía sostenibles, entre otros asuntos que están lejos de ser la
punta de lanza de la administración Trump.
Hasta el punto de
que, en marzo de 2019, en el congreso por el 117º aniversario de la
fundación de la NFU, Michael Stumo, el presidente de la Coalición por
una América Próspera (una ONG sobre comercio, empleo, impuestos y
crecimiento sostenible), aseguró sin ambages que "el laissez-faire, el enfoque del libre comercio está arruinando nuestro campo".
La NFU defiende
desde sus inicios en 1902 el sistema agrícola basado en la producción
local sobre la base de las granjas familiares, "una granja gestionada por una familia,
que asume los riesgos y la toma de decisiones, es una piedra angular
para una sociedad progresista, libre y democrática así como para un
sistema alimentario estable y seguro. La verticalidad de una
multinacional de grano o de un conglomerado empresarial dedicado a la
alimentación está lejos de ser una granja familiar" afirma Stranz.
Las grandes granjas, las únicas que no pierden
A perro flaco
todos son pulgas, dice el dicho; de lo que se podría colegir lo
contrario: a perro robusto todo son ganancias. Es decir, ante la mala
situación que afecta especialmente a los pequeños agricultores y
granjeros, los grandes propietarios de tierras (con más mimbres para
resistir los embates de esta crisis) se están frotando las manos:
mientras que Estados Unidos ha perdido unas 100.000 granjas entre 2011 y
2018, el número de grandes granjas (a partir de 800 hectáreas) ha
aumentado de forma estable durante ese período de tiempo. "Se está
produciendo una concentración cada vez mayor de tierras en menos manos",
alerta el NFU.
Estados Unidos ha perdido unas
100.000 granjas entre 2011 y 2018 pero el número de grandes granjas (a
partir de 800 hectáreas) ha aumentado
El
pasado mes de mayo, Patty Edelburg, vicepresidenta de la NFU, aseguró
en una entrevista: "Está siendo una locura. Muchas cosechas se han
quedado en el suelo porque se han perdido enormes mercados de
exportación, mercados que había tenido durante 30 años. Estamos sufriendo cada vez más bancarrotas y muchos más suicidios de granjeros. Es demencial". Hace casi diez meses de esta afirmación y la sangría sólo se agranda.
Esta es la
radiografía actual del campo de Estados Unidos: frente a la imagen
fresca, apacible y hasta bucólica de la América rural, la realidad es un
sector devastado al borde de la ruina, unos campos infinitos cuyas cosechas en vez de transmitir serenidad y abrigo transmite soledad y angustia.
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