9 ene 2022

¿Qué tienen que ver las criptomonedas con la crisis en Kazajistán?

La mañana de Reyes, los analistas de las criptomonedas en todo el mundo se levantaron con una desagradable sorpresa. El poder de computación global de la red de bitcoin, la capacidad de minado, se había despeñado. Con él, también cayó el precio de la principal criptomoneda: de 40.542 el miércoles por la tarde a 36.000 la noche del 6 de enero. ¿La causa? Las violentas protestas que sacuden Kazajistán, en Asia Central.

Lo que empezó como una serie de protestas locales por la subida de los precios del gas y de la energía en Kazajistán, alimentadas luego por el descontento y la inequidad social, ha acabado convirtiéndose en un evento geopolítico —con el envío de tropas internacionales lideradas por Rusia— cuyas ondas expansivas han resonado incluso en los mercados de criptomonedas. Incapaz de controlar a los manifestantes y en medio de escenas de caos por todo el país, el presidente kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, ordenó el miércoles el cierre casi total de la conexión a internet. La intención inicial es dificultar la coordinación de los manifestantes e impedir la emisión internacional de imágenes de la represión violenta (al menos 26 muertos y más de 3.000 personas detenidas), pero ha habido efectos colaterales. Kazajistán es, desde 2021, el segundo mayor centro de 'minado' de bitcoin del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, y sin internet, no hay minado.

La chispa que ha prendido las protestas ha sido el aumento de los precios del gas licuado de petróleo (GLP), hasta el momento artificialmente bajos en medio de la crisis global de subida de precios de la energía por una política expansiva de subvenciones que el Gobierno kazajo se veía incapaz de mantener. Pero la crisis energética kazaja lleva meses cociéndose, y la minería de criptomonedas, aunque no el único ni el principal detonante, ha tenido también mucho que ver.

En junio pasado, China prohibió las actividades de minado en su territorio, generando una oleada de inmigración masiva de 'mineros' de criptomonedas al vecino Kazajistán, igual que se fueron a EEUU o Rusia. El 'gigante energético' de Asia Central los recibió con los brazos abiertos, la promesa de una "energía barata" e incluso una iniciativa legislativa para atraer este tipo de inversiones al país. En solo unos meses, pasó de representar el 8% del 'hash rate' (potencia de minado) global, al 18%, según los datos del Centro de Cambridge para Finanzas Alternativas. Esos números cuadran con la caída de la potencia de minado tras el bloqueo de internet, que ha sido cercana al 14%.

Estas grandes granjas de minado con miles de potentísimas máquinas trabajando noche y día conectadas a la red han elevado la demanda energética kazaja a récords "anormales" y, con la llegada de las temperaturas invernales, provocando decenas de cortes eléctricos que han afectado a la población local en los últimos meses. Desde principios de 2021, la demanda energética kazaja ha crecido un 8%, superando muy por encima el habitual aumento del 2% en años anteriores. Entre octubre y diciembre, tres grandes centrales eléctricas de la región septentrional experimentaron paradas de emergencia debido a sobrecargas de la red.

 

Se mascaba la tragedia, y las propias autoridades kazajas lo sabían. Pese a los iniciales incentivos legislativos para atraer inversiones 'cripto', el problema energético era tal que las autoridades kazajas anunciaron una ofensiva contra las "operaciones ilegales", "grises", de minería de criptomonedas, que, según estimaciones del Ministerio de Energía, estaban consumiendo el doble de energía que los "blancos" (mineros registrados oficialmente). "Creo que tendremos la directiva [que limita el poder a los mineros no registrados] emitida antes de fines de este año, porque este tema no se puede retrasar más", aseguró el viceministro de Energía de Kazajstán, Murat Zhurebekov, ese mismo noviembre. Con el ambiente enrarecido, muchas de las empresas mineras ya avisaban este otoño que podrían acabar cerrando y marchándose por los continuos cortes que complicaban su trabajo.

Paralelamente, ese mismo mes el Gobierno de Kazajistán admitió estar estudiando planes de avanzar hacia la producción local de energía nuclear que equilibraran su balanza energética (la mayoría dependiente de la quema de carbón), viéndose incapaz de hacer frente al nuevo influjo consumista de los 'mineros' de criptomonedas.

 

"Ya estamos sintiendo los primeros signos de escasez de energía en Kazajstán", aseguró el presidente Tokayev en un discurso en el que admitió que dar ese paso sería "impopular", pero la única posible. Aunque Kazajistán posee cerca del 12% de las reservas de uranio y es el mayor productor del mundo (con cerca del 40% del mercado, los precios del uranio también se han visto afectados por la actual crisis), la cuestión de la energía nuclear en suelo kazajo es especialmente delicada por el recuerdo de las pruebas nucleares soviéticas. Un temor que "tenía que llegar a su fin", aseguró Tokayev.

Mineros chupópteros

El caso de Kazajistán es llamativo, e incluso ha pillado a mucho 'criptobro' por sorpresa, pero lo cierto es que ni siquiera es nuevo. Solo es otro ejemplo de lo que se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para los defensores de bitcoin: en los últimos años, gracias a la rentabilidad que ofrece el minado, miles de entusiastas, y cada vez empresas más grandes se han lanzado a pescar en esta rentable industria.

 

Pese a que el sistema de minado de bitcoin (conocido como 'prueba de trabajo', y que se basa en la resolución de cuentas matemáticas cada vez más complejas hasta abrir un nuevo nodo) pronto se vio por muchos emprendedores como un negocio redondo. Un modelo que funciona con una simple cuenta: para minar (se le llama a todo minar, pero en realidad los nodos también funcionan como validadores de las operaciones) necesitas energía, cuanto más energía seas capaz de absorber, es decir tengas máquinas más potentes, y más barata sea esa energía, más beneficios sacarás. No necesitas nada más que máquinas conectadas a la red, un leve mantenimiento y un programa de minado.

 

Eso ha provocado que con la profesionalización del minado, dejando de lado al entusiasta solitario. Las granjas llenas de máquinas cada vez más potentes se hayan mudado a los lugares donde está la electricidad más barata del mercado global, sin importar el origen de esa energía ni el lugar. Sitios tan llamativos como Irán, Kosovo, Abjasia, Islandia o Alemania han dado la bienvenida a estas empresas, pero en muchas ya están dando la vuelta a su decisión. Y es que, por un lado, los mineros han caído en muchas ocasiones en fuentes de energía sucias, y por otro han dejado tiritando algunos de los países que los acogían. Según Centro de Cambridge para Finanzas Alternativas, el consumo total anual de energía de bitcoin es de unos 127 TWh, cerca de lo que consumieron Suecia o Noruega en todo 2020.

El caso más conocido es el de China, el gigante que hasta 2021 lideraba con distancia sideral el minado a nivel global (rozaba el 80% de todo el 'hash rate') y que ha acabado echándolos del país. Allí, una de las razones que esgrimió su Gobierno para acabar con la minería es que gran parte de la energía que utilizaban era sucia, carbón, y que eso iba contra su política de reducción de emisiones. Esto alimentaba la mala imagen de la moneda como un proyecto contaminante, y para contrarrestarlo, sus defensores aseguraron que cada vez más mineros optarían por fuentes renovables. Pero con Kazajistán —cuya energía proviene en un 70% de la quema de carbón y el porcentaje de renovables es prácticamente ínfimo— han vuelto a saltar las alarmas.

 

Muchos de los mineros expulsados de China se lanzaron a estos países porque contaban con energía barata, y de nuevo sucia. Rusia y Kazajistán se han quedado como los rivales de EEUU en esta lucha, el único país, con Canadá, que sí parece triunfar con un modelo renovable, aunque no está claro cuán lejos llegarán. A esto hay que sumar que cada vez es más difícil —y energéticamente demandante— minar bitcoin y que las rentabilidades por la validación también se ha reducido.

Lo cierto es que estar tan arriba en la lista tampoco es una gran noticia. Esta industria electro intensiva y que necesita de poca mano de obra se ha convertido en una especie de parásito de las redes eléctricas globales y lastra cada vez más al nombre de bitcoin. No solo importa su contaminación, es que en zonas como Siberia, la electricidad más barata de Rusia, su llegada ya ha provocado cortes de luz, en Islandia han decidido no dar nuevas licencias para mineros por un asunto similar y otros países como Kosovo se han sumado a los vetos. En Abjasia lo hicieron después de que el minado legal e ilegal aumentase el consumo eléctrico del país un 20% en un año.

 

La duda que queda es si este modelo aguantará hasta que se mine el último bitcoin, en 2140, y quién será el país que pueda dar de comer a estas insaciables máquinas. Porque por ahora todos los que han intentado domar estas granjas —como Kazajistán— ha acabado escaldados.

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