Lo llamaron un día para que se hiciera cargo de una sociedad nueva, Filesa, y aceptó el encargo como buen militante del Partido Socialista y hermano de una de las referentes del partido en aquel momento. Procesado, condenado e indultado por el primer caso de financiación ilegal de un partido político en España, estos días se revuelve en el sillón cuando oye el cruce de acusaciones entre los dirigentes del PSOE y del Partido Popular sobre los papeles del caso Barcenas: "¡Todo esto es un paripé!".
Si algún motivo de satisfacción le queda de aquella etapa -explica en su conversación con El Confidencial- es este: "Yo, que fui el chivo expiatorio de todo aquello, quizá soy el único que ha trabajado para la financiación de un partido político que no se ha enriquecido, sino todo lo contrario". Se llama Alberto Flores Valencia. Y tiene claro que en España no existe ningún interés por acabar con la financiación ilegal de los partidos políticos. "Cuando iba camino de la cárcel -cuenta- se me acercó uno de los guardias civiles y me dijo: 'Tranquilo, que esto es por poco tiempo'. Me quedé perplejo, porque yo tenía una condena de diez años de cárcel, ¿cómo podía saber nada aquel guardia civil?".
Pero el guardia civil tenía razón. Alberto Flores, como el resto de procesados de Filesa, sólo estuvo en la cárcel nueve meses porque, a pesar de la enorme dimensión que alcanzó aquel escándalo, acabó recibiendo un indulto que zanjó definitivamente su condena. Y no fue el PSOE quien se lo concedió, sino un Gobierno del Partido Popular. El PSOE fue quien cargó, a través de la fianza depositada, con la multa millonaria que le impusieron (259 millones de pesetas), y el Partido Popular le evitó los diez años de prisión. Como diría Rajoy, fin de la cita.
El camino marcado por Filesa
Aquel indulto fue el final de un proceso judicial que, analizado ahora, con la distancia que imponen los años, no deja de arrojar preguntas sin respuestas que tejen un manto de sospechas sobre la verdadera naturaleza de los continuos pronunciamientos políticos para acabar con la financiación ilegal de los partidos políticos en España, sostén de todos los casos de corrupción que se conocen. ¿De verdad existe ese interés para acabar con la financiación ilegal? Alberto Flores cree que no. Al contrario: "Filesa marcó la hoja de ruta para todo lo que vino después".
Lo que se constató en la investigación judicial, ceñida a sólo un par de años, es que la recaudación de Filesa, junto a Malesa y a Time-Export, alcanzó 1.200 millones de pesetas de 1989. Aunque con posterioridad nunca se ha detectado en España ninguna trama de financiación ilegal parecida a aquella (una organización empresarial delictiva creada desde el partido en el Gobierno), la similitud de Filesa con los procesos de corrupción conocidos después, incluyendo la extensa trama de Gürtel, es muy elocuente. Cuentas en Suiza, testaferros de empresas ficticias, grandes empresas que adquieren por millonadas informes inexistentes o irrelevantes... Y alguien que termina contando todo lo ocurrido.
En el caso de Filesa, el delator fue un personaje peculiar, un chileno llamado Carlos Alberto Van Schouwen, sobre el que Alberto Flores no guarda buenos recuerdos. "A mí me piden ser fiduciario de Filesa y nadie me advirtió de que iba a estar rodeado de gilipollas, con perdón. Porque lo que no se le ocurre a nadie es darle la contabilidad a alguien que no tenía ni idea de contabilidad y que, por no tener, no tenía ni permiso de residencia en España". La cuestión es que, un buen día de mayo de 1991, el citado Carlos Alberto Van Schouwen, desairado por una serie de millones que esperaba recibir y no recibió, denunció públicamente la trama de Filesa.
El proceso judicial que se inició entonces, que culminaría seis años después, se fue desinflando a medida que pasaban los años, una nueva circunstancia que se repite continuamente en otros muchos casos de corrupción política. De las 50 personas que llegaron a estar imputadas inicialmente, la causa se redujo luego a 39 procesados y, finalmente, se sentaron en el banquillo de los acusados 12, de los que sólo fueron condenados ocho. Entre ellos, Alberto Flores. Por supuesto, que entre los procesados no se encontraba nadie de la primera línea política del PSOE ni tampoco nadie relevante ente los donantes. "Aquel juicio fue una auténtica farsa. A ver quién entiende que el Tribunal Supremo condenase a los testaferros a diez años de prisión y que a los empresarios y banqueros que habían participado del cohecho los exculpara porque, según el tribunal, si le daban dinero al PSOE era por generosidad. Es una vergüenza, pero esto funciona así".
Perseguir el cohecho
Por la experiencia de aquel juicio de Filesa, Alberto Flores tiene claro que si existiese en España un verdadero interés por acabar con la corrupción que emana de la financiación ilegal de los partidos políticos, lo primero sería perseguir con contundencia el cohecho. "Pero eso no ocurre. Es más, en el juicio de Filesa, si el PP estaba personado en la causa no era para conocer la verdad, porque sabía perfectamente en qué consistía aquello, sino para proteger a empresarios y banqueros, además, claro está, de desgastar políticamente al PSOE. De hecho, el PP nunca llegó a acusar a nadie de cohecho".
¿Una similitud más? Alberto Flores, despacha las dudas con rapidez: "A mí que no me cuenten historias. Como Rubalcaba, que decía que Filesa era una cosa mía y de Oliveró... Que no, que son todos una pandilla de impresentables".
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