James K. Galbraith es profesor de la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin). Su último libro se titula The End of Normal: The Great Crisis and the Future of Growth (Simon & Schuster, 2014). Desde febrero hasta julio de 2015 fue consejero de Yanis Varoufakis, entonces ministro de Finanzas de Grecia.
Desde el estallido de la crisis griega en 2010, la receta por parte de las instituciones europeas para sacar al país adelante ha sido la adopción de medidas de austeridad y la promesa de posteriores políticas de oferta; es decir, una vez embridado el déficit e implementadas las reformas estructurales correspondientes. Cinco años más tarde, la economía griega sigue deprimida y la deuda se ha disparado. En vista del tercer plan de rescate que Grecia ahora intenta pactar con sus acreedores, ¿cuál es su visión de la economía griega en el corto y mediano plazo?
En primer lugar, creo que es importante distinguir entre el relato que se hace en público sobre las políticas que han sido impuestas a Grecia, que son como usted las describe, y la verdadera razón por la que se están implementando dichas políticas, que son cosas bastante distintas. El relato se basa en la idea de que las llamadas reformas estructurales producirán crecimiento. La verdadera razón de estas políticas, que no son racionales, es que los acreedores desean apoderarse de la mayor cantidad de activos griegos como les sea posible a los precios más bajos. Lo que vamos a ver ahora es una intensificación de estas políticas y la liquidación de los bienes públicos y privados en Grecia: los bienes públicos que están siendo subastados a precios indudablemente bajos en el marco del llamado fondo de privatización, y activos privados porque el Memorando prevé liquidaciones aceleradas; básicamente las ejecuciones hipotecarias de viviendas de la gente y los bienes inmuebles de las empresas que quedan en Grecia. Esa es, en pocas palabras, la dirección de la política que se va a aplicar y, si el Memorando se implementa, es lo que probablemente veamos.
Si está en lo correcto, las instituciones (el FMI, la CE y el BCE) quedarán obligadas a rescatar a Grecia de forma indefinida.
Aquí no se está produciendo un "rescate". No hay "plan de rescate", como no hay "reformas". Verdaderamente quiero insistir en esto, porque estas palabras se cuelan en nuestro discurso, se colocan por los acreedores a fin de que personas incautas las usen, pero no hay nada de eso en lo que está ocurriendo en Grecia. Lo que está ocurriendo es un saqueo de los bienes del Estado griego, de los bienes de las empresas griegas y de los bienes de los hogares griegos. Esto no tiene nada que ver con la recuperación de la economía griega o con el bienestar del pueblo griego. Por el contrario, las políticas que se están aplicando son totalmente indiferentes a estas consideraciones.
En cualquier caso, las privatizaciones tienen lugar una sola vez en lo que a ingresos para el Estado se refiere.
La evidencia es muy clara: los acreedores no están interesados en saber si el Estado griego recibe dinero de las privatizaciones ni cuánto. Ellos no están interesados en eso. Si les interesara, habrían prestado atención cuando el Gobierno griego, en febrero-marzo de este año, dijo que quería llevar a cabo una política de privatización racional en lugar de poner todo en subasta de golpe. Lo que les interesa es que los activos pasen a manos de empresas constructoras alemanas, cadenas hoteleras internacionales, farmacéuticas internacionales... Esa es sin duda la agenda.
[Los ingresos para el Estado] les resulta irrelevante. Si nos fijamos en las metas de ingresos de las privatizaciones en las versiones anteriores del programa, los ingresos reales no alcanzaron ni una diminuta fracción del dinero que se había previsto. Si añadimos que estas políticas no lograron recaudar dinero, no generaron crecimiento, no redujeron el desempleo y, si además consideramos que esto ha estado sucediendo desde hace cinco años y el fracaso no ha cambiado en absoluto la forma en que los acreedores diseñan sus políticas, es evidente que a estos les es indiferente lo que al final ocurra en Grecia.
¿Terminará Grecia saliendo del euro?
Alguien saldrá del euro en algún momento, ya que la política elegida ha quedado meridianamente esclarecida. Syriza llegó con la esperanza de que sería posible negociar un acuerdo económico realista dentro del euro, y la evidencia es ahora clara sobre este punto.
Lo que hemos visto es que han hecho un experimento inmoral con Grecia. Un experimento que demostró tener un enorme costo humano y quienes lo llevaron a cabo se niegan a enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Si ese es el caso, que las políticas impuestas a Grecia no son más que una manera de saquear el país, ¿cuál es la lógica de las instituciones europeas?
Creo que uno tiene que entender que las instituciones no ejercen de dictadores benignos que actúan por el interés general de la población europea. En primer lugar, están actuando bajo la dirección de algunos gobiernos en particular. En segundo lugar, están actuando a favor del interés de sus propios poderes institucionales y, en tercer lugar, en algunos casos, están actuando para servir a los objetivos políticos de las personas que lideran esas instituciones.
Comenzando por el tercer punto, le voy a dar dos ejemplos. En 2010, el FMI entró en el préstamo griego, el más grande en la historia de la institución, y la razón por la que lo hizo fue que Dominique Strauss-Kahn quería ganarse el favor de los banqueros franceses porque quería convertirse en presidente de Francia. Eso fue un objetivo político personal que básicamente subvirtió la misión del Fondo Monetario Internacional. De la misma forma, Jean-Claude Trichet compró bonos griegos para ganarse el favor de los banqueros franceses, no porque fuera en interés de Europa, ni en interés del BCE.
Sobre el segundo punto, el poder institucional, quedaba claro que el BCE y otros, pero en particular el BCE, estaban furiosos de que el Gobierno griego tuviera la temeridad de imponer limitaciones a las actividades de los burócratas de la troika en Atenas. Se trataba de un acto de imprudencia del Gobierno heleno que las instituciones estaban decididas a anular y que finalmente anularon. Lo era recurrente era la cuestión de si el Banco Central Europeo o el Gobierno griego controlan lo que sucedía en los ministerios de Atenas.
Sobre el primer punto, no creo que sea un secreto que de 2010 en adelante los gobiernos de Francia y Alemania actuaron en primer lugar a favor de los intereses de su propio sector bancario. Esa es su base política y principal preocupación. Lo que ocurra en Grecia es secundario o irrelevante.
Bajo semejantes premisas hay poco espacio para que se produzca un avance sensible en el proyecto europeo.
Tendría que venir de un movimiento político que trascienda las fronteras de los países individuales, en particular de los países en crisis, y que se extienda sobre todo a Francia y Alemania. Sin un movimiento de este tipo, sin una transformación real en la política de los países, sus gobiernos y las entidades que ejercen influencia continuarán comportándose como lo han hecho hasta ahora.
Parece muy difícil, hoy en día al menos, que un movimiento así pueda lograr semejante cambio de paradigma, al menos en Alemania.
Resultaba bastante claro que no había interés alguno en el programa que presentaba la Modesta Proposición [de Yanis Varufakis y Stuart Holland], que fue diseñado para remediar la crisis en el marco de los tratados europeos. El hecho de que existan soluciones sensatas, pero que no se estén teniendo en cuenta simplemente significa que más adelante se tomarán medidas aún más difíciles y arriesgadas. En algún momento, algún país va a llegar a la conclusión de que realmente es imposible lograr una transformación efectiva dentro del euro y decidirá dar el salto y salirse. En ese momento el curso de la Historia habrá cambiado. Ese país podría no ser Grecia, que está abatida en este momento, pero podría ser Irlanda, por ejemplo.
¿Por qué Irlanda?
Irlanda nos viene a la mente porque sus socios comerciales son el Reino Unido y Estados Unidos, no la Europa continental, por lo que su pertenencia al euro fue algo incidental y muy bien podría decidir que es mejor para sus intereses volver a la libra irlandesa.
¿Qué piensa de España? El país está creciendo, la demanda interna se acelera, e incluso el sector de la construcción está ganando impulso. España se está exhibiendo como un ejemplo exitoso de esa fórmula de austeridad ahora y política de oferta después.
España es un país mucho más grande y más potente que Grecia y sufrió un ajuste mucho más suave. España tiene una cierta flexibilidad política que Grecia no tiene, pero creo que la prueba de los límites de esa flexibilidad vendrá más tarde. Cuando el gobierno español intente llevar a España a un nivel de empleo decente, por ejemplo, eso será la verdadera prueba de hasta qué punto un país grande puede forzar el sistema. Puede haber, como usted dice, algunos indicadores positivos, pero enfrente tiene la realidad de una tasa de desempleo exorbitante.
E chando la vista atrás, a su experiencia como asesor de Yanis Varufakis cuando éste era ministro de Finanzas de Grecia, ¿cree que calcularon mal sus posibilidades en las negociaciones?
No. Lo primero que Yanis me dijo cuando aterricé en Atenas el 8 de febrero fue "bienvenido al cáliz envenenado". Desde el principio no nos hacíamos ilusiones de ningún tipo. La gente ha estado diciendo lo contrario, pero ellos no estaban allí. Sabíamos que el gobierno griego tenía unas cartas muy débiles y que lo único que podía hacer era presentar su caso ante las instituciones europeas y ver si había disposición para sostener un debate racional. No podíamos amenazar con nada, cosa que habría sido totalmente contraproducente. Hubo estrategias que fueron empleadas, como intentar la confrontación y ofrecer concesiones, pero daba igual. Lo que teníamos que hacer era intentar que el debate racional prevaleciera en esos círculos, lo que requiere presentar argumentos de manera persistente, algo que Yanis hizo con gran habilidad.
Así que no creo que él estuviera en un estado ilusorio y yo no creo que haya calculado mal, pero creo que demostrar lo que la troika y lo que los acreedores realmente querían era algo que había que hacer y que demandó tiempo y buena fe. Desafortunadamente no hubo buena fe de la otra parte.
¿Y sabiendo lo que sabe ahora?
Si el mundo hubiese sabido en febrero lo que nosotros sabíamos, entonces las cosas podrían haber sido distintas, pero al mundo había que persuadirlo. Si Grecia hubiese tomado el camino de la salida el 28 de enero, el mundo habría condenado la temeridad del gobierno griego y le hubiese acusado de no intentar negociar. Sabíamos que eso no era una opción, ni tampoco era una política del gobierno griego. Incluso si hubiese sido una opción del gobierno, no habría sido viable en un contexto político más amplio.
Entonces el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, presentó su idea "Grexit temporal", que prácticamente puso fin a todas las discusiones, ¿no?
Eso es correcto. Lo de "temporal" era sólo humo. El ministro de Finanzas Schäuble básicamente dijo que Grecia tenía que asumir el Memorando tal cual le fue presentado o salirse del euro. Schäuble fue muy claro desde el principio. Desde el principio dijo que "las elecciones no pueden cambiar nada".
La estrategia griega fue elevar el terreno de decisión a la canciller Merkel, con la esperanza de que ella actuara con mayor sentido de Estado, que EE.UU. jugara un papel importante, y que Merkel finalmente le dijera al ministro Schäuble, "tienes que aflojar un poco". Al final, optó por presionar al gobierno heleno para que aceptara el Memorando.
¿Le sorprende que EE.UU. no prestara más apoyo a Grecia? Parece que, cuando Timothy Geithner estaba al frente como secretario del Tesoro, la posición estadounidense era más fuerte.
Los secretarios del Tesoro estadounidense llevan tiempo sin tener mucho peso en Europa y este fue el caso de Tim Geithner, que indudablemente se situó en el lado correcto en esta cuestión. Y lo mismo se podría decir de Jack Lew. El presidente, por otra parte, hizo varias llamadas telefónicas a la canciller Merkel instando a una solución pragmática. No estoy seguro de que no resultara útil, probablemente lo fue hasta cierto punto, pero al final del día el papel que EE.UU. podía jugar en una cuestión interna de la zona euro era limitado. Creo que todo el mundo reconoce lo anterior. Si se hubiese producido un enfrentamiento más serio, creo que el papel de Estados Unidos hubiese sido más relevante, pero simplemente no llegó a eso en el caso griego.
Cuando se habla de Grecia, España y Portugal, se habla de aliados importantes de Estados Unidos y sus intereses serían seriamente ponderados en un cálculo en América. Si la crisis pusiera en riesgo la integridad de la zona euro, entonces EE.UU. tendría que reconsiderar su posición. Dicho de otra manera: EE.UU. siempre ha apoyado, en primer lugar a Europa, y en segundo lugar al euro y a la zona euro. Creo que si resultara evidente que la supervivencia de una Europa unida y eficaz dependiera de cambiar el régimen de la divisa, entonces EE.UU., y muy a su pesar, se vería obligado a reconsiderar su posición ante el euro. Porque, obviamente, la Unión Europea es una entidad mucho más importante que una divisa en un momento dado. Después de todo, ¿cuántas veces se ha cambiado un régimen monetario en el último siglo, cuatro o cinco veces? Los regímenes monetarios no son cosas inmutables por mucho que se pretende que lo sean.
Y, sin embargo, ahí estaban Francia, Italia y otros países que podrían haber equilibrado la mesa. ¿Realmente es una cuestión de un dominio alemán tan fuerte?
Es justo decir que los franceses y los italianos eran más comprensivos con la posición griega sin llegar ser grandes defensores de la misma. Todos los demás, por supuesto, fueron hostiles. Pero está tocando un punto importante, que es que Italia y Francia son los países que son grandes y lo suficientemente poderosos como para hacer una diferencia si realmente quieren hacer valer sus intereses; su problema ha sido la falta de voluntad para hacerlo. Las políticas en ambos países deben quedar muy aclaradas por lo que acaba de suceder en Grecia y la gente debe reconocer que si desea conservar algún elemento de autonomía nacional tiene que estar preparada para luchar.
Así que después de ser observador y participante en última crisis de la zona euro, ¿cómo ha quedado su fe en la moneda única?
Ha caído mucho, se lo puedo asegurar. Creo que está claro que la zona euro no se está gestionando bajo principios que resulten viables económicamente para los países de la periferia, así que algo tiene que cambiar. También está bastante claro que no parece que el cambio de dirección vaya a ir en el sentido más adecuado, que es el que proponemos Yanis Varufakis, Stuart Holland y yo, y que implica el fortalecimiento de las economías de los países periféricos en un marco de integración. Esto está obligando a la izquierda de Europa a reconsiderar su compromiso con el marco económico europeo que existe en la actualidad. Es evidente que el cambio es imperativo y en qué dirección se producirá depende de si hay visión en el centro. Por el momento no hay ninguna señal de que la haya. El caso griego muestra que no persiste otra visión que la más miope y la más orientada a favor de grupos de interés.
Una política económica que consiste en el saqueo de los activos de los sectores público y privado de los países deudores no es algo que vaya a ser asumido con ligereza por las poblaciones de esos países.
Las cosas parecían prometedoras hace seis meses y ahora el futuro se vuelve negro otra vez para el pueblo griego.
Así es como se ve la situación en el momento actual, sin duda. Pero creo que el pueblo griego ha sido muy valiente y ha realizado un esfuerzo importante de manera que merece ser reconocido por ello; por haber sido prudente y comedido, y por haber apoyado a su gobierno en un período muy difícil. El pueblo griego se merece un mejor resultado de lo que ha recibido.
Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés en Open Democracy.
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