Renacer antes de que sea demasiado tarde. Cambiar la economía del crecimiento sin crecimiento por la del decrecimiento. El catedrático francés Serge Latouche lleva más de una década defendiendo su utopía. Filósofo y economista, sabe que las ideas han de venderse como cualquier otro bien de consumo: con un buen eslogan y un mensaje contundente.
Latouche desgrana tanto los síntomas de una sociedad en declive, como los ingredientes de su antídoto, el decrecimiento. Para Latouche, una sociedad de crecimiento sin crecimiento "lleva al paro y la falta de financiación para aquellas cosas que proporcionan un mínimo de bienestar como son la cultura, el medioambiente o la sanidad". Es como un ciclista que no pedalea.
Sin academicismos, Latouche ha subrayado que, como bien se sabe en España, el sistema ha vivido una época de "crecimiento ficticio basado en la especulación". Según el profesor emérito de la Universidad de París Sud, la felicidad y el Producto Interior Bruto (PIB) son términos reñidos.
"Las sociedades desiguales no generan felicidad"
"El sistema no hace que las personas sean felices. Las sociedades desiguales no generan la felicidad, ya que ni siquiera los ricos son felices en sociedades desiguales", explica. "En los países más felices no se producen muchos coches, pero sí alegría de vivir", bromea el catedrático refiriéndose a países como Costa Rica, la Republica Dominicana o Jamaica.
Latouche considera una falacia tanto la idea de crecimiento como la de desarrollo sostenible, ya que ve imposible producir, consumir, explotar los recursos y contaminar de manera ilimitada. Según el erudito, el sistema está engrasado por la"triada infernal": la publicidad, los bancos y la obsolescencia programada. Una sociedad así, apostilla, "no es sostenible ni deseable".
El filósofo francés prefiere hablar de hundimiento antes que de crisis para referirse a una sexta extinción de las especies que avanza a "una velocidad aterradora" y tendrá como una de sus principales víctimas al ser humano. "El drama es que no creemos en lo que sabemos y, por tanto, no hacemos nada. Los 140 jefes de gobierno que se van a reunir en Paris lo saben y no van a hacer nada", en referencia a la Cumbre del Clima de París.
El autor de Pequeño tratado del decrecimiento sereno o La sociedad de la abundancia frugal cree que la única posibilidad que tiene la humanidad de sobrevivir ante dicha catástrofe es el decrecimiento basado en "la frugalidad y la autolimitación". Sería una revolución basada en el "círculo virtuoso" de las ocho erres: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, reubicar, redistribuir, reducir, reutilizar y reciclar.
"Debemos ser buenos jardineros, recuperar el sentido de los límites y de nuestra relación con el medio ambiente para ver que hay riqueza más allá de la económica", destaca. Se trata de " revisar el concepto de escasez. La naturaleza no es escasa, sino fecunda, pero se vuelve escasa cuando, por ejemplo, creamos organismos modificados genéticamente que no se pueden regenerar".
Programa reformista
A eso, explica, hay que añadir la reducción del exceso de consumo y reutilizar o reciclar lo que no se pueda utilizar. Latouche recalca que no se trata de un programa, sino de un proyecto o un horizonte que dé sentido a proyectos políticos y que ya propuso, como programa reformista, en las elecciones presidenciales francesas de 2007.
En su programa de diez puntos, Latouche invitó a los candidatos a apostar por una huella ecológica sostenible, reducir el transporte con ecotasas, relocalizar las actividades económicas, restaurar una agricultura productiva pero ecológica, reducir el tiempo de trabajo, invertir en "bienes relacionales" como el amor, la amistad o el conocimiento, reducir el derroche de energía y los espacios publicitarios, reorientar la investigación tecnocientífica y recuperar la gestión pública del dinero.
De todas esas medidas, la reducción de la jornada laboral es una de las más polémicas. El filósofo cree que "hay que reducir drásticamente las horas de trabajo". Rebate así el lema del expresidente francés, Nicolas Sarkozy, que defendía que había que "trabajar más para ganar más". "Tenemos mucha gente sin trabajo y mucha gente que trabaja más para ganar menos. Si uno trabaja más, aumenta la oferta y como la demanda no lo hace, hunde la ley de la oferta y la demanda. Es decir, si se trabaja más, se gana menos. Yo reprocho a los economistas de mi país que no hayan bajado a la arena a denunciar aquel eslogan presidencial", sentencia.
Latouche ve difícil que la sociedad se lance a cambiar el estado de las cosas antes de que se produzca este hundimiento. "Todo el mundo querría que el mundo fuera menos bárbaro, pero no tenemos el valor de cambiar el rumbo. La gente, manipulada por la publicidad y la propaganda, no quiere cambiar sus hábitos", subraya. En esa valentía de cambiar las cosas está la solución, asegura, de la lucha contra el paro, la pobreza extrema y la proliferación del terrorismo.
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