Pablo Iglesias no es el candidato mejor valorado, tampoco le debe importar demasiado. A los suyos y a las suyas les tiene convencidos y en campaña lo que toca es ir seduciendo uno a uno a los que están en la frontera, por la izquierda o por la derecha, que todos los votos son bienvenidos. Y en eso la maquinaria de Podemos ha demostrado ser imparable. Cada poco se sacan un conejo de la chistera. Hace unos días el catálogo/programa, luego su fantástica versión de hombre tranquilo en el debate y, ayer, sin ir más lejos, la entronización de ZP como el mejor presidente de la democracia española.
Qué puñetero este Iglesias contándole esa confidencia a Pepa Bueno en la SER -¡qué marineros de lujo tiene esa casa para tan mal capitán!- justo en ese momento de la mañana en que casi nadie le iba a escuchar. Imagino a Sánchez apretando los puños de rabia al enterarse de que Iglesias consulta sus dudas importantes con el último presidente socialista de España. Un José Luis Rodríguez Zapatero que abandonó La Moncloa abrasado por su falta de reflejos ante la crisis y que parecía destinado al ostracismo por los siglos de los siglos.
de Idígoras
Extraño mundo este de la política y más aún el del rastro que han dejado en la memoria colectiva los seis presidentes que hemos tenido desde la Transición. Suárez, denostado por todos, solo subió a los altares después de muerto. De Leopoldo Calvo Sotelo casi nadie se acuerda. Felipe González terminó demolido por la corrupción y la guerra sucia, y el tiempo y sus devaneos económico/sociales casi han borrado sus (primeros) mejores años. Aznar nunca fue simpático, pero ahora se ha convertido en un tipo realmente desagradable (y otros muchos desastres que llenarían páginas). Y qué decir de ZP, el presidente del '¡No nos falles!', que tuvo en el arranque la gracia de ampliar nuestros derechos y al final la desgracia de entregar el poder a un Rajoy (que aún sufrimos) con mayoría absoluta.
Pero puesto en perspectiva y a día de hoy, resulta que Zapatero empieza a engrandecer su figura y Pablo Iglesias tira de ella para rebañarle aún más votos a un PSOE que no sabemos si resistirá al filo del precipicio o terminará cayendo a plomo arrastrando no sólo a Pedro Sánchez, también a Susana Díaz, el recambio menos renovador que uno pueda imaginarse.
Nos acercamos al 26J y todas las encuestas coinciden en la pujanza de Unidos Podemos, la resistencia del PP, la debilidad del PSOE y la incógnita de Ciudadanos. Y si buceamos en los porcentajes y en el peculiar reparto de escaños provincia a provincia, veremos cómo el sistema que antes favorecía a PP y PSOE, ahora va a jugarles a ambos muchas malas pasadas por obra y gracia de la fructífera coalición entre Podemos, Izquierda Unida y el resto de sus socios. Rajoy ha pedido en numerosas ocasiones que se deje gobernar a la opción que saque más votos. Veremos qué opina si los ciudadanos al final otorgan esa posición a los radicales, antisistema, independentistas, bolivarianos, comunistas, ateos, melenudos, descorbatados y asamblearios de Unidos Podemos.
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