El delegado de los Mossos d'Esquadra en Madrid, el inspector Jordi V. G., lleva más de tres años envuelto en procesos judiciales en los que se le han imputado delitos como acoso laboral, sexual o violencia de género por parte de sus subordinadas y exparejas. Como consecuencia de estas causas, el mando policial ha protagonizado episodios violentos en dependencias oficiales que han provocado que el funcionario haya tenido que ser expulsado de estas instituciones.
En concreto, dos subordinados suyos —un hombre y una mujer— le denunciaron en 2013 por acoso laboral y sexual. Ambos trabajaban con él y pusieron en conocimiento de la justicia que el inspector les ampliaba los horarios contraviniendo la normativa. Argumentaron que el acusado pretendía castigarles a los dos porque ella quería acusarle por acoso sexual y él la apoyaba. La denuncia del varón fue archivada por el Juzgado 52, que instruye el procedimiento, pero la Audiencia Provincial de Madridordenó que la instrucción continuara por el delito de acoso sexual que le imputaba la chica.
En la grabación de las conversaciones que mantuvieron el imputado y la demandante, que fueron aportadas a la causa, el primero admite extremos que podrían ser determinantes para continuar acusándole de acoso sexual. En concreto, el delegado de los Mossos en Madrid confiesa haber realizado actos con la denunciante que van más allá de lo meramente laboral. "Me has dicho que prefieres no hablar, que no quieres ser una chivata, joder, vamos a ver, si yo te digo: 'Aparte de tocarte el culo y darte besos en la boca, quiero que...'; joder, no entres, coño, que confío en ti, joder", le dijo en una ocasión.
"Ojalá estuviéramos de puta madre; ojalá te siguiera dando besos, tocándote el culo, yno te confundas porque nunca ha sido abuso, acoso sexual", insiste él. "Tu sabes que no, que no me he querido acostar contigo nunca", subraya. "Yo menos", responde ella. "Pues ya está, que no se te pase ni remotamente por la cabeza que es un tema de acoso sexual", reitera el mando de los Mossos. "Bueno, Jordi, tú sabes que no me gustaba aquella situación, lo sabes perfectamente", zanja la chica.
Otra vez, después de que ella le recriminara que le había "tocado el punto más débil", en referencia a la difícil capacidad que tenía la mujer para conciliar vida laboral y personal tras el cambio de horarios, él le respondió con una nueva amenaza. "Te lo dije, te lo dije, tienes familia, ¿no? Quieres estar con ella, ¿no? Pues analiza la situación, analiza la situación", le contestó el inspector a la chica, que en su denuncia ya relataba que tenía la plaza en comisión de servicio, que tenía que renovarla cada año y que el delegado de los Mossos le chantajeaba con no hacerlo si no accedía a sus pretensiones.
En este procedimiento han declarado dos funcionarias de la Policía Nacional, que prestaron un testimonio contrario al imputado, lo que provocó dos violentas reacciones por parte de éste. Una de ellas la relató el comisario de la Policía jefe de la oficina Sirene, Antonio Ponce, en una minuta. En concreto, explicó, a las 10:40 del 12 de junio de 2013, el 'mosso' se personó en su departamento y comenzó a "increpar" a la oficial de la Policía Nacional R. R. "por haber prestado declaración en el Juzgado 52 de Madrid".
El comisario, que estaba en su despacho, fue reclamado por varios de sus subordinados, que estaban presenciando los hechos. Primero, éstos "intentaron calmarlo sin conseguirlo", por lo que Ponce tuvo que intervenir y solicitarle "que abandonara el lugar y cesara en su actitud". Tras unos minutos, relata el comisario en su minuta, consiguió "con la ayuda de otro funcionario de los Mossos, que abandonara el lugar y se dirigiera a su oficina". "En vista de lo anterior y ante el temor a que no cese en su comportamiento, se solicita se adopten las medidas necesarias, con sus superiores jerárquicos, para que mientras se solvente la causa judicial no acceda a las dependencias que su organización tiene en estas instalaciones", resolvió el responsable de la oficina.
La oficial de la Policía Nacional, por su parte, también dejó por escrito su versión de lo ocurrido. Aseguró que estaba en su despacho cuando de repente apareció el imputado. "¿Qué, te habrás quedado a gusto el jueves?", le dijo "en tono intimidatorio". La funcionaria no respondió. Fue su compañero de despacho quien le contestó que, si tenía alguna cuestión de trabajo que tratar, que lo hiciera; pero que, si no era así, que "abandonara el despacho, ya que estaba molestando a su compañera".
El inspector de los Mossos, sin embargo, hizo caso omiso a la reclamación y comenzó a "vociferar": "¿Cuándo te he tirado yo los trastos? La sidra me da asco. ¿Qué te crees, miss Asturias?", le recriminó. El compañero de despacho de la apelada volvió a insistir en que se fuera o, de lo contrario, llamaría al comisario. "Tu no me puedes echar de ningún despacho; llama al comisario si quieres", le respondió justo antes de sentarse y de que los gritos alertaran al jefe de la oficina, quien se personó y le pidió que se marchara, orden que finalmente sí cumplió el policía catalán.
Dos años después de protagonizar este episodio, el inspector de los Mossos volvió a las andadas. El 19 de noviembre de 2015, se personó en la Unidad de Cooperación Internacional de la Policía Nacional, donde ejerce como enlace con el cuerpo autonómico y donde también trabaja la funcionaria S. R., quien había declarado contra él en el Juzgado 52 de Madrid apenas seis días antes. Según contó esta última, el mando de los Mossos entró en su despacho "de manera súbita y totalmente desconsiderada, sin guardar las mínimas normas de educación, preguntando por qué no tenía ya en su poder la cuenta de correo electrónico que había solicitado".
Ella le respondió que no tenía por qué preocuparse, ya que la cuenta de 'email' era para un funcionario que aún no se había incorporado y que estaría lista para cuando el nuevo se uniera al grupo. Fue entonces cuando, según el relato de la chica, con"actitud desafiante y hostigadora", manifestó "una clara intención de suscitar un conflicto" y "comenzó a increparla", a cuestionar el trabajo de esa oficina y a exigirle que le facilitara la cuenta de correo ya. Al ver que el hombre "no cesaba en su actitud ni atendía a razonamiento alguno" e incluso elevaba "por momentos su tono de voz", la funcionaria "consideró que lo más oportuno era finalizar esa conversación", lo que le transmitió a su interlocutor antes de "invitarle a abandonar su lugar de trabajo".
Ante el caso omiso que el apelado hacía a la petición de la mujer, ésta tuvo que "repetírselo reiteradamente, hasta que este se percató de que detrás de donde se encontraba había una funcionaria presenciando los hechos, momento en el que se dio la vuelta". "Ya veremos cómo queda esto, simpática", añadió antes de marcharse del despacho.
Éste procedimiento judicial es el único actualmente abierto en los tribunales contra Jordi V. G. Sin embargo, no es el único que ha apuntado contra el delegado de los Mossos en Madrid. Una abogada le denunció por maltrato psicológico a principios del pasado julio, lo que motivó que la Policía Nacional le detuviera inicialmente antes de dejarlo en libertad con cargos, como contó El Confidencial. La causa fue archivada por el Juzgado de Violencia contra la Mujer número 4 de Madrid, aunque aún está pendiente de recurso de reforma por parte de la denunciante. También su anterior esposa interpuso una denuncia contra él por agresión y maltrato psicológico, aunque el Juzgado de Violencia contra la Mujer número 5 desestimó igualmente la acusación. La exmujer del inspector recurrió, pero la instancia superior ordenó archivar la causa.
Jordi V. G. fue escolta del expresidente de la Generalitat de Cataluña Jordi Pujol, y lleva cerca de 20 años como delegado de los Mossos en Madrid, un puesto que le permite codearse con responsables policiales de todo el mundo, como la Federal Bureau of Investigation (FBI), los Carabinieri italianos, la Gendarmería francesa o la Policía alemana.
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