¿Puede una persona responsable de la creación de más de de 75.000 bibliotecas por todo el mundo en menos de una década pasar desapercibida, incluso entre los amantes de los libros? Que levante la mano quien conozca a Todd Bol. En 2009 este profesor estaba haciendo algunos arreglos en el garaje de su casa. Después de quitar una vieja puerta de madera, pensó que no quería que tirarla a la basura y se le ocurrió usarla para construir un homenaje para su madre, que al igual que él había sido maestra de escuela. Así que construyó una pequeña réplica de una escuela, de poco más de medio metro de ancho por medio metro de alto, la lleno con unos veinte libros que habían pertenecido a su madre, montó la estructura sobre un poste y lo clavó en la parte delantera de su jardín. Así nació la primera biblioteca de la Little Free Library, basada en un sistema que únicamente funcionaba por la buena fe de las personas: tomar un libro y a cambio dejar otro en su lugar.
Bol se inspiró en Andrew Carnegie, el magnate del ferrocarril y del acero, que, siendo uno de los hombres más ricos del país, quiso devolverle algo a la sociedad ayudando a crear más de 2.500 bibliotecas. Su sueño inicial era inspirar a otros para batir, en la medida de lo posible, el récord de Carnegie. Con esa idea fundó en 2010 la Little Free Library, una organización con sede en Hudson, Wisconsin, sin ánimo de lucro que pretendía convertirse en una especie de biblioteca pública mundial. Bol compartió su idea con un compañero, Rick Brooks, y juntos construyeron más bibliotecas en diferentes áreas del medio oeste de los Estados Unidos. Con ayuda de algunos voluntarios Bol fue creando diferentes bibliotecas similares a la inicial, pero su verdadero objetivo era hacer que cada persona construyera su propia biblioteca y la pusiera en su vecindario, como realmente pasó ‒para ello podían descargarse los planos en la página de la institución‒.
En solo dos años, ya había más de 2.510 pequeñas bibliotecas repartidas por todo el mundo. En la actualidad se calcula que Little Free Libraries ha podido propiciar la creación de más de 75.000 pequeñas bibliotecas en más de ochenta países. Y, además, muchas de las personas que han participado en el proyecto no se han conformado con copiar el diseño de Bol sino que han dando un paso más llevando su creatividad hasta límites insospechados. Han construido bibliotecas portátiles de todas las formas y tamaños, desde naves espaciales hasta mansiones victorianas, pasando por cabañas de madera, coches, trenes, robots o incluso réplicas de famosos monumentos o la TARDIS de Doctor Who.
Construir, instalar y mantener una biblioteca de la Little Free Libraries no es demasiado complicado. Para poder usar el nombre de la marca de forma legal basta con comprar un kit de intercambio de libros, que incluye los planos, el material y un cartel con el letrero «Little Free Libraries». A partir de ese momento la biblioteca queda registrada con un número y aparece en el Mapa mundial de Little Free Library, con coordenadas de GPS y otras informaciones adicionales.
Little Free Library recibió mención de honor por parte de la National Book Foundation, la Biblioteca del Congreso, la Library Journal y otros organismos por su trabajo en la promoción de la alfabetización y el amor por la lectura. Actualmente se intercambian millones de libros cada año, aumentando el acceso a la lectura de infinidad de lectores de todas las edades y procedencias. Y todo ello gracias a Todd Bol, recientemente fallecido debido a complicaciones derivadas de un cáncer de páncreas. Con su ilusión y su tesón, Bol demostró que una sola persona puede marcar la diferencia.
Bol se inspiró en Andrew Carnegie, el magnate del ferrocarril y del acero, que, siendo uno de los hombres más ricos del país, quiso devolverle algo a la sociedad ayudando a crear más de 2.500 bibliotecas. Su sueño inicial era inspirar a otros para batir, en la medida de lo posible, el récord de Carnegie. Con esa idea fundó en 2010 la Little Free Library, una organización con sede en Hudson, Wisconsin, sin ánimo de lucro que pretendía convertirse en una especie de biblioteca pública mundial. Bol compartió su idea con un compañero, Rick Brooks, y juntos construyeron más bibliotecas en diferentes áreas del medio oeste de los Estados Unidos. Con ayuda de algunos voluntarios Bol fue creando diferentes bibliotecas similares a la inicial, pero su verdadero objetivo era hacer que cada persona construyera su propia biblioteca y la pusiera en su vecindario, como realmente pasó ‒para ello podían descargarse los planos en la página de la institución‒.
En solo dos años, ya había más de 2.510 pequeñas bibliotecas repartidas por todo el mundo. En la actualidad se calcula que Little Free Libraries ha podido propiciar la creación de más de 75.000 pequeñas bibliotecas en más de ochenta países. Y, además, muchas de las personas que han participado en el proyecto no se han conformado con copiar el diseño de Bol sino que han dando un paso más llevando su creatividad hasta límites insospechados. Han construido bibliotecas portátiles de todas las formas y tamaños, desde naves espaciales hasta mansiones victorianas, pasando por cabañas de madera, coches, trenes, robots o incluso réplicas de famosos monumentos o la TARDIS de Doctor Who.
Construir, instalar y mantener una biblioteca de la Little Free Libraries no es demasiado complicado. Para poder usar el nombre de la marca de forma legal basta con comprar un kit de intercambio de libros, que incluye los planos, el material y un cartel con el letrero «Little Free Libraries». A partir de ese momento la biblioteca queda registrada con un número y aparece en el Mapa mundial de Little Free Library, con coordenadas de GPS y otras informaciones adicionales.
Little Free Library recibió mención de honor por parte de la National Book Foundation, la Biblioteca del Congreso, la Library Journal y otros organismos por su trabajo en la promoción de la alfabetización y el amor por la lectura. Actualmente se intercambian millones de libros cada año, aumentando el acceso a la lectura de infinidad de lectores de todas las edades y procedencias. Y todo ello gracias a Todd Bol, recientemente fallecido debido a complicaciones derivadas de un cáncer de páncreas. Con su ilusión y su tesón, Bol demostró que una sola persona puede marcar la diferencia.
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