Pasan hambre por períodos cada vez más largos, son más flacos y tienen menos cachorros. Estas son algunas de las características actuales de los osos polares que arrojó un estudio de la Sociedad Ecológica de Norteamérica (ESA en inglés), que estableció un vínculo entre la pérdida de hielo marino a raíz del calentamiento global y los cambios en el uso del hábitat, la condición corporal y la reproducción.
Los osos polares son figuras icónicas del cambio climático y, a la vez, indicadores tempranos de la crisis que enfrenta la humanidad debido a la matriz productiva, de consumo y circulación del capitalismo, una maquinaria voraz de emisiones de gases de efecto invernadero, saqueo y destrucción de la biodiversidad del sistema terrestre.
Según lo que Kristin L. Laidre, Stephen Atkinson y otros indican en su artículo, publicado en Ecological Applications de la ESA, “en el caso del oso polar (Ursus maritimus), la disminución del hielo marino del Ártico reduce el acceso a las presas y alarga los períodos estacionales de ayuno”. En efecto, los osos polares, una especie vulnerable, dependen del hielo marino para muchos aspectos vitales: por ejemplo, cuando lo usan como plataforma para cazar focas. Pero también para movimientos estacionales extensos, apareamiento y hasta destete materno.
Así como el calentamiento del Ártico (y la Antártida) tiene impacto sobre el nivel del mar, también afecta a especies que viven en esos hábitats, alterando su alimentación, comportamiento y reproducción, lo que redunda en una amenaza para su propia supervivencia.
Con el foco puesto en iniciativas para la conservación de los osos polares, el estudio de la ESA, realizado a partir de imágenes satelitales de estos animales adultos en la bahía de Baffin, entre Groenlandia y Canadá, mostró que, si se compara la década del 2000 con la del 90, los osos pasan treinta días más en la tierra (un total de noventa). ¿Qué lo explica? Para la ESA esto está “estrechamente relacionado con los cambios en la ruptura del hielo marino en primavera y la formación de hielo marino en otoño”.
Cuanto más temprana y mayor sea la duración del período sin hielo, menor será la cantidad de cachorros de oso polar en el Ártico. La ESA agrega un dato alarmante: las camadas de dos cachorros, anteriormente la norma, podrían desaparecer de la bahía de Baffin si persiste la pérdida de hielo marino.
Como consecuencia de esto, es cada vez más común ver en la tierra a osos polares estresados nutricionalmente, lo que genera situaciones de conflicto en aumento entre humanos y osos, con la aparición de especímenes en zonas residenciales.
A su vez, los investigadores establecieron un ranking de condiciones corporales de los osos de 1 (delgado) a 3 (grasa, un ítem fundamental para mantenerlos calientes). Los osos considerados con grasa no llegaron ni a cincuenta en un estudio que abarcó a más de trescientos cincuenta.
En general, su condición corporal mejora durante la primavera y principios del verano, cuando las focas jóvenes son abundantes y vulnerables a la depredación. Pero a fines del verano y en otoño, cuando el hielo marino alcanza un mínimo en todo el Ártico, sobreviene un período de escasez de alimentos. El pronóstico para la supervivencia de los osos polares es reservado, habida cuenta de que Groenlandia perdió 3,8 billones de toneladas de hielo desde 1992.
Mucho antes de que existiesen las marchas masivas contra la crisis climática a nivel mundial, la imagen de osos polares debilitados, sobre plataformas de hielo cada vez más pequeñas, era un símbolo de uno de sus efectos más brutales, el calentamiento global, que como ya explicamos se produce a causa de la emisión descontrolada e industrial de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Científicos de todo el mundo vienen alertando sobre la crisis del sistema terrestre desde hace décadas, a la vez que señalando cuáles son las fuentes de mayor emisión de carbono y metano, dos de los principales gases que recalientan el planeta, otra de las amenazas del capitalismo al futuro de la humanidad.
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