Sloane Avenue 60. Un lujoso palacio, de casi cien mil metros cuadrados repartido en varias plantas, en el londinense barrio de Chelsea, uno de los rincones más codiciados de la capital británica. Un edificio, valorado en unos 369 millones de euros, que fue adquirido en 2015 por la Santa Sede, a través de sociedades interpuestas, por 150 millones de euros, que salieron de Óbolo de San Pedro (los fondos que las iglesias de todo el mundo ponen a disposición del Papa para la caridad).La operación, supuestamente fraudulenta, acabó con la defenestración del todopoderoso cardenal Becciu y está siendo investigada por la Justicia italiana. Ahora, el Vaticano planea vender el complejo.
¿Por qué? Porque la Santa Sede está obligada a cumplir con las normas contra el blanqueo de dinero impuestas por el Moneyval (organismo de la Comisión Europea que se encarga de velar por la transparencia económica, la lucha contra el fraude y la financiación del terrorismo) para sacar al Vaticano de su 'lista negra' de países opacos. Y Francisco está decidido a cambiar la dinámica que, históricamente, ha marcado la economía vaticana. Y a hacerlo en un momento de crisis, en plena pandemia mundial, que ha llevado al Vaticano a admitir unas pérdidas de cien millones de euros.
En esta tesitura, que se conozca que Roma pudo gastar 150 millones en un crédito otorgado a sí mismo por la Secretaría de Estado (Becciu, entonces, era el Sustituto para Asuntos Generales en el principal órgano de la Curia) resulta un escándalo. Y que se investigue si se ha producido a través de empresas pantalla, con vínculos en paraísos fiscales (Panamá o Malta), dentro de un entramado de inmuebles en varias capitales europeas, ha hecho que el Papa quiera desembarazarse de este edificio.
Roma tasa el edificio
Fuentes vaticanas han confirmado que la venta es una de las opciones que se están barajando. De hecho, se ha enviado información a varias casas de tasaciones londinenses. Pese a todo, desde la Curia se afirma que "no hay prisa" en tomar una decisión. El palacio, pensado para locales comerciales, cuenta con el permiso para convertirse en apartamentos de lujo.
Y es que la venta de este inmueble liberaría al Vaticano de un activo considerado "tóxico" por los expertos en finanzas eclesiásticas, que calculan que, de no desprenderse de él pronto, las pérdidas podrían sumar entre 66 y 150 millones de euros, en función de la depreciación de la libra, la crisis derivada de la pandemia y la incertidumbre ante el Brexit.
En lo judicial, el palacio de Sloane Avenue es el eje de una supuesta trama de irregularidades que están siendo investigados por la justicia italiana, que la pasada semana solicitó la entrada en prisión de Gialuigi Torzi, considerado el 'broker' del cardenal Becciu, y quien podría estar detrás de los "actos fraudulentos" derivados del uso del dinero destinado a los más pobres para la especulación financiera. Torzi, que reside en Londres, ha sido declarado prófugo por los tribunales transalpinos, al no responder al requerimiento, amparándose en que un juez británico había desestimado por irregularidades las primeras peticiones de los jueces vaticanos para lograr su extradición. Mientras tanto, en Roma, Becciu continúa callado, esperando que el Vaticano decida si, finalmente, abre un proceso penal contra el excardenal italiano. Becciu, aunque sin funciones específicas en Roma, cuenta con importantes apoyos mediáticos y curiales, que por el momento han conseguido frenar su imputación.
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