No somos pocos los que guardamos en un pequeño rincón de nuestra memoria una tarde de verano disfrutando de un helado: almendrado, Maxibon, sandwich de nata o sorbete de limón. Lo mismo daba. Una generación que en esta época del año, como un reloj, se volvía absortamente golosa de camino a la máquina refrigeradora. Si volvemos la vista atrás, cualquiera de estos antojos bastaba para saciar no sólo nuestra tentación, sino nuestros estómagos. Digamos que los helados siempre han tenido un tamaño decente. Pues ya no.
Hace unos días, una polémica evidenciaba en Twitter que el tamaño de los helados se ha reducido considerablemente con los años. Y lo cierto es que no sólo sucede con esos productos. También los snacks, cereales, golosinas, detergentes, refrescos e incluso medicamentos lo han experimentado. Se llama reduflación. Y es la última tomadura de pelo a los consumidores.
La polémica. “Perdón por preocuparme en verano por temas de verano pero no creéis que los magnums cada año los hacen más chicos???”, una publicación en Twitter acompañada de una foto que mostraba un helado ridículamente pequeño iniciaba la contienda en la red social. “Y a €2,20, nada menos”, respondía otro. No es otra cosa que el descontento de varios consumidores al darse cuenta de que lo que llevan comprando toda la vida ha ido encogiéndose con los años por arte de magia. O por una amplia y pensada estrategia de marketing.
Lo que empezó como una anécdota se acabó convirtiendo en todo un debate acerca del tamaño de los productos que compramos en el supermercado. “Mi abuelo tenía una gran frase: "España, país de miseria. ¡To mu chico!" Y en su época los Mágnum eran como el gato de grande…”’, contaba otro usuario. “Lo mismo con los Corneto. Un chiste. Pero ellos pierden, porque no lo pienso volver a comprar”, señalaba otra. Una conversación que, al final, trataba de comprender por qué la botella de Pepsi de 2L ahora es de 1,5L y cuesta el mismo precio.
Reduflación, un fenómeno. Ni son ilusiones de los consumidores, ni Magnum ha emprendido una cruzada indiscreta contra los fans de sus helados. Todo deriva de un fenómeno que algunos expertos denominan reduflación (una manera de relacionar reducción con inflación). Desde hace algunos años, consumidores en diferentes países vienen notando que al acudir al súper algunos de sus productos favoritos tienen presentaciones más reducidas en peso o volumen, pero conservando los precios de antes.
Para medir este fenómeno, varios periodistas de la BBC analizaron durante los últimos cuatro años 19 productos de distintos fabricantes y descubrieron que 18 de ellos habían sufrido reducciones en su tamaño. La Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido revela que en los últimos cinco años más de 2.529 productos han menguado de tamaño sin variar los precios. El fenómeno es evidente en snacks, cereales, aceites, atún, aceitunas, suavizantes, detergentes y refrescos, entre otros. Básicamente, un reclamo de que las bolsas ahora traen más aire que producto.
Hey @Doritos is this some kind of a joke? I know shrinkflation is a thing but this is just ludicrous. It must be that they’re reduced fat, i.e. less chips. pic.twitter.com/EvDAyHQcKe
— Doug Henderson (@Flendy5) January 27, 2020
Ejemplos y motivos. Las legumbres que venían en bolsas de 500 gramos pasaron a 400 gramos. Los paquetes de galletas, que tradicionalmente eran de 140 gramos ahora contienen 103 gramos, explican algunos consumidores. El fenómeno afecta a todos los países. Un caso sonado fue la reducción en 2016 del diseño tradicional de las barras de chocolate de marcas famosas, como el icónico Toblerone suizo. Aunque muchos consumidores lo atribuyeron al propósito de limitar las restricciones calóricas, la indignación creció por mantener el mismo precio.
Finalmente, la empresa Mondelez International, aceptó públicamente que la decisión de cambiar la forma de la barra, con la consiguiente pérdida del 10% de su peso, estuvo destinada a mantener el producto accesible para los clientes, por los elevados costes internacionales del cacao. Nestlé ha asegurado que en ocasiones también redujo el peso de sus productos para disminuir las calorías o equiparar el proceso de producción en distintos países. Otras compañías apuntan a problemas derivados de la pérdida de poder adquisitivo de la moneda en el país donde operan.
Consecuencias. En Reino Unido, país donde más estudios se han realizado al respecto, la Oficina Nacional de Estadística (ONS) descarta que las decisiones de los fabricantes, a pesar del elevado número de productos afectados, haya tenido un efecto sensible en los precios a nivel global. "No debe sorprender porque el IPC incluye una enorme muestra de los precios de los bienes y servicios de toda la economía, incluyendo los precios de la energía, vivienda, transporte, salud o educación", subrayan. Los alimentos y bebidas son una proporción relativamente pequeña en la cesta.
Contra los golosos. Incluso señalan que en la subcategoría de alimentos y bebidas no alcohólicas, tampoco hay un impacto significativo. Pero donde sí ha influido ha sido en los precios de los productos como azúcar, mermelada, dulces y chocolates. La reduflación ha encarecido estos artículos en un 1,22%. En definitiva, es una forma de encarecer los precios de manera disimulada a los más golosos.
La mayoría de marcas han defendido su estrategia por el incremento del precio de las materias primas como el cacao o el azúcar. Sin embargo, el precio de importación europeo del azúcar ha ido disminuyendo desde mediados de 2014 y en marzo de 2017 alcanzó su nivel más bajo. El precio del cacao alcanzó un máximo en diciembre de 2015 (debido a las sequías en los tres mayores países exportadores), pero ha caído drásticamente en los últimos años. Una excusa, o no, que no termina de explicar por qué los magnums que compramos en verano siguen siendo cada vez más pequeños.
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