2 jun 2023

Anarquistas en el corazón del capital europeo

Anarquistas de toda Europa con ganas de bronca vienen a España a reventar manifestaciones. Eso es poco más o menos lo que podemos leer en la prensa conservadora cada vez que hay cualquier tipo de protesta en nuestro país. Casualmente esos anarquistas nunca acaban apareciendo y no es más que otra muesca en la labor de propaganda para criminalizar y desalentar cualquier movimiento crítico con el gobierno de turno.

Así que, ya que esos anarquistas no aparecen, decidí ir a buscarlos a Hannover con motivo del Congreso anual que realiza el Sindicato de Trabajadores Libres ( FAU por sus siglas en alemán), el sindicato hermano de la CNT en Alemania, el fin de semana en el que media España acudía a votar para elegir entre lo bueno, lo malo o lo menos malo.

Aquí no me encuentro con miles de anarquistas peligrosos y violentos, más bien se trata de 85 personas en representación de los más de 2.000 afiliados que tiene el sindicato en el país y también con la presencia de representantes de otros sindicatos de Italia, Estados Unidos, Polonia, Grecia, Países Bajos, Suiza o España.

El anarquismo alemán no vive sus mejores días. Hace un siglo, en plena República de Weimar, los sindicatos anarcosindicalistas reunían a más de 200.000 personas bajo los ideales de solidaridad y apoyo mutuo, aunque ahora mismo no son buenos momentos para casi nadie en el motor económico e industrial de Europa. Hace unas semanas conocíamos que su economía se contrajo entre enero y marzo por segundo trimestre consecutivo. Alemania está padeciendo con especial fuerza la crisis de inflación que está afectando a su industria, dependiente en gran medida del gas ruso.

“Mucha gente tiene miedo de no poder permitirse más gastos en sus vidas. Esto crea tensión social ya que casi cualquier propuesta de política para cambiar la situación se consideran una carga financiera.” dice el doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Halle, Jasper Finkeldey.

Esta crisis económica del país más importante de la Eurozona es el carburante perfecto para el crecimiento de la extrema derecha con el partido Alternativa por Alemania al frente: “Están ganando terreno. Especialmente en los Länder orientales, el partido podría ser primera fuerza en las próximas elecciones locales. Los puntos que están planteando son: soberanía nacional y migración, entre otros. Hay una normalización del partido que ahora está siendo tratado como cualquier otro partido por algunos medios de comunicación” lamenta Finkeldey.

En un par de edificios rodeado de árboles a las afueras de Hannover tiene lugar esta cita anual para aprobar cuentas y sobre todo marcar las líneas de trabajo del próximo año

En ese contexto de crisis económica y social hay un nuevo movimiento que empuja con fuerza: “Letzte Generation” (“Última Generación”). Desobediencia civil como forma de protesta ante el cambio climático cortando carreteras, pintando lugares emblemáticos al igual que hacen colectivos como Futuro Vegetal en nuestro país. Estas son algunas de las formas que las generaciones más jóvenes han encontrado para hacerle frente a este mundo que se derrumba.

Y son precisamente esa misma gente joven, en su mayoría menores de 35 años las que me encuentro en el Congreso de la FAU. ¿Por qué militar en un sindicato anarquista en el corazón del capitalismo europeo? Los valores que unen a quiénes aquí se encuentran están más basados en objetivos concretos contra el modelo neoliberal, que por motivos ideológicos profundos en favor de una supuesta revolución.

En un par de edificios rodeado de árboles a las afueras de Hannover tiene lugar esta cita anual para aprobar cuentas y sobre todo marcar las líneas de trabajo del próximo año en este sindicato cuya afiliación no deja de crecer principalmente en ciudades como Berlín, Bremen o Dresde.

Las jornadas avanzan en torno a más de diez grupos de trabajo entre los que destacan debates sobre cómo organizar el sindicato en torno a un lugar de acción o a una profesión concreta, campañas de solidaridad internacional o cómo coordinar el crecimiento de nuevas secciones en otras ciudades del país. Aunque yo prefiero asistir a la reunión del grupo Fem-FAU, el colectivo feminista dentro del sindicato.

En esa pequeña asamblea hay un lamento generalizado por cómo aún son ellos siguen siendo los que copan las secretarías y portavocías y cómo, aunque la militancia femenina crece, ellas no terminan de percibir las asambleas y los diferentes espacios del sindicato como lugares seguros de violencias machistas. No, el anarquismo tampoco se libra de las estructuras patriarcales por mucho pañuelo rojinegro que lleves al cuello.

La idea de este tipo de congresos es la de conseguir alcanzar acuerdos y protocolos de actuación para hacer que el sindicato sea una herramienta útil para su militancia, pero es en las pausas, en los momentos entre esas reuniones y grupos de trabajo, donde se consigue conocer mejor cuál es la fotografía general del anarquismo en Europa. Y la realidad nos dice que quizás las y los trabajadores no se agrupan bajo la clásica bandera partida en diagonal en rojo y negro, pero los valores de solidaridad y apoyo mutuo siguen más vigentes que nunca, incluso en sectores nuevos.

Por allí conozco a miembros del Sindicato de Repartidores en bicicleta y moto de Atenas, capaces de movilizar a cientos de estos “riders” por las calles de la capital griega exigiendo subidas salariales o que las plataformas de reparto sean las que faciliten el vehículo al trabajador. O también los sindicatos independientes en Ámsterdam de trabajadores en las cocinas de bares y restaurantes. Lugares donde una gran parte de quiénes limpian platos y los cocinan son migrantes en situación irregular y a los que los sindicatos mayoritarios tienen olvidados.

Todas las personas que asisten a este Congreso en Hannover con las que hablo me transmiten la misma sensación optimista: no hay derrotas electorales que nos afecten.

Vuelvo a Madrid con el shock del resultado de las elecciones municipales y autonómicas, el miedo a la ultraderecha y el anuncio de una nueva jornada electoral para el 23 de julio y la sensación que queda es que la clase trabajadora europea está acostumbrada a perder derechos, a trabajar mil y una horas, a sufrir recortes en servicios públicos... pero aún así, cada vez hay más espacios de solidaridad que recorren el continente, con gente joven que cada vez dice basta antes.

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