La atención es el portal a través del cual nuestro cerebro se conecta con el mundo exterior. Desde el momento en que nacen, los niños comienzan un viaje evolutivo para aprender a dirigir su atención a estímulos específicos, un proceso que trae múltiples beneficios. Sin embargo, en la actualidad, los niños encuentran cada vez más dificultades para controlar su atención debido a una combinación de factores genéticos y ambientales.
Desde el inicio, los niños son atraídos por objetos que emiten sonidos o se mueven, lo que explica por qué los juguetes que hacen ruido son tan intrigantes para ellos. Con el tiempo, los niños comienzan a aprender a enfocarse en estímulos más estables, desarrollando la capacidad de controlar y dirigir su atención. Esta habilidad crítica tiene un gran valor, ya que permite la concentración en tareas, el aprendizaje de nuevos idiomas, la persistencia hacia metas y la reducción de los niveles de estrés.
A pesar de su importancia, el desarrollo de la atención se ve cada vez más obstaculizado por diversos factores del siglo XXI. En primer lugar, el sueño insuficiente, una dieta inadecuada y la falta de actividad física, factores que contribuyen a la prevalencia de la obesidad infantil en países como España, comprometen la capacidad cerebral de los niños para liberar y recargar energía de manera efectiva.
El problema se ve exacerbado por la impaciencia de una sociedad que quiere todo de inmediato, y por padres que encuentran dificultades para enseñar a sus hijos el valor de la espera y la paciencia. Además, la presencia omnipresente de dispositivos electrónicos está afectando negativamente el desarrollo cognitivo y emocional de los niños. Contrario a la creencia común de que la destreza para deslizar rápidamente el dedo por la pantalla es indicativo de inteligencia, los estudios demuestran que el uso temprano de estos dispositivos puede dar lugar a trastornos del control de los impulsos, dificultades de concentración y un mayor riesgo de depresión infantil.
En resumen, los niños de hoy no son inherentemente diferentes de los de las generaciones anteriores, simplemente enfrentan más obstáculos para su desarrollo cognitivo y emocional. Crecen en una sociedad acelerada que no siempre proporciona las condiciones ideales para una educación tranquila y reflexiva. Ante este panorama, se recomienda limitar el uso de dispositivos electrónicos por parte de los niños, lo que favorecerá el desarrollo de su capacidad de atención, paciencia y autocontrol.
Establecer reglas y límites puede ser un desafío, especialmente cuando las pantallas entran en juego. Sin embargo, existen recursos y estrategias disponibles para ayudar a los padres a navegar este desafío. Educar en positivo, un enfoque que se enfoca en el refuerzo de comportamientos y habilidades saludables, puede ser una herramienta valiosa para las familias en la era digital.
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