La desertificación, resultado de la degradación de los suelos por acciones humanas y el cambio climático, amenaza miles de hectáreas en todo el mundo. El aumento de las temperaturas impulsa la desertificación de tierras ya vulnerables, convirtiéndolas en páramos áridos e infértiles. La minería, urbanización, agricultura y ganadería, junto con la falta de conciencia ambiental, contribuyen a la degradación del suelo. Más de 2 mil millones de personas habitan áreas que podrían desertificarse en menos de 10 años debido al calentamiento global y las acciones humanas. La desertificación afecta a más de cien países, especialmente a las poblaciones vulnerables que dependen de la agricultura de subsistencia y sufren catástrofes naturales agravadas por el cambio climático. La falta de agua resultante de la desertificación afecta el crecimiento de las plantas, la disponibilidad de alimentos y causa éxodos. España, en particular el sur de la península Ibérica, se encuentra en alto riesgo de aridificación debido a acciones antropogénicas. La plantación intensiva de cultivos que requieren mucha agua, como tomates en Almería y Murcia, destruye los suelos sin contribuir a un sistema alimentario sostenible. La desertificación y el cambio climático representan desafíos globales que requieren atención y acciones urgentes.
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