15 may 2015

“Con todo lo que se sabe, muchos volverán a ser votados y habrá que admitir que somos un país de mierda”

No tiene móvil, no le gusta el avión, está indignado con la izquierda porque de la derecha ni habla y sigue trabajando porque se divierte. José Sacristán estuvo en la Isla el 23 de abril interpretando ‘Caminando con Antonio Machado’.


- ¿Por qué se decide a hacer una función con la poesía de Machado?
- Fue una petición de una empresa para hacer un concierto con Judith Jáuregui al piano y me inventé una cosa que ha ido creciendo, tomando como punto de partida lo último que escribió Machado un día antes de morir, que lo encontró su hermano José en el bolsillo del gabán: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Se me ocurrió una especie de viaje de regreso de Coillure a Sevilla, y lo he estado haciendo un año en Argentina. Ahora con Aurora al chelo el repertorio musical es distinto. Machado es un manantial, un territorio moral y ético. Es formidable ser el pregonero de Machado.
- ¿Es un acto de justicia, de reivindicación, de divulgación...?
- No. El que sale satisfecho es el ciudadano Sacristán. Ese viaje de vuelta pasa por el Machado más íntimo, dramático, filosófico... y he procurado que tenga una conexión en el argumento para confeccionar un retrato del hombre.
- ¿El público conoce la obra de Machado?
- Gracias a Serrat. Ha sido definitivo, y en Argentina, más. Mi mujer, que lleva las luces y está entre el público, dice que en Argentina mucha gente recitaba por debajo. En Buenos Aires tienen mucha curiosidad por la cultura y el espectáculo.
- ¿Y la obra de Machado está vigente?
- Acojona. Es la mirada de un hombre lúcido, honrado y honesto al que le tocó vivir un tiempo doloroso. Su figura también es la del maestro de escuela, el hombre cercano; y es terapéutico volver a Machado.
- Machado dijo que “todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo”. ¿Le pasa a usted lo mismo?
- Yo no tengo la autoridad moral de Machado. Yo soy de Chinchón y me encanto y me cabreo a la medida de mi pueblo. Estoy esperanzado, después del cabreo monumental que tengo con la izquierda de este país, porque de la derecha ni hablo, no pierdo el tiempo. Estoy esperanzado con Podemos y con Ciudadanos y con actitudes más críticas. La impunidad con la que la derecha ha operado, el descaro, la grosería, el desprecio... es porque sabían que no tenían contrincante.
- El otro día programaron 'La escopeta nacional' y parecía más actual que hace 35 años. ¿No hemos cambiado nada?
- Yo hice 'Vente a Alemania Pepe' y ahora hemos hecho 'Perdiendo el Norte' y mi personaje es el mismo, el tipo que emigró y se quedó allí. Antes era una España “pobre, escuálida y beoda”, como decía Machado, con una maleta de cartón, y ahora el que llega a Alemania lleva un Ipad, viene del confort, y le toca servir salchichas. Esa es la gran putada, el espejismo del estado de bienestar, y de ahí la responsabilidad de la izquierda. Ha sido cómplice de este  espejismo y ahora no hay una crisis, es una guerra sin tanques ni aviones pero hay muertos laborales, sociales, morales..., y no hay fuerza moral en la izquierda.


- ¿Podemos representa una alternativa?
- Hay que ser prudente. Yo no aplaudo a rabiar y a Monedero hay que darle un tirón de orejas, pero hay gente muy interesante como Manuela Carmena, y está demostrada la cochambre de los otros.
- Y parece que los ciudadanos se interesan por la política, ¿o es sólo un espectáculo televisivo?
- No nos engañemos. Aquí hay niveles de culpabilidad pero inocentes hay muy pocos. Con todo lo que se sabe, muchos de estos van a volver a ser votados y aplaudidos, y será el momento de reconocer que somos un país de mierda. Pero parece que algo se mueve.
- José María Pou decía esta semana que antes se tendía a la excelencia y ahora no tanto...
- Estamos viendo una demostración de desprecio total y absoluto por la cultura, con el 21 por ciento del IVA. Antes lo que no había era la osadía con la que ahora te dicen “te jodes”. Esa osadía y esa impunidad se consiguió gracias a la mayoría absoluta, por la inoperancia de la izquierda, la ida a la mierda de la izquierda, y ahí siguen. Cuando se pierde la autoridad moral nos vamos a hacer puñetas.
- Uno de sus personajes más famosos es el cómico Galván, en 'El viaje a ninguna parte'. ¿Se ve reflejado en él de alguna forma?
- A diferencia de Galván, que no sabe si ha triunfado o no, yo soy sanchopanzesco de origen y tengo claro dónde coño estoy y qué posibilidades tengo, tengo un pésimo sentido de la orientación, soy un cretino geográficamente hablando pero en cuanto al sitio que ocupo no. No soy como Galván.
- Ahora hace muchas películas. ¿Sigue trabajando por necesidad?
- No, no. Ahora tengo teléfono en casa y suena y alguien me dice ¿quiere usted hacer esto? Ya hace tiempo que puedo elegir y cuando el cine que me ofrecían era una mierda, hice musicales o 'La Muerte de un viajante'. Ahora me llama la gente joven y me encanta trabajar con esa gente porque hay unas constantes: los cojones, el amor a esto. Me encanta participar de esto.
- Ahora se hace en España un cine muy variado...
- Siempre ha habido un abanico de miradas muy distintas y no ha habido relación entre la calidad de las películas y la taquilla. 'Magical girl' es de lo mejor que se ha hecho en Europa este año y en la taquilla nos hemos defendido como hemos podido. Este año la cosecha ha sido cojonuda y el cine español no recibe por parte del público la regularidad en la respuesta que merece.
- ¿Un actor se retira?
- Mientras me divierta..., porque para mí lo fundamental es el juego. Echo mano del crío que fui para jugar a que se crean que soy el que no soy. Mientras me siga divirtiendo aquí estaré.
- ¿Cuál ha sido su relación con Lanzarote?
- Imborrable. Aquí nos hicimos novios Mónica Randall y yo rodando 'Oro Rojo' en los Jameos del Agua con Vázquez Figueroa. Pero es que el avión no me gusta y aquí solo se puede venir en avión. Entonces estuve en casa de César Manrique y hoy he estado en la de Saramago, aunque a él lo conocía, y a Pilar. Lanzarote es un sitio fabuloso. En la Cueva de los verdes me dijo una señorita que ya había entrado el grupo y pasé, no sabía dónde me metía. Dije “no importa”, y hubo un momento en que no tenía ni idea de dónde estaba. Pensé “me quedo aquí”.

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