Después de años comprando fusiles de asalto por miedo a que el Gobierno pudiera prohibirlos, la industria armamentística asegura que es posible que algunos estadounidenses finalmente piensen que ya tienen suficientes. Desde que Donald Trump ganó las elecciones, el presidente que se llama así mismo "el auténtico amigo" de los activistas proarmas, los precios de las acciones de los fabricantes de armas han caído, y los minoristas estadounidenses han informado de una desaceleración de las ventas de armas y de accesorios.
El número de verificaciones de antecedentes penales por armas procesados cada mes, que es un indicador aproximado de la venta de armas, ha caído en comparación con el año pasado a excepción del mes de mayo en el que tuvo lugar el ataque terrorista durante el concierto de Ariana Grande en Manchester en el que murieron 22 personas. En el pasado, ha quedado demostrado que los grandes incidentes terroristas han llevado a un incremento en la venta de armas.
"El hecho de que todo el mundo percibiera a Obama como contrario a las armas y como que quisiera arrebatar el derecho a poseerlas hizo que la gente comprase, comprase y comprase hasta todos tuvieron de sobra", apunta Jeremiah Blasi, el director de marketing de Mid America Armament, una pequeña fábrica de armas y de accesorios con base en Pryor, Oklahoma.
"Creo que la gente ya está... yo utilizaría la palabra satisfecha", apunta Blasi. Como parece que Trump apoya a los propietarios de armas, "nadie teme que vaya a perder su derecho a las armas en un futuro inmediato". Esta es la gran ironía del debate de las armas en EEUU: las políticas antiarmas impulsan los beneficios del sector, y las políticas favorables los reducen.
Desde hace tiempo, las perversas dinámicas del mercado de armas han convertido los intentos políticos por cambiar el rol de las armas en la vida de los norteamericanos en campañas de marketing masivas.
A Barack Obama, que lideró el mayor impulso por endurecer las leyes de control de armas en una década, le llamaron "el mejor vendedor de armas del planeta". Y justo a la inversa, la influencia del actual presidente sobre la industria armamentística ha sido calificada de "el desplome Trump".
Blasi apuntó que las ventas de Mid America Armament disminuyeron alrededor de un 25% en comparación con el año pasado, y las ventas en las ferias de armas habían caído incluso más estrepitosamente, un 50%. La compañía fabrica fusiles de asalto AR-15 y accesorios. Ahora sus ventas se centran más en los accesorios que en las armas.
"El mercado parece realmente saturado. Mucha gente sigue haciendo mejoras de sus armas y comprando accesorios, pero no compran rifles. Incluso en los accesorios ha habido una desaceleración", añade.
Las grandes fabricantes también han sentido el golpe. El precio de las acciones de Stum Ruger and American Outdoor Brands Corporation, anteriormente Smith & Wesson, cayeron bruscamente después de las elecciones, y tras repuntar esta primavera, volvieron a caer.
265 millones de armas en manos de civiles
Cabela's, una cadena de venta de productos para el exterior —caza, pesca, acampada, etc— ha informado de una caída del 9% en ventas en su segundo trimestre de este año y culpa de la misma a la reducción en la venta de armas. “Desde las elecciones de otoño, hemos visto una ralentización continua en el mercado de las armas y todo lo relacionado con ello”, explicaba el consejero delegado de la empresa, Tommy Millner, en un comunicado a principios de agosto. La empresa reconoció que el tiroteo del año pasado en la discoteca Pulse de Orlando había disparado las ventas.
Año tras año, las comparaciones en la venta de armas muestran que a pesar de la evidente caída, la venta de armas en Estados Unidos sigue en un punto relativamente alto. Para finales de julio ya se habían registrado 14 millones de ventas, un cifra superior a los totales anuales de cualquier año entre 1998 y 2009, es decir, los últimos años de Bill Clinton y los dos mandatos de George W. Bush.
“Las informaciones sobre la esperada muerte de la industria son exageraciones”, explica Mike Bazinet, portavoz de la Fundación Nacional de Deportes de Tiro y de la Asociación Comercial de la Industria de Armas. “2017 sigue siendo un año muy fuerte respecto a los estándares históricos y, de hecho, estamos de camino al mejor segundo o tercer año desde que empezó el sistema de registro”.
El miedo a ataques violentos y el miedo al control gubernamental de la posesión de armas han servido durante mucho tiempo como impulsores de la venta de armas en Estados Unidos. Según el sistema de registro de venta de armas, estas pasaron de 13 millones al año en 2008, cuando Obama fue elegido presidente, a 27,5 millones al año en 2016, el último de la presidencia de Obama.
Tras la matanza en 2012 de 20 estudiantes de primaria y seis adultos en el colegio Sandy Hook de Newtown, Connecticut, los precios de algunos fusiles de estilo militar se doblaron, mientras que los chinos, más baratos, pasaron de 100 a 500 dólares. Otros fusiles pasaron de 700 a 1.500 dólares, explica Blasi. El asesino de Sandy Hook utilizó un rifle de estilo militar Bushmaster y algunos propietarios de armas señalaron que el gobierno federal debería renovar una prohibición caducada ocho años antes sobre las armas de asalto de estilo militar.
La prohibición de 1994 sobre las armas de asalto, que afectó a un gran número de armas comparativamente poco utilizadas en crímenes, no dio pruebas de haber tenido un impacto en el número de víctimas de este tipo de actos, según concluyeron los investigadores. Algunos expertos han especulado que la decisión de los demócratas de prohibir el armamento de estilo militar realmente alimentó su popularidad, pasando de tener un papel secundario en el mercado hasta convertirse en una fuerza impulsora fundamental en la venta de armas.
La continua amenaza de la prohibición de las armas de asalto ha tenido un efecto pernicioso, al seguir aumentando su popularidad. Aun así, los investigadores concluyen que los efectos de una renovación más dura de la prohibición “probablemente sean escasos en el mejor de los casos y tal vez demasiado escasos como para hacer una medición fiable”.
En 2015 había en Estados Unidos al menos 265 millones de armas en manos de civiles, de acuerdo con la investigación académica más rigurosa y reciente, aunque otras estimaciones elevan esta cifra. Estos millones de armas están muy concentrados, dado que solo el 3% de los adultos estadounidenses posee la mitad de las armas en todo el país, concluyen los investigadores. Los grandes poseedores de armas tienen una media de 17 cada uno.
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