Según un panel de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) de 2013, el 68% de los adolescentes europeos entre los 10 y los 18 añosconsume con cierta habitud latas de bebidas energéticas, que se caracterizan por incluir altas dosis de cafeína y azúcar, además de otros elementos como vitaminas del grupo B sobre todo, y moléculas como la L-carnitina y la taurina, supuestamente implicadas en la recuperación del tono muscular.
Entre ellos, un 12% tiene un consumo crónico de siete litros al mes y otro 12% un consumo agudo alto casi diario. El panel de la EFSA también destaca que entre los menores de de diez años también se produce el consumo de estas bebidas; en concreto un 18% de ellos las han probado o las consumen eventualmente. El incremento en el consumo de bebidas energéticas es especialmente pronunciado en las últimas décadas. Por descontado, los datos del panel pueden ser mayores hoy que hace cinco años.
Estas alarmantes cifras han llevado a numerosos expertos en salud y nutrición a plantearse la necesidad de concienciación de las familias sobre el consumo que hacen sus hijos, así como a promover campañas en las redes en favor de la limitación de la edad de acceso a las bebidas energéticas bajo las etiquetas #energydrinks, #notforchildren o #StopBebidasExcitantesEnNiños, entre otras.
En Inglaterra el cocinero Jaimie Oliver ha sido uno de los defensores más activos de la limitación de edad por debajo de los 16 años, y aunque no existe por el momento ninguna ley al respecto, desde la pasada primavera numerosos supermercados se adhirieron a la propuesta, negándose a vender directamente bebidas energéticas a menores. Sin embargo, según la BBC, la actual primera ministra ha declarado que el gobierno inglés está considerando seriamente prohibir la venta a menores de 18 años.
Motivos para la prohibición
Entre los motivos para tomar esta medida, los expertos destacan los altos porcentajes de cafeína y azúcar de estas bebidas, que muchas veces doblan incluso las cantidades presentes en bebidas dulces, que en Inglaterra ya gozan de un impuesto especial. Si se calcula que una dosis de 75 mg de cafeína -equivalente a un café expreso muy cargado- puede ayudar a menorar las capacidades cognitivas, también la OMS estipula que el límite aconsejable diario de esta sustancia debe estar en los 400 mg diarios.
El caso es que una lata de una de estas bebidas contiene 32 mg de cafeína por cada 100 mililitros, lo que en un volumen estándar de 320 mililitros suponen 102,4 mg de cafeína, claramente por encima de la dosis aconsejada como positiva. Y el problema adicional es que está aumentando el consumo de estos productos en latas de 500 mililitros, lo que supone ingerir de golpe 160 mg de cafeína, equivalente a 2,5 expresos altamente cargados.
Si esta cifra ya puede llevar a un adulto a la sobreexcitación y se sitúa en el límite de lo saludable, en un menor puede tener consecuencias negativas para su salud. Un estudio de 2015 liderado por el investigador español Fabián Sanchis-Gomar relacionaba el consumo de bebidas energéticas en adolescentes con el aumento de episodios de muerte súbita. Pero sin referir episodios de tal gravedad, las altas dosis de café en personas no adultas conllevan trastornos del sueño, los cuales inciden en un aumento de la obesidad así como de la resistencia a la insulina, el camino hacia la diabetes.
Estos últimos trastornos se ven reforzados en el caso de las bebidas energéticas por las altas dosis de azúcar que presentan, unos 27 gramos por 100 mililitros; muy similares a los de otras bebidas como la CocaCola, pero que las doblan en el caso de latas de 500 mililitros. Es decir que pueden llegar a presentar hasta 55 gramos de azúcar, entre diez y doce terrones.
La dosis máxima diaria aconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 50 gramos diarios. Por lo tanto, tanto adultos como adolescentes que consuman estas bebidas la exceden con una sola lata de medio litro y por tanto entran en el camino de la obesidad, la diabetes y los problemas cardiovasculares a largo plazo. Pero el caso de los adolescentes es particularmente grave por su falta de conciencia al respecto.
Y en España, ¿qué se opina?
Otros problemas adicionales son el fomento de las caries o la propia adicción que pueden causar el azúcar y la cafeína. Además se destaca el peligro de enmascarar los excesos etílicos con este tipo de bebidas, ya que es muy frecuente que la juventud las combine con whisky, vodka o ron, con lo que su efecto excitante contrarresta la fatiga intelectual del alcohol.
Pero como destaca Abel Mariné, Catedrático emérito del Departamento de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, la fatiga motora persiste y por tanto el riesgo de cometer errores por falta de reacción, por ejemplo al volante, se dispara. Mariné destaca que además "se han registrado taquicardias, episodios de nerviosismo e insomnio y falta de coordinación motora" al juntar bebidas energéticas y alcohol en jóvenes. Sin citar la prohibición, Mariné es partidario de la concienciación de cara a un consumo moderado.
Por su parte el pediatra Carlos Casabona es uno de los más activos detractores de la proliferación de las bebidas energéticas entre el sector más joven de la población y uno de los promotores en las redes de la etiqueta # StopBebidasExcitantesEnNiños junto al nutricionista Julio Basulto. En el artículo Niños y bebidas energéticas: una combinación frecuente y peligrosa, Casabona advertía ya en 2017 de las consecuencias de este crecimiento del consumo. Asimismo Basulto se ha mostrado favorable a la su prohibición entre los jóvenes.
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