"La mayoría de los bares te van a decir: la hacemos aquí.
 Y es normal, no quieren que se sepa que son congeladas. Nosotros 
hacemos una croqueta muy artesanal, imitando que esté hecha con las 
manos. Antes era circular, como un chorizo y venga, 'p'alante'. Ahora 
todas las croquetas pesan lo mismo, pero son desiguales porque la 
máquina les da forma. Así que en el bar pueden decir que la hacen 
ellos".
Lourdes Aranaz y Alberto Reyes sonríen, al 
tiempo que Luciano, un tercer trabajador, saca un par de croquetas de la
 freidora y las deja en un platito sobre la mesa. Son las de su última 
colección, 'Tressoro', y llevan un pequeño relleno en el centro además 
de la bechamel. Hay una de cochinillo con manzana, otra de calabaza con 
parmesano y hasta una de arroz negro con una puntita de alioli en el 
"corazón".
"Esta es la más novedosa. Y la más sofisticada", apunta 
Reyes, jefe de área en Madrid. "La verás en restaurantes medios, 
cócteles y salones de boda, que siempre quieren novedades. Y en 
gastrobar. Tenemos croquetas de todas las categorías, para todos los 
bolsillos. Una de jamón de gama baja puede ir a una colectividad social,
 como un colegio o una cárcel".
 
    
Aranaz y Reyes son comerciales de Audens Food, la empresa
 que más croquetas hace de España. En 2018, de sus seis plantas salieron
 600 millones de unidades, que de media son 1,6 millones diarios de este
 pequeño y preciado alimento tradicional. En toneladas, Audens es la 
segunda compañía de congelados (sin contar las de pescado) que más 
produce: 50.000 anuales. Solo la supera Ultracongelados Virto, que, 
entre otras cosas, fabrica las bolsas de verdura congelada de Mercadona.
 También Audens tiene al gigante valenciano entre sus clientes: llevan 
años fabricando sus croquetas, de jamón, pollo, cocido, setas y 
espinacas, que hasta no hace mucho iban bajo la marca Preli pero ya son 
Hacendado.
Aunque desde la empresa no quieren 
decir cuánto supone Mercadona en su facturación, un empleado desliza 
esta aproximación: cerca del 40%, con la idea de reducir su 
'mercadonadependencia' a futuro. Además, apenas exportan. "Fuera de 
España, la croqueta es con base de patata. A los 'guiris' les encanta 
pero en su casa no la comen. Tenemos el hándicap de la fritura y las de 
horno no quedan bien", cuentan. El 60% restante de la facturación 
viene de lo que venden en otros  grandes supermercados - con otros 
productos, no con croquetas - y de su punto fuerte, la restauración 
independiente. 
"Lo típico de España, el bar", cuenta 
Aranaz. "Tenemos sesenta distribuidores que llegan a todo. Siempre hemos
 sido líderes de la croqueta, pero ahora está de moda. Y se consume 
mucho".
 
    El misterio de los bares que no sirven congelados
Es
 complicado dar con un bar que diga que pone croquetas congeladas. 
Incluso los que no tienen cocina te contarán que las traen hechas de 
casa y los que sirven hasta cuatro clases - de jamón, boletus, bacalao o
 rabo de toro -  insistirán en que las preparan allí. Solo uno de los 
seis locales consultados - todos bares tradicionales, alguno más 
exquisito que otro, de Madrid - reconoce servirlas de fuera, de una 
pequeña empresa madrileña llamada Herme que no llega al millón de facturación anual. 
Pero
 resulta que el sector de los alimentos congelados fuera del hogar no 
para de crecer en España tras la crisis, motivado por el dinero que nos 
dejamos los españoles cuando salimos a la calle - aunque no hayamos 
recuperado nuestro poder adquisitivo - y porque llegan más turistas.
"Paradójicamente,
 este escenario positivo se produce con los hogares acumulando un 
descenso del 8% en la masa salarial entre 2008 y 2017", indica el 
informe de Alimarket sobre el sector. "Todo parece indicar que el 
optimismo sobre nuestra economía se deja notar en nuestros hábitos de 
consumo, ahora más alegres. En hostelería, el turismo provoca que el 
ritmo de crecimiento del consumo fuera del hogar sea mayor al 
doméstico".
 
    
"No hay datos concretos de congelados en hostelería", 
añade el documento, "pero a nadie se le escapa que son productos muy 
utilizados en este canal. En hoteles, restauración organizada y 
establecimientos tradicionales".
En resumen: que las 
empresas de congelados para bares y restaurantes - que incluyen pollo, 
hamburguesas, pescado, verduras, patatas y alimentos de moda, como kale o
 quinoa - están de enhorabuena y crecen a buen ritmo, aunque ningún bar o
 restaurante reconozca que les compra. Y que, entre ellas, "el revival 
de la croqueta parece no tener fin".
Audens Food, que 
nació en 2011 de la fusión de la catalana Prielá y la zamorana Frinca, 
facturó 104 millones de euros en 2017, seis más que el año anterior. Y 
aunque es la líder no es la única gran empresa de croquetas congeladas 
de España, porque Maheso (que vende con marca propia en muchos 
supermercados y marca blanca en Día), produjo 26.000 toneladas en 2017 y
 facturó 92 millones. Ambas fabrican croquetas de moda, de las que cada 
vez es más fácil ver en cualquier nuevo bar: rabo de toro, chipirón, 
espinacas, setas o boletus, morcilla o pimientos del piquillo. Incluso 
Maheso se desmarcó el año pasado con croquetas 'experience' de frutos 
exóticos, tex-mex y... gin tonic. 
 
    
"Por un lado tienes el fondo de armario: pollo, jamón y 
bacalao. Y a partir de ahí hemos pasado de una croqueta cilíndrica a una
 que imite la artesanal. Las ventas van por zonas", continúa la 
directora comercial de Audens. "En Cataluña y Andalucía, la número uno 
es la de cocido. En Madrid, la de ibérico y la de setas".
Tanto
 Maheso, que nació en 1978, como Audens, cuya pata croquetera Prielá lo 
hizo en 1969, son compañías familiares que han crecido hasta convertirse
 en grandes empresas, de 400 y 700 empleados cada una. Por detrás 
hay otras, también antiguas, como la vasca Gesalaga o Fridela, con 
catálogos similares pero de tamaño menor (13 y 4 millones de ingresos, 
respectivamente).
"Y han nacido muchas nuevas. Si te 
fijas, todas las empresas de congelados son croqueteras", dicen en 
Audens, cuya entrevista transcurre en el Salón Gourmet de Madrid. La 
Abuela Cándida, Croquetas Ricas, Oído Cocina Gourmet o La Cocina de 
Senén son algunas de ellas. Ninguna supera los 7 millones de ingresos. 
Pero, como las grandes, van dirigidas al sector restauración.
0,22 euros por croqueta
El
 precio medio final de una croqueta de Audens, que llega a los bares a 
través del distribuidor, es de 22 céntimos de euro. "Luego cada uno 
decide a cuánto la sirve. Hay gente que las regala de tapa. Y otros las 
maridan con una salsita", continúan. "También hay quien las descongela y
 vuelve a amasar, o les mete otro rebozado... Todo cuenta".
 
    
La calidad del producto, por muy congelado que sea, ha 
aumentado con los años. Como su variedad. "Los bares intentan ser un 
poco mejores. Ya no van a la croqueta barata, ni para aperitivo, porque 
queda fatal", explica Aranaz.
En su defensa insiste en
 que los congelados tienen mala fama pero que la congelación es un buen 
método de conservación. "Tiene mala prensa porque nace como nace: para 
aprovechar excedentes de fresco. Los pescaderos congelaban lo que 
sobraba, así que la gente compraba porque era más barato. Se creó el 
concepto de que congelado era igual a subproducto", cuenta. "La gente no
 entendía que si tienes un buen producto y lo almacenas en frío, es más 
caro que un fresco. Había presión para bajar precios por ser congelado".
 Por eso los congelados son tradicionalmente malos, aunque la tendencia 
cambie.
"Ese es el desastre. Antes metían tralla y era malo. Pero han mejorado una barbaridad".
La
 moda croquetera está reforzando el negocio de las grandes, viendo nacer
 a otras pequeñas e incluso impulsando a empresas de congelados a crear 
su propia línea. Un ejemplo curioso es el de Foods For Tomorrow, una 
startup de alimentos vegetales, que trabaja en helados y croquetas... 
también vegetales, según aparece en el informe de Alimarket.
"Está
 todo muy polarizado. Hay mucho 'veggie' junto a momentos de indulgencia
 en los que apetece una croqueta. Y también hay una tendencia de los 
bares a hacerlas propias. Como no tengo suficiente, como croquetas en 
cada sitio al que voy..", concluye Aranaz mientras enseña una foto en su
 móvil. "Esas están hechas allí. Son de trufa. Hay gente que tiene su 
marmita y las hace, pero también hay gente que con las nuestras se apaña
 perfectamente. Tú vas y dices: tienen de todo, ¿cómo pueden? Quieren 
dar más surtido y usan las nuestras. Le dan una forma distinta, le ponen
 pan aireado... Pero una cosa es no contarlo y otra mentir".
 
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