16 abr 2016

La oscura fortuna de Juan Carlos I

La aparición de una sociedad off-shore encabezada por la infanta Pilar de Borbón, tía del actual rey Felipe VI, como parte de la investigación periodística de los #PanamaPapers, puso el foco en la oscura fortuna del rey emérito, Juan Carlos I, uno de los temas tabús en España.
De la publicación de este caso no se infiere que las cuentas de la infanta Pilar tengan relación con la fortuna personal del rey emérito, que The New York Times estimó en 2012 en unos 2 mil 300 millones de euros.
El Ministerio de Hacienda español anunció que investigará los casos revelados, incluido el de la infanta Pilar, aunque hasta ahora no se puede decir que haya cometido un delito por tener una off-shore en un paraíso fiscal.
Pero el tema sí se añade a la cadena de escándalos tejidos alrededor de la casa real española desde tiempo atrás, primero con el anterior monarca aún en funciones o con la hija de éste, la infanta Cristina y su yerno, Iñaki Urdangarín, sujetos a un proceso ante los tribunales por presuntos delitos fiscales.



La hermana del viejo monarca presidió y dirigió durante años una empresa radicada en Panamá gestionada por Mossack Fonseca, el bufete especialista en crear sociedades opacas en paraísos fiscales, que destapó el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), el diario alemán Süddeutsche Zeitung y un centenar de medios alrededor del mundo, entre ellos Proceso.
Al salir a la luz este caso, saltan una serie de datos: La infanta De Borbón se convirtió en presidenta y directora de la sociedad Delantera Financiera SA en agosto de 1974, solo un mes después que su hermano –el entonces Príncipe de España— asumiera de forma interina la Jefatura del Estado debido al empeoramiento de la salud del dictador Francisco Franco.
Y el otro dato relevante –que dieron a conocer aquí el digital El Confidencial y la televisora La Sexta, los socios españoles en esta investigación— es que Delantera Financiera SA fue disuelta el 24 de junio de 2014, cinco días después que Felipe VI fuera proclamado rey de España ante el Congreso de los Diputados, tras la abdicación de su padre.
Los documentos muestran que el 8 de agosto de 1974, cuando Pilar de Borbón fue elegida presidenta de la sociedad Delantera Financiera, su marido, Luis Gómez-Acebo, asumía el papel de tesorero-secretario y director de la compañía.
El despacho Mossack Fonseca se encargó de los trámites burocráticos, pero desde 1993 la empresa fue gestionada por Timothy Lloyd, una firma afincada en Londres. Posteriormente, de esta tarea se hizo cargo el bufete Gómez-Acebo & Pombo Abogados, firma de Ignacio, el cuñado de la infanta.
Las pesquisas de El Confidencial revelaron que 1993 fue un año clave, porque el 1 de abril de ese año se produce la muerte de Juan de Borbón, el padre del rey Juan Carlos y de las infantas Pilar y Margarita.
Al morir, el conde de Barcelona dejó una fortuna de un mil 100 millones de pesetas –según la cotización equivaldría a 6,6 millones de euros—, que incluía 728 mil 75 millones en fondos depositados en el extranjero y que echaba por tierra la idea que hubiera muerto con estrecheces financieras, según reveló el diario El Mundo (31 marzo 2013).
Juan de Borbón, hijo de rey y padre de rey que no pudo llevar la corona, dejó como herencia un chalet familiar en la urbanización Puerta del Hierro (Madrid), un apartamento en Estoril (Portugal) y parte de un inmueble de oficina en la Gran Vía madrileña, todo ello valuado en 350 millones de pesetas (más de 2 millones de euros).
De acuerdo al documento Tramitación y cumplimiento de las voluntades testamentarias que dio a conocer El Mundo, Juan de Borbón también dejó 728 mil 75 millones en fondos depositados en una cuenta en Ginebra y dos en Lausanne.

La fortuna se distribuyó entre sus hijos Juan Carlos, Pilar y Margarita.
En julio de 2013, la Casa Real dio a conocer que los dos millones de francos suizos que le correspondieron al rey Juan Carlos por la herencia de su padre, se gastó en hacer frente a deudas y obligaciones de los Condes de Barcelona.
Tras una investigación de cuatro meses, encabezada por el entonces jefe de la casa real, Rafael Spottorno, la cuenta en la entidad financiera Société Genéralé Alsacienne Private Banking, en la que se ingresó la herencia, fue cancelada antes de 1995. Y, según la fuente, tras el cierre de esta cuenta, el monarca no ha tenido cuentas en el extranjero.
La misma fuente aseguró que tenía la convicción de que los albaceas de Juan de Borbón, principalmente Luis de Ussía y Gavalda, conde de los Gaitanes (fallecido en 2005), pagaron los impuestos hereditarios, aunque no existen pruebas documentales de tal gestión.
En su libro Final de partida. La crónica de los hechos que llevaron a la abdicación de Juan Carlos I (La esfera de los libros. 2015), la periodista Ana Romero resalta que tiene pocos años que los medios de comunicación españoles “abrieron la veda sobre la figura del rey emérito Juan Carlos I, quien desde su ensoñación siempre fue protegido y en la que políticos, empresarios y medios ayudaron a cubrir con un manto de opacidad”.
Especialista en desentrañar a la Corona como una entidad de poder, muy lejos de los habituales enfoques de la prensa rosa que sigue a los monarcas, Romero recuerda que hasta ahora “un tema tabú” es a cuánto asciende la fortuna del viejo monarca, quien siempre ha sido presumido en España como uno de los principales promotores de las empresas españolas en el mundo.
Adulado por medios, políticos y grandes empresarios – “que le prestaron aviones, lo invitaron a fincas y le rieron sus gracias” –, se le dio “carta blanca” hasta llegar a lo que señala como niveles inaceptables.
La periodista, primera en sacar a la luz la relación del monarca con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a quien entrevistó, cita en su obra el libro de José García Abad, La soledad del rey (2004) en la que éste señala a las “amistades peligrosas y comprometedoras” de Juan Carlos, algunos que manejaron las “comisiones” que recibía el monarca y que terminaron en la cárcel o con problemas judiciales, entre ellos Mario Conde (detenido nuevamente el lunes pasado por “repatriar” los recursos del desfalco al banco Banesto, a principios de los 90); Manuel Prado y Colón de Carvajal –descendiente de Cristóbal Colón—; Javier de la Rosa; José María Mateos; Francisco Sitges; Alberto Cortina y Alberto Alcocer, entre otros.
Hay una idea generalizada en España de que Juan Carlos I cobró fuertes sumas de dinero como comisiones por sus gestiones a favor de las empresas españolas alrededor del mundo. Mario Conde, citado por Romero, relató que llevaban a Zarzuela maletines con fuertes sumas de dinero.
El expresidente argentino, Carlos Menem declaró en plan de broma, que durante el proceso en que Repsol trataba de cerrar la operación de compra de la petrolera argentina YPF, recibía más llamadas de Juan Carlos I que de su esposa.
Pero los excesos del vetusto monarca fueron rompiendo el pacto de silencio entre los medios de comunicación en España. El punto de inflexión fue el accidente que sufrió durante una cacería en Botswana, que atrajo la atención de los medios internacionales, porque ese desliz, en compañía de Corina, se dio en la misma semana que el país estaba en el filo de ser rescatado.
La periodista de The New York Times, Doreen Carvajal, —recuerda Romero en su libro— preguntó entonces en la Zarzuela: “¿El rey cobra comisiones?”, tema que se convirtió en un dolor de cabeza para el entorno de la monarquía.
En su libro, Ana Romero recuerda que entonces Zarzuela pidió a Juan Luis Cebrián, presidente del Grupo Prisa, les ayudara a tener un encuentro con el dueño del diario neoyorkino, Artur Sulzberger Jr.. Éste organizó una cena con el rey en su casa en Manhattan y, un día después, un encuentro de hora y media con el consejo editorial del matutino.
Cinco días después, se publicó una pieza firmada por Carvajal y por Ralph Minder, corresponsal del Times en Madrid, que sacó más canas verdes en la monarquía. Se tituló: “Un rey escarmentado busca la redención, por España y su monarquía”.
Hablaba, entre otras cosas de su “vida de lujo” y refería que el rey llegó “sin nada” al trono y en el camino había amasado una fortuna “de origen desconocido”, que estimó en 2,300 millones de dólares.
Los movimientos, hasta ahora insuficientes, dados por el rey Felipe VI para retirar ese manto de opacidad en la fortuna de su padre y su entorno, lo ponen en entredicho.
La revista tintaLibre publica en su edición de este mes una serie de reportajes titulados: El rey de los negocios. El caso Nóos y la fortuna opaca de los Borbones. La foto es la de Juan Carlos I. Hasta ahora son pocos los medios que refieren este tema tabú, la fortuna de Juan Carlos de Borbón, cuyo monto sigue siendo un misterio.
Aunque durante el desarrollo de la investigación Pilar de Borbón se negó a responder a las preguntas de los medios españoles y del ICIJ, una vez hecho público el caso emitió un comunicado en el que admitió ser titular junto a su marido de esa sociedad en Panamá, entre 1974 y 2014.
Aclaró que nunca tuvo ingresos “fuera del control de las autoridades fiscales” ni haber incumplido “ninguna obligación que exigiera la legislación tributaria española” o que hubiera una “voluntad de ocultación alguna”.
Desliga la disolución de su empresa en Panamá a la proclamación de su sobrino y sostiene que su marido se planteó iniciar sus actividades profesionales lejos de España a raíz de que ETA intentara su secuestro y el de Juan de Borbón, su padre.

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