¿Pero no se había nacido para cambiar la vida de la gente, para hacer política de otra manera, no quedamos en que los dos partidos de siempre eran la misma cosa? ¿No se trataba de darle a esto un meneo tal que el bipartidismo acabara durmiendo el sueño de los justos? Hasta las narices de ver y oír cómo se juega todo el día a Borgen o a Juego de Tronos.
Considera el PSOE que los resultados cosechados por Podemos el pasado domingo le han dejado a los socialistas las manos libres para olvidar los tres millones setecientos treinta y tres mil votos que la formación morada obtuvo en las elecciones generales. Ábalos parece haber estado esperando ese tropezón del 26M, a juzgar por la prisa que se ha dado en suplicar a Ciudadanos que retire las líneas rojas. Se mueren por pactar con los naranjitos. Lo suyo sería, pues, dejar que las huestes de Sánchez evidenciaran su verdadera naturaleza y retirar la oferta, por parte de Podemos, de formar gobierno con ellos.
El espíritu del 15M ha de prevalecer por encima de las personas y las peleas. No parece que sea buena cosa andar copiando la manera que los partidos de toda la vida tienen de hacer las cosas. ¿Cómo es posible que aquel aire fresco que se respiraba hace solo cinco años se haya casi desvanecido? No creo que sea bueno proporcionar motivos a los adversarios para la ofensa y la impertinencia. Si estos esbirros se tenían que inventar antes los argumentos para los ataques, de un tiempo a esta parte lo tienen más fácil, porque ahora la munición se les brinda gratis desde las propias filas de Podemos.
A lo mejor la opción es dar un paso atrás, recomponerse, mandar a paseo de una vez los personalismos, pero todos los personalismos sin excepción, y a partir de ahí trabajar sin descanso hasta volver a ilusionar a la gente. Estábamos indignados, ¿os acordáis? Y supisteis traducir esa indignación en opción política. Y ahora en un plisplás, sin que nadie sepa muy bien cómo, o quizá sí, ha llegado el desencanto ¿No hay manera de evitar tantas peleas, divisiones y trifulcas? Se habían conseguido triplicar los apoyos que el PCE o izquierda Unida tuvieron en sus mejores momentos y esos números ya son historia. A ver si os enteráis: los veinteañeros no quieren votar al PP ni al PSOE, así se vistan de seda. Y eso es un filón que Podemos no debe permitirse el lujo de desaprovechar. No puede ser que, desmotivados o decepcionados, los más jóvenes, que son el futuro, acaben apostando por la abstención. O lo que es peor: votando a Ciudadanos o a Vox.
La oferta de la izquierda obstinada en denunciar la desigualdad y la corrupción de los partidos de siempre, las propuestas de la izquierda que tantos desahucios ha conseguido detener, que ha denunciado el funcionamiento de la banca y el uso y abuso de las puertas giratorias; los postulados de aquella izquierda rompedora de los años 2014 y 2015 que sacaba los colores a quienes habían hecho de la política su modo de vida… esa izquierda no puede acabar haciendo ni diciendo las mismas cosas que los partidos de siempre, no puede acabar vendiendo su progenitura a cambio de un plato de lentejas.
Que los de siempre se arreglen entre ellos como siempre, que muestren su verdadera cara y entiendan que no pueden comprar su blanqueo a cambio de una reducida participación en su gobierno. Porque eso, más pronto que tarde, derivaría en el ninguneo y la humillación del socio más débil. Eran la casta, ¿o ya no nos acordamos?
Los votos de Podemos nacieron tras las protestas iniciadas el 15M, pero lo que allí se denunciaba no ha mejorado mucho aún, lo que allí se exigía continúa sin conseguirse. Los poderosos se pusieron de los nervios, es verdad, pero no tardaron en recomponerse y responder con una guerra sin cuartel al brazo político de aquel movimiento. ¿Existe alguna certeza que permita deducir que la mejor opción para el futuro de Podemos es formar ahora parte de un gobierno del PSOE?
Un buen porcentaje del éxito de los primeros tiempos residió en el uso de un lenguaje claro, y en unas propuestas innovadoras que, nada más conseguir el primer triunfo en las elecciones europeas de 2015, desembocaron en la abdicación del rey y la dimisión del secretario general del Partido Socialista. No se casaron con nadie y dejaron en evidencia las contradicciones y perversiones del sistema. Con todo ese capital (traducido en tres millones setecientos mil votos en las generales, no lo olvidemos) ¿hay que pactar en inferioridad de condiciones? Algunas cosas han cambiado desde que se echó al PP del poder, es verdad, pero para que ese cambio continúe siendo posible, ¿de verdad que la mejor manera tiene que ser formar parte de un gobierno al que parece producirle alergia escorar un poco más hacia la izquierda? Que se busquen la vida.
El patrimonio de Podemos es muy valioso, a pesar del tropezón del 26M. No es justo que se haga fosfatina. ¡Qué duro lo que ha pasado con los ayuntamientos del cambio! La prioridad ha de ser frenar el fratricidio de una puñetera vez. Transparencia, toda; argumentos al adversario, ni uno más. Por favor.
Considera el PSOE que los resultados cosechados por Podemos el pasado domingo le han dejado a los socialistas las manos libres para olvidar los tres millones setecientos treinta y tres mil votos que la formación morada obtuvo en las elecciones generales. Ábalos parece haber estado esperando ese tropezón del 26M, a juzgar por la prisa que se ha dado en suplicar a Ciudadanos que retire las líneas rojas. Se mueren por pactar con los naranjitos. Lo suyo sería, pues, dejar que las huestes de Sánchez evidenciaran su verdadera naturaleza y retirar la oferta, por parte de Podemos, de formar gobierno con ellos.
El espíritu del 15M ha de prevalecer por encima de las personas y las peleas. No parece que sea buena cosa andar copiando la manera que los partidos de toda la vida tienen de hacer las cosas. ¿Cómo es posible que aquel aire fresco que se respiraba hace solo cinco años se haya casi desvanecido? No creo que sea bueno proporcionar motivos a los adversarios para la ofensa y la impertinencia. Si estos esbirros se tenían que inventar antes los argumentos para los ataques, de un tiempo a esta parte lo tienen más fácil, porque ahora la munición se les brinda gratis desde las propias filas de Podemos.
A lo mejor la opción es dar un paso atrás, recomponerse, mandar a paseo de una vez los personalismos, pero todos los personalismos sin excepción, y a partir de ahí trabajar sin descanso hasta volver a ilusionar a la gente. Estábamos indignados, ¿os acordáis? Y supisteis traducir esa indignación en opción política. Y ahora en un plisplás, sin que nadie sepa muy bien cómo, o quizá sí, ha llegado el desencanto ¿No hay manera de evitar tantas peleas, divisiones y trifulcas? Se habían conseguido triplicar los apoyos que el PCE o izquierda Unida tuvieron en sus mejores momentos y esos números ya son historia. A ver si os enteráis: los veinteañeros no quieren votar al PP ni al PSOE, así se vistan de seda. Y eso es un filón que Podemos no debe permitirse el lujo de desaprovechar. No puede ser que, desmotivados o decepcionados, los más jóvenes, que son el futuro, acaben apostando por la abstención. O lo que es peor: votando a Ciudadanos o a Vox.
La oferta de la izquierda obstinada en denunciar la desigualdad y la corrupción de los partidos de siempre, las propuestas de la izquierda que tantos desahucios ha conseguido detener, que ha denunciado el funcionamiento de la banca y el uso y abuso de las puertas giratorias; los postulados de aquella izquierda rompedora de los años 2014 y 2015 que sacaba los colores a quienes habían hecho de la política su modo de vida… esa izquierda no puede acabar haciendo ni diciendo las mismas cosas que los partidos de siempre, no puede acabar vendiendo su progenitura a cambio de un plato de lentejas.
Que los de siempre se arreglen entre ellos como siempre, que muestren su verdadera cara y entiendan que no pueden comprar su blanqueo a cambio de una reducida participación en su gobierno. Porque eso, más pronto que tarde, derivaría en el ninguneo y la humillación del socio más débil. Eran la casta, ¿o ya no nos acordamos?
Los votos de Podemos nacieron tras las protestas iniciadas el 15M, pero lo que allí se denunciaba no ha mejorado mucho aún, lo que allí se exigía continúa sin conseguirse. Los poderosos se pusieron de los nervios, es verdad, pero no tardaron en recomponerse y responder con una guerra sin cuartel al brazo político de aquel movimiento. ¿Existe alguna certeza que permita deducir que la mejor opción para el futuro de Podemos es formar ahora parte de un gobierno del PSOE?
Un buen porcentaje del éxito de los primeros tiempos residió en el uso de un lenguaje claro, y en unas propuestas innovadoras que, nada más conseguir el primer triunfo en las elecciones europeas de 2015, desembocaron en la abdicación del rey y la dimisión del secretario general del Partido Socialista. No se casaron con nadie y dejaron en evidencia las contradicciones y perversiones del sistema. Con todo ese capital (traducido en tres millones setecientos mil votos en las generales, no lo olvidemos) ¿hay que pactar en inferioridad de condiciones? Algunas cosas han cambiado desde que se echó al PP del poder, es verdad, pero para que ese cambio continúe siendo posible, ¿de verdad que la mejor manera tiene que ser formar parte de un gobierno al que parece producirle alergia escorar un poco más hacia la izquierda? Que se busquen la vida.
El patrimonio de Podemos es muy valioso, a pesar del tropezón del 26M. No es justo que se haga fosfatina. ¡Qué duro lo que ha pasado con los ayuntamientos del cambio! La prioridad ha de ser frenar el fratricidio de una puñetera vez. Transparencia, toda; argumentos al adversario, ni uno más. Por favor.
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