17 ene 2024

Billones desperdiciados: Cómo el Pentágono y la élite de Washington juegan con nuestro dinero

La política exterior de Estados Unidos, lejos de ser un mero capricho sin sentido, revela una trama oculta de intereses que desafían el bienestar público. A lo largo de los últimos veinte años, ha quedado claro que sus aventuras bélicas en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Ucrania y Gaza han sido más que desastrosas. La reciente oposición de EE. UU. a una resolución de la ONU para un alto el fuego en Gaza, ignorada por la mayoría de la población mundial, es solo un ejemplo más de esta tendencia.

La constante en esta política es el fracaso en lograr los supuestos objetivos nacionales, evidenciado por el regreso de los talibanes en Afganistán y la dependencia del Irak pos-Sadam hacia Irán. A pesar de estos fracasos costosos, figuras como Joe Biden, Hillary Clinton y otros han mantenido su influencia en la política exterior.

La clave para entender esta situación es reconocer que la política exterior de EE. UU. está moldeada no por los intereses del pueblo americano, sino por aquellos en el ámbito político de Washington, buscando beneficios personales y financiamiento para sus campañas. Los costos humanos y económicos de estas políticas han sido astronómicos, alcanzando miles de millones de dólares y la pérdida de innumerables vidas, tanto estadounidenses como extranjeras. Los enormes gastos militares, que en 2024 se estiman en alrededor de un billón y medio de dólares, sirven principalmente para enriquecer al complejo militar-industrial y a la élite política de Washington, dejando a la nación y al mundo en una situación de mayor riesgo y pobreza.

Este gasto militar exorbitante, aunque aparentemente irracional, se explica por el enriquecimiento de unos pocos, a expensas de la seguridad y prosperidad pública. El gobierno federal se ha convertido en un entramado de intereses sectarios, cada uno orientado a maximizar beneficios privados a costa del interés público. Sectores como el de la salud y la energía siguen patrones similares, conduciendo a ineficiencias y corrupción.

La política exterior es dirigida por una camarilla pequeña y unida, compuesta por altos funcionarios de la Casa Blanca, el Pentágono, la CIA, y grandes corporaciones militares. Esta élite privilegia sus intereses económicos sobre la seguridad y el bienestar global. Las guerras y operaciones militares no solo son negocios lucrativos, sino también medios para influir en la política global y asegurar beneficios económicos adicionales.

El artículo concluye haciendo un llamado urgente al pueblo estadounidense para revisar y reformar una política exterior que privilegia los intereses particulares por encima del bien común, sugiriendo que el primer paso hacia este cambio debería ser rechazar cualquier financiación adicional para guerras desastrosas y actos de agresión.

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