1 mar 2020

«Es una locura con las mascarillas, como si la gente se preparara para una guerra nuclear»

«Esto es una locura, estamos completamente desbordados. Incluso en los últimos días estamos recibiendo solicitudes de máscaras con protector facial, con filtro P3 o filtros combinados que nada tienen que ver con los virus gripales y que son para trabajos técnicos de soldadura, de fumigación en agricultura o de aplicación de pinturas. Es como si la gente se preparara para una guerra nuclear». Beatriz Ríos apenas da crédito a la histeria colectiva que se está generando con el coronavirus, que ha disparado la venta de mascarillas.La empresa en la que trabaja, SAFETOP, radicada en Oleiros (A Coruña) y dedicada a la fabricación y distribución de equipos de protección personal para la industria, ha recibido más de sesenta millones de pedidos de mascarillas de todo el mundo. Imposible atender toda la demanda.
Aunque aún mantienen algo de existencias, han agotado prácticamente el producto. Tanto la FFP1, la de menor protección e indicada para polvos no tóxicos y labores de bricolaje, como la FFP2, la recomendada para los virus gripales, y la FFP3, la de máxima defensa, empleada en la industria química o para partículas muy finas y tóxicas. Es más: ahora han empezado a pedir las máscaras con protector facial completas, las usadas por profesionales de la soldadura, en la industria química o en la fumigación agrícola.La demanda empezó a subir con las primeras noticias llegadas desde China, pero tras el foco detectado el fin de semana en Italia se ha disparado. El miércoles, ya acabando el carnaval, tenían 700 pedidos encima de la mesa. Y con la irrupción de los primeros casos en España la locura aumentó. Este jueves tenían otros 800, y los del viernes aún no los han contabilizado. Pero ninguno de ellos se trataba de un encargo menor. Los más pequeños eran de 100.000 unidades. Y a partir de ahí cantidades inimaginables, que atienden tanto por teléfono como correo electrónico, redes sociales o un chat web que han habilitado.
«No hay por ningún lado, necesito cualquier tipo de mascarilla, da igual el precio o el tipo que sea» es uno de los mensajes recibidos. A través del chat web les han pedido diez millones de unidades; desde Eslovaquia han recibido otra solicitud de otros diez millones; dos millones de Latinoamérica, otros tantos de China... E incluso de una empresa les demandaron 20 millones de mascarillas. 
Imagen de un niño con mascarilla en Bangkok

Especulación en Internet
También es descomunal la cifra que les solicitan desde las farmacias, que no son clientes habituales, ya que la firma trabaja habitualmente con distribuidores. «Tenemos un pedido de cinco millones de farmacias de Valencia y Madrid, otros cuatro millones desde Barcelona, Madrid y Canarias...». Y así sigue la lista, relata Beatriz Ríos, que estos días ha sufrido más de un sobresalto cuando ha visto uno de los productos de su empresa revendido a un coste muy superior en páginas de Internet. Por ejemplo, por una caja de 12 mascarillas que ellos venden a suministradores por 15,84 euros han pedido 250.
En su caso, la compañía no se ha aprovechado del filón del coronavirus para subir los precios. «Nos debemos a nuestros clientes, que son empresas que suministran equipos de protección individual para la industria», explica Ismael Losada, gerente de la firma de Oleiros. Y la desorbitada demanda de pedidos, que no pueden asumir, parece que tampoco los ha cegado. «Nosotros atendemos primero los pedidos a nuestros clientes habituales, porque en absoluto pretendemos que se queden desabastecidos», advierte. De hecho, han aprendido de la experiencia del hundimiento del petrolero Prestige en Galicia y no quieren que les vuelva a suceder nada parecido. «En aquella ocasión -dice- vendimos todo en dos días y luego estuvimos seis o siete meses sin mercancía para nuestros clientes habituales».
De hecho, las ventas tampoco se han disparado. En el último mes han comercializado unas 200.000 mascarillas, poco más de un 30 % más con respecto a lo habitual. No pueden atender más porque no tienen producto para atender la demanda, y más cuando los fabricantes chinos con los que trabajan -aparte de con otros asiáticos- tienen secuestrada la producción por el Gobierno. «Es curioso que ahora recibamos millones de pedidos de China cuando se las compramos a ellos», dice Beatriz Ríos.

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